CULTURA

Un paseo por los dibujos irresponsables de Grillo

La muestra que se lleva a cabo en el Palais de Glace es un formidable recorrido por la labor del ilustrador radicado en Londres, un cruce de universos estéticos siempre sorprendente.

 Por Pablo Plotkin

Es imposible saber cuántos dibujantes habitaron el cuerpo de Oscar Grillo en las últimas tres décadas, pero está claro que todos fueron parte de un mismo volcán en actividad permanente. “Dibujo todo el puto día”, silabea el artista sentado a una mesa del café del Palais de Glace, donde expone 30 años de dibujos irresponsables. La muestra resume su trabajo en el exilio (la mitad de su vida), época en que compuso –con la psicodélica nitidez del ausente– una Buenos Aires que eventualmente podía ser Liverpool, Lilliput o cualquier otra parte. “La arquitectura de la ciudad se me armó mejor afuera”, comenta este ilustrador y animador criado en Lanús, radicado en Londres y venerado en el mundo. El hombretón que, allá en los sesenta, deambulaba las redacciones y las oficinas de publicidad de Buenos Aires vendiendo su mercancía de tinta china. Hasta el 9 de marzo, sus creaciones se exhiben como los fotogramas desordenados de una película que reúne a Stendhal y a Walt Disney, a un Gulliver aporteñado y a la “Fea” del tango, todos bañados por la paleta desquiciada del pintor.
Grillo se mudó a Europa en 1969. Primero vivió en España, luego en Italia y finalmente se instaló en la capital inglesa. En Buenos Aires, por imitar al influyente francés André François, Grillo había situado sus acciones en una versión pajuerana de París. Los estilos propios (Grillo prefiere hablar de “personalidad”) y la noción de que las acciones de sus personajes ocurrirían en una Buenos Aires distorsionada e hiperexpresiva (tan de Borges como de Arlt) se revelaron allá. Esa forma de dibujar desbocada (que los europeos suelen atribuir a los artistas “latinos”) y la capacidad de abordar con igual frescura tópicos del arte ilustrado y la cultura popular hicieron que Grillo creciera rápidamente en el mundillo de la literatura, la publicidad y la animación. Además de firmar clásicos como la serie protagonizada por el gaseoso Monsieur Pett, además de pergeñar las animaciones para las canciones de Linda McCartney (que le valieron una Palma de Oro en Cannes) e ilustrar obras como Oliver Twist (Dickens) y Los viajes de Gulliver (Swift), el argentino fundó el estudio Klacto Animations, diseñó modelos preliminares para la película Monsters Inc. y retrató con encanto y plasticidad a una increíble cantidad de artistas. Los personajes se proyectan en el Palais de Glace a modo de homenaje-tratado estético: Ella Fitzgerald, Máximo Gorki, Dizzy Gillespie, Bertolt Brecht, Charles Chaplin, Saúl Steinberg...
No es casual que haya mucha música en la obra de Grillo. “Yo dibujo con la oreja. La música y el dibujo tienen una forma similar en la construcción de los espacios mentales. Yo no tengo nunca una puta idea. Simplemente me pongo a dibujar líneas. Es muy importante sorprenderse a uno mismo: es el primer paso para sorprender a los demás”, improvisa. El bebop y el tango libertino, al igual que los dibujos de Grillo, son formas de arte que no se proponen demasiadas metas. La definición de sus estilos, entonces, quizá se deba a un no renunciamiento de la diversión y a evitar planificaciones de obra, esa incongruencia que contribuye a la intensidad de lo que él llama “la belleza formal” del arte. Aun ahora, semijubilado y dibujando bajo seudónimo caricaturas de políticos ingleses para un diario que presume “de derechas”, Grillo se pasa todo el día arrastrando su bolígrafo por el papel, completando los crucigramas de The Guardian y desarrollando su trabajo “de autor”. Entre los dibujos de su etapa primaria y media en Londres, la muestra expone algunos de sus trabajos más recientes: la magnífica serie “Las aventuras de Herr Marx” (2002, en la que se puede ver al autor de El Capital en el sillón de la peluquería, afeitado y rapado poco antes de morir, y otro en el que se sienta a tomar una copa con el General San Martín) y la colección de dibujos de Dulle Griet, que incluye uno de Dulle cantando cumbia.
Esos cruces de mundos pueden ser la perfecta síntesis de esa irresponsabilidad, del no-estilo de Grillo. Los pilares de la filosofía occidental se mezclan con taitas, beatniks, dramaturgos y el Ratón Mickey. Hermenegildo Sábat, otro gran dibujante argentino fanático del jazz, lodefine como un “magnífico ilustrador de situaciones imaginadas con la precisión de un testigo presencial, incansable buscador de la verdad en las junglas que amenazan destruir al individuo”. Desde una jungla británica, Grillo recreó esta jungla llena de fellatios, insomnios y rozadores de colectivos, el mismo lugar al que vuelve al cabo de tres décadas, acompañado de su mujer –afectada por un ligero acento inglés– y satisfecho por ver ese travelling circular que resume sus trazos en el exilio.

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