CULTURA

Críticas al Sundance

El festival de cine de Sundance transcurre lejos de la templada California, en una remota estación de esquí en las montañas de Utah. Pero desde hace 20 años todos acuden a la cita, cada vez más numerosos, siempre fieles, en lo que se ha convertido en el primer certamen de cine independiente de Estados Unidos, el lugar donde quien quiera ser algo en la industria del cine debe ver y ser visto. El gran cotilleo de esta edición, que ha celebrado su vigésimo cumpleaños, no es una película sino un libro, Down and dirty pictures: Miramax, Sundance and the rise of independent film. Escrito por el periodista Peter Biskind, describe a Redford como un fantasma enigmático que siempre llega tarde, y a Harvey Weinstein, el jefe de la poderosa productora Miramax, como a un tirano esencialmente interesado por el dinero. Sobre lo último se ha escrito ya tanto que no es noticia. El libro denuncia sobre todo cómo Sundance (que toma su nombre del personaje que Redford interpretó en Dos hombres y un destino) se ha ido desvirtuando con la fama y el negocio. Es cierto que el festival ha cambiado. Hace 10 años, sólo el mundillo independiente acudía a helarse el gorro en Utah. Ahora, una de las compañías que utiliza el evento para anunciarse, vende ropa interior de cachemira.

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