CULTURA › UN DEBATE ALREDEDOR DE “KINSEY, EL CIENTIFICO DEL SEXO”

La sexología en la pantalla

Cinco sexólogos comentan el film sobre el colega que se enfrentó a la moralina de los ’50: a pesar de cuestionar cierta carga de sensacionalismo, celebran el debate que se generó.

 Por Julián Gorodischer

Kinsey, la película, es sexología didáctica: una biografía filmada sobre el pionero de los informes sobre sexo, el científico Alfred Kinsey, aquí confrontado con la moralina de la sociedad estadounidense de los años ’50. Sus encuestas sobre sexo recopilaban testimonios de 18 mil ciudadanos sobre sus hábitos privados y chocaban contra la dureza de aquello de “lo que no se habla”. En el film de Bill Condon, interpretado por Liam Neeson y Laura Linney, se cuenta esa ruptura al estilo clásico: un héroe que llega con algo nuevo para decir en un contexto que lo expulsa (y en el medio muchos que se animan a vivir por fuera de una sola normalidad). ¿Vulgata de sexología aplicada a multitudes? La función comentada de Kinsey con sexólogos los ubica en un único bando: festejan la apertura de conciencia y dicen que hay polémica porque, 50 años después, el imperio de la moral sigue en pie. Hoy que el biopic, biografía filmada, se puso de moda, y son pocos los que no podrían aspirar a uno propio, el médico sexólogo Juan Carlos Kusnetzoff dice que aquí hay, por fin, alguien que lo merece. “Fue un pionero –dice–, un precursor con su célebres informes sobre La conducta sexual del varón y de la mujer.”
Si en Kinsey se decreta el imperio de la estadística (el peso de la encuesta para generar o derribar consensos), Kusnetzoff prefiere otros métodos: “Yo no creo en estadísticas de sexualidad humana. Se miente, se oculta, se dicen cosas que no son fácilmente accesibles y difícilmente comprobables”. ¿Aunque Kinsey asegure que sus cuestionarios contemplaban trampas caza-mentirosos? “Puedo decir –sigue el llamado Doctor K.– que tengo cinco orgasmos, y a lo mejor son cinco en un año. Pero es para alegrarse que Kinsey vuelva al centro de la escena: ¡vos como periodista tenés de qué hablar!” ¡Cuánto cinismo! Lo que encanta a Doctor K. es que el tema taquillero vuelva al sexo pero por fuera de la pornografía. Si hay un abanico amplio de tópicos de alcoba, el que llega (la discusión teórica surgida de la biografía del científico) es el que mejor cotiza para la Academia. “Todos los temas taquilleros caminan por el borde y por lo tanto caen fácilmente en la comercialización o en la chabacanería –dice Doctor K.–: ¡es pornografía! Si cae en la genitalidad (mostrar o hablar de penes o clítoris) es inevitablemente pornográfico. Y yo no soy muy optimista sobre ese tipo de productos como experiencia artística. Si lo son, no lo veré yo; tal vez, lo verán mis nietos.”
Para los sexólogos convocados, el mérito de Kinsey es haber detectado la vigencia de un “básico” de más de 50 años. Si el científico del sexo elaboró sus informes en 1948 (para el hombre) y 1953 (para la mujer), hoy los prejuicios parecen ser los mismos: surgieron campañas de boicot publicitario, quejas de grupos cristianos, el levantamiento del film en cines de la franja cristiana del sur de Estados Unidos... Es que Kinsey fue el primero en tocar temas impropios: masturbación femenina entre casadas, un homosexual latente en cada hombre (medidos según puntos de 1 a 6), infidelidad y sexo prematrimonial en sus encuestados –se ve en el film– tanto como en su propia vida como atípico padre de familia. Si en los ’50 lo acusaron de promover infecciones venéreas y terminar con la hombría americana, ¿hoy somos mucho más liberales? “Hoy Kinsey nos sigue diciendo que hay que investigar porque la sexualidad humana es movible, variable”, dice el sexólogo León Gindín. “Y cuestiona las ideas de normalidad/anormalidad; replantea la pregunta ‘¿Qué es lo normal?’. La normalidad puede ser de muchos tipos: estadística, filogenética, legal, y siempre llega a la triste conclusión de que todo depende del cristal. Vienen y me preguntan: doctor, ¿soy normal? Y mi respuesta es: ¿Normal para qué?”
Kinsey recorre los tópicos clásicos de todo biopic: ascenso rápido del héroe, conmoción social alrededor, y en el medio, chisme sobre los puntos débiles del hombre en cuestión. Gélido, equilibrado, el director dosifica la crónica del trabajo realizado (la encuesta, los libros) con los deslices del Kinsley viejo verde, que –se dice– fotografiaba mujeres excitadas, probaba cómo era hacerlo con sus alumnos o se perforaba el prepucio para experimentar sensaciones nuevas. A la sexóloga Virginia Martínez Verdier le molesta esa mirada que agranda y magnifica, que distorsiona el color de la verdad histórica (si es que alguna vez existió algo semejante). “Cuando un tema sexual cae en manos de Hollywood –explica– se transforma en producto para vender. Nuestro trabajo permanente como educadores sexuales es mostrar otro tipo de relación con el consumo sexual. La alternativa al escándalo es tomar la sexualidad como un aspecto humano, relacionada con las emociones, con las necesidades, la identidad y la comunicación. Poder ser individuos pensantes con valores e ideas propias.”
–¿Por qué el sexo es tan vendedor?
–La sexualidad nos acompaña desde antes de que nos conciban, es una energía que tiñe nuestra vida para bien o para mal. Deja marcas que pueden producir hasta enfermedades mentales. Y entonces cualquier situación que veamos en cine o TV se nos hace autorreferencial.
Sexólogos fieles a su hito fundador reconocen en Alfred Kinsey al hombre que prefiguró las ideas modernas sobre el sexo. El que barrió debajo de la alfombra y descubrió que allí hace tiempo nadie sacaba la basura. Instalarlo en la agenda pública, en 2005, es –según dice el sexólogo Adrián Sapetti– una forma de “desdramatizar y desangustiar”. La vastedad de testimonios reivindica la diferencia, legitima las sexualidades alternativas cuando denuncia “infinidad de preceptos morales asentados sobre hechos”. Pero el sexólogo-crítico puede no quedar del todo conforme con la obra. “Como película no está totalmente lograda: es un poco didáctica. Lo interesante –sigue Sapetti– es cómo se muestra un retrato colectivo de una sociedad pacata: el mundo oculto detrás del puritanismo. Se ven miserias y cosas que podrían pensarse desde la parafilia: corridas de lo habitual.” Fiel a la lógica del biopic –consolidado como género de masas–, Kinsey opone virtudes públicas a miserias privadas. Si para la sexóloga Verdier el chisme está allí para el escándalo, Sapetti prefiere pensarlo como vía para humanizar y correrse del cartón pintado. “Sigmund Freud también usaba cocaína y era infiel a su mujer; eso no desvirtúa lo científico. Igualmente lo que más me gustó de Kinsey es escuchar los testimonios de la gente. Cosas sorprendentes con naturalidad: abuelas que se masturban o tienen relaciones homosexuales para que nadie se sienta el único monstruo del mundo.”
“¿Otras películas que bajen buena línea sexológica?”, se pregunta la sexóloga Claudia Groissman. “Intimidad, que muestra una linda escena de sexo entre personas comunes por fuera de modelos hegemónicos. O Kids, de Larry Clark, que enciende luces amarillas sobre la necesidad de la prevención. Yo les recomiendo películas a los pacientes”...
–¿Qué otras hay que agendar?
–Vean Hoteles, de Aldo Paparella, con mucho sexo en vivo. O el corto Barbie también puede eStar triste, de Albertina Carri, que abre la puerta a la diversidad sexual a través de un relato con muñecas. Me interesa que haya una escena sexual con historia, en vez de una porno tradicional. Pero a mí del cine me interesa un abordaje estético. Para lo otro están los videos educativos.

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Con sus libros de 1948 y 1953, Alfred Kinsey (Liam Neeson) se animó a tocar temas “impropios”.
 
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