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Guillermo Coria, un Mago para hacerse de amigos

El nuevo número 1 del tenis nacional no se preocupa por granjearse simpatías...

 Por Pablo Vignone

Se llama Guillermo, como Vilas: su padre Oscar, profesor de tenis del club Centenario de Venado Tuerto, era fanático del marplatense. Pero su humilde habitación no estaba empapelada de posters del zurdo, sino con láminas de River y de Enzo Francescoli. Alguna vez, cuando era un ascendente juvenil, se escapó del Cenard un miércoles a la noche, con 39 grados de fiebre, para ir a ver a su equipo. Guillermo Coria, el nuevo número uno del tenis argentino, no está hoy pensando en eso, ni en el equipo de ex amigos que está disputando la Copa Mundial en Dusseldorf, ni en el futuro de la Copa Davis; no, Coria está pensando en llegar esta noche al Monumental para ver a River... y que Andrés D’Alessandro le regale la camiseta que le prometió. Así vive y en eso piensa el nuevo astro del tenis nacional.
Los expertos acuerdan que es uno de los más talentosos de la nueva generación, y que se merece el apodo (“Mago”) que se ganó, pero también aceptan que su imagen no es la mejor en la camada, dónde no es muy querido. El episodio que protagonizó el sábado con Gastón Gaudio, cuando se sugirió que lo había golpeado en el vestuario, fue el último de una larga cadena de desencuentros.
La pica comenzó en la final de Viña del Mar 2001, que ambos disputaron, sin haber ganando nunca un título oficial. Coria y Gaudio convirtieron el encuentro en una disputa personal, gritándose los puntos en la cara. El santafesino ganó; pero a la semana, en el ATP de Buenos Aires, fue el turno de Gaudio, que celebró la victoria con un bailecito improvisado.
“Yo en tu lugar lo habría golpeado”, le dijo Boris Becker a Gaudio, el sábado. “Un tipo que tiene calambres no puede borrarte 6-0 en el último set.” Los analistas consultados por Página/12 coinciden en que Coria pudo haber simulado los calambres para enfriar el partido cuando Gaudio mejoraba su rendimiento. “Pero Andy Roddick también lo hace muy a menudo –responden–. No es fair play, pero no está prohibido.” Ayer, Coria insistió tácitamente con su versión. “Jugué la final con la mente en blanco para no ponerme nervioso y que no me volvieran los calambres de la semifinal con Gaudio –subrayó– porque, si no, no hubiera terminado el partido.”
David Nalbandian fue compañero de Coria en Juniors, y ambos ganaron el título de Wimbledon en 1999; eran tan amigos que, cuando fueron a jugar Roland Garros, no tuvieron problemas en compartir la cama matrimonial de la única habitación disponible en el hotel en el que se alojaban. Pero hubo una disputa, y hoy los viejos amigos ni se tratan.
Nalbandian lo criticó acerbamente cuando Coria renunció a jugar la Copa Davis por los problemas de ampollas en sus pies. Gustavo Luza, el capitán del equipo, le creyó a Coria. Pero los demás jugadores creen que la del santafesino fue una actitud de vedette. “Se mandó la parte, si ni siquiera iba a ser titular”, aseguraron por lo bajo. Oscar Coria cree que el problema de su hijo con Gaudio está relacionado con la conformación del equipo de Copa Davis.
Entrenado desde enero por Alberto Mancini –uno de los seis top-ten que tuvo alguna vez la Argentina, junto a Vilas, José Luis Clerc, Martín Jaite, Nalbandián y Coria–, el número 1 ha tenido recurrentes problemas con sus coaches. Luza lo conoce bien: solía viajar con él, María Emilia Salerni y Clarisa Fernández por Europa para jugar los torneos de juveniles, y cuando Coria se hizo profesional, lo manejó un tiempo. El entrenador señaló recientemente que lo mejor de Coria son su derecha, su revés y sus piernas, y que los puntos más débiles son su físico y su volea.
Pero la relación terminó con un cruce de cartas-documento cuando, inesperadamente, Coria dejó de trabajar con él para entrenarse con Eduardo Monachesi y luego con otro ex tenista de renombre, Franco Davín. Con el tiempo, Luza y Coria volvieron a tenderse puentes. “Con Gustavo no hay ningún problema personal –dijo ayer Coria–. La otra vez renuncié a la Davis porque no estaba bien, pero si me llama, contra España voy a estar.”Sin embargo, ayer su padre Oscar atacó a Luza duramente, sin nombrarlo. “No lo va a convocar porque todo se maneja como un clan”, señaló.
Con Davín cultivaban una excelente relación, al punto que Coria dormía en la casa del entrenador, en Buenos Aires; entrenador del equipo de Copa Davis, Davín lo llevó junto a Nalbandian como colaboradores del equipo a un partido decisivo en Caracas, contra Venezuela.
Pero esa relación tampoco tuvo un final feliz. Allegados sugieren que la razón habría sido un incumplimiento con el preparador físico, Alberto Osete, que trabajaba con el santafesino desde hacía tiempo. La ruptura llegó un día antes de viajar a jugar el Abierto de Australia de este año. A los 21 años, parece que habrá Coria para un rato. Por las dudas, Oscar Coria ya tiene otro producto de su escudería en acción. Federico, el hermano menor de Guillermo, ya se consagró campeón santafesino. A él también le gusta más el fútbol...

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Guillermo Coria, el
nuevo número 1 del tenis argentino, querido y criticado.
 
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