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La cuestión es cómo se sigue

Por Diego Bonadeo

La historia comparada ha servido para un montón de cosas. En especial para deschavar falacias, maledicencias, intencionalidades y demás pescados podridos que habitualmente pretende vender, y muchas veces vende, en sus obscenos mercados, la llamada historia oficial. También la economía comparada tuvo y tiene su razón de ser, en especial para demostrar a los sumos sacerdotes del “pensamiento único” y de la globalización que hay posibilidades de “pensamiento crítico” y de globalizar la resistencia. El periodismo comparado también ha servido a algunas causas nobles. Y tanto en la historia como en la economía y el periodismo, esto de comparar tiene algo de laburo de lo que los muchas veces muy poco inteligentes llaman “inteligencia”, muy diverso, por cierto, de la sabia definición de “intelligentzia” que el enorme Arturo Jauretche supo acuñar en su momento, para clasificar a los onanistas del intelecto que casi nada sabían –ni saben– de las cosas de la gente de a pie.
A raíz de los incidentes de Boca-Chacarita, Javier Castrilli, desde la Secretaría de Seguridad Deportiva, propuso comparar. Sí, comparar videos. Los de la cancha con los de la quema de urnas en Catamarca, cuando el barrabrava parlamentario con fueros Luis Barrionuevo decidió que no debía haber elecciones. El consorte de la candidata a diputada por el justicialismo bonaerense y su lugarteniente de mejor sintaxis, Armando Capriotti, vicepresidente de Chacarita, súbitamente “malevos que ya no son”, reclamaron en tono plañidero que Castrilli y compañía dejaran de perseguirlos. En el ínterin –desde la propuesta de comparar videos hasta el sábado– otra vez Catamarca, esta vez no ya Barrionuevo versus urnas, ni Boca versus Chacarita, sino Barrionuevo versus Saadi –o Saadi versus Barrionuevo, que en definitiva es lo mismo– puede aportar más videos y más evidencias que justifiquen que, de una vez, se deje de decir para ponerse a hacer.
Mientras Castrilli sugería hacer, Julio Grondona, fiel al adagio “todo pasa”, insistía, con la consistencia de su condición de socio del poder, en que el fútbol no se suspendía.
El juez Mariano Bergés, generalmente vituperado por los medios de la inquisición del tercer milenio, decidió, pese al “todo pasa” del corralonero de Sarandí, que en principio no habrá fútbol en la Capital durante el fin de semana. Mauricio Macri podrá decir sin rubor, tal su hábito, que esto es una nueva chicana ante la inminencia del ballottage con Ibarra. Otros dirán otras cosas. La cuestión es cómo se sigue.

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