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Ser local o visitante, ésa es la cuestión de la Selección Argentina

A diferencia de cómo lo hacía con Bielsa, este equipo de Pekerman no siempre sale a arrollar al rival en condición de visitante.

La pálida actuación de la Selección Argentina en el Centenario de Montevideo movió a unos cuantos tremendistas mediáticos a alentar el desaliento con respecto al futuro del equipo nacional, teniendo en cuenta que no quedan ya más partidos oficiales hasta el arranque del Mundial 2006, en ocho meses, aunque vayan a jugarse no menos de una decena de amistosos. El repaso de la actuación global de la Selección durante las Eliminatorias muestra que el rendimiento decayó en la parte final, cuando se hizo irregular, pero también que en el arranque de la era Pekerman la Argentina ganó cinco de los primeros seis partidos. El problema del equipo parece ser otro, más emparentado con su identidad.
Que el equipo no esté armado a esta altura no puede tratarse de una preocupación, especialmente porque sí lo estaba cuatro años atrás y ésa fue la causa principal de la eliminación del Mundial 2002: el equipo estaba listo desde hacía un año y llegó pasado a la Copa del Mundo. A Pekerman le falta medio equipo, pero si lo prepara para que juegue como lo hizo contra Brasil en el Monumental las chances serán inmejorables.
Las últimas presentaciones son las que han impresionado por el escaso relieve del juego: el porcentaje de puntos obtenidos por la Selección en las Eliminatorias durante los ocho partidos de la etapa Bielsa fue de 62,50 por ciento; con Pekerman, en diez partidos, subió mínimamente al 63,33 por ciento.
Pero los números en fútbol quieren decir muy poco si no se los interpreta, y lo más significativo de la estadística es que los porcentajes logrados en la era Bielsa como local y como visitante son muy similares (66 y 58 por ciento, respectivamente), lo que se corresponde con la filosofía que tenía la Selección en ese entonces: a ritmo vertiginoso, verticalizada y sin pausa, salía a atacar en cualquier cancha.
Los números de Pekerman, con otros atenuantes, señalan otra tendencia: el ciento por ciento de los puntos como local, apenas el 26 por ciento como visitante. Es cierto que los últimos dos partidos como visitante los disputó con la clasificación ya asegurada, pero la sensación creciente es que, como marcan estos números, a diferencia del equipo de Bielsa, esta Selección de Pekerman tiene dos caras: una cuando juega en el estadio de River, en la que conserva aquel espíritu agresivo, y otra cuando pisa terreno ajeno, al que sale como queriendo ver qué pasa, sin tanta convicción de ataque, sin tanto hambre.
Si en la medida en que Riquelme, Lucho González, Crespo y Cía. levantan el rendimiento, la Selección recupera esa tendencia feroz, entonces estará bien. Pero si esa dicotomía responde a un plan táctico, a una póliza de cobertura contra riesgos, importará poco si el equipo llega o no a punto para el Mundial.
Que se juega en Alemania, claro, y la condición de local o visitante se desdibuja, cobrando importancia la problemática del rival. Si la Argentina va a jugar de acuerdo con el rival de turno, en lugar de hacerlo siempre de la misma manera (que después fallen los hombres es otra cuestión), la discusión sobre el equipo o los jugadores será ilusoria.

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