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CON UNA AYUDITA DE LOS AMIGOS (Parte 2)

Se jugaban 35 minutos del primer tiempo. Brasil no podía descifrar el acertijo que le planteaba Bélgica, dispuesta a llegar a los cuartos de final aunque implicara dejar fuera de carrera a uno de los favoritos a ganar la Copa del Mundo. Y sufría. Y sufría más cuando Mbo Mpenza mandaba el centro desde la derecha y Marc Wilmots, el mejor jugador de la selección europea, se anticipaba a Lucio y clavaba un cabezazo que dejaba parado a Marcos y helada a la torcida brasileña. El 1-0 no habría resultado injusto, en caso de haber resultado. Porque el árbitro jamaiquino Peter Prendergast decidió anular el tanto, por una supuesta infracción de Wilmots sobre Lucio. El fantasma del árbitro coreano Kim, el que arbitró Brasil-Turquía en el arranque de esta Copa del Mundo, sobrevoló Kobe, e instaló la duda en las pantallas de TV de todo el mundo. ¿Los árbitros continúan favoreciendo a la selección de Brasil? Conscientemente o no, eso sigue sucediendo...
“En el entretiempo, el árbitro se me acercó y me dijo: ‘Es verdad, el gol era válido. Vi las imágenes de TV y no hubo foul’”, contó Wilmots tras el encuentro. El entrenador belga, Robert Waseige –quien con la derrota se quedó sin trabajo– criticó la decisión del árbitro y afirmó que los espectadores “seguramente se sorprendieron también”.
Nadie puede asegurar qué hubiera pasado después. Pero con el 0-1 abajo pudo haber sido distinto para Brasil. “Así es la vida –reflexionó sin maldad Wilmots–, así es el fútbol. La decisión ya fue tomada, el referí es un ser humano después de todo.”
Los Diablos Rojos habían arrancado el partido buscando imponer un ritmo vertiginoso, en una tentativa desesperada de sorprender a Brasil en los primeros minutos, aprovechándose del despliegue de Mbo Mpenza por el sector derecho.
Para acompañar a Mpenza, Gert Verheyen sumó su esfuerzo con sus apariciones por el sector central del ataque, al tiempo que el experimentado Wilmots arrastraba a sus marcadores hacia el costado izquierdo. Cuando Verheyen retrocedía a buscar juego, Mpenza y Wilmots rotaban de posición.
Sin embargo, el impresionante despliegue belga duró apenas lo estrictamente necesario para que Brasil reacomodara sus piezas y retomara el control del partido en el mediocampo. Gilberto Silva anuló al habilidoso Johan Walem y Bélgica se quedó sin su principal usina de ideas. Hasta que llegó la jugada polémica. Y Brasil supo que le tocaba hacer su parte.
Así, el partido cambió cuando Scolari sacó a Juninho y lanzó al habilidoso Denílson en su lugar, en busca de más profundidad en los avances por el costado izquierdo, en busca de la sociedad con Roberto Carlos. La entrada de Denílson provocó que Rivaldo vuelva a situarse como mediocampista y ya no como atacante, de modo de abastecer de juego a los hombres de ataque. Con Denílson, Brasil adquirió una velocidad de la que carecía y con ello logró abrir brechas en la sólida defensa belga.
El cero duró hasta el minuto 66. Rivaldo tuvo tiempo para pararla, darse vuelta y sacar un disparo que, luego de rozar en Van Buyten, descolocó a De Vligier y abrió el marcador. Con Bélgica apurada por la igualdad, llegó la réplica cuando Ronaldo aprovechó una cesión de Kleberson y definió de zurda, a tres minutos del final.
“Yo creo que uno tiene que seguir buscando marcar un gol -explicó Ronaldo-. La esperanza es lo último que muere, y por eso hay que luchar hasta el último minuto. Yo esperé y luché y valió la pena”, dijo el brasileño, que ahora ya es uno de los goleadores del Mundial, con cinco tantos, junto al alemán Miroslav Klose.
“El partido fue maravilloso –opinó el delantero brasileño–. Sentíamos la energía del público, veíamos las tribunas todas vestidas de verde y amarillo, una cosa hermosa. Pero ahora ya tenemos que ponernos a pensar en Inglaterra.” “Fue un trabajo completo de equipo –opinó Scolari–. Cuando pensamos el partido, sabíamos de la calidad del equipo de Bélgica, pero Brasil aprovechó mejor el sistema táctico y la calidad de sus jugadores. Estábamos preocupados por el juego aéreo. Por eso una de las preocupaciones era colocar un zaguero más adelantado, que generalmente era Edmílson, para neutralizar el juego. Sabíamos que podíamos correr el riesgo, pero lo más importante era no sufrir goles.” Y, con la ayuda de Prendergast, no los sufrieron.
“En fútbol hay cosas que son inexplicables –se lamentó Wilmots–. A nosotros nos anularon un gol legítimo; después Rivaldo pateó y un jugador nuestro desvió la pelota para que entrara.” Weseige fue más filosófico: “El talento de Rivaldo hizo el resultado”.

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