DEPORTES

DIARIO DE VIAJE

Por A. G.

Tras el empate argentino en Francfort, la Selección durmió en el Hotel Intercontinental para salir por la mañana a Leipzig, pero el fixture propio indica nuevamente Hamburgo, para el decisivo Italia-República Checa de la tarde. Junto al amigo García Barassi, la elección señala el tren lechero de las 3.48 para aprovechar para dormir un poco y llegar a la mañana a la ciudad en la que debutó la Selección Argentina hace ya doce días. Pero el cálculo no sale como estaba previsto: El tren Francfort-Hamburgo, vía Quilmes, se toma casi ocho horas para hacer un trayecto que habitualmente demanda unas cuatro en uno directo, con una demora de casi dos respecto del horario original. Otra vez, el mito de los trenes alemanes queda derribado, aunque esta vez al menos sirve para tomarse algo más que una siestita. Ya en Hamburgo, la visita previa de hace casi dos semanas permite ganar tiempo y moverse con la precisión de un local, sin la necesidad de esperar el aburrido ómnibus de prensa, generalmente colmado de japoneses con sus cámaras fotográficas. Entonces, caminata por el centro de la ciudad hasta el imponente edificio del Ayuntamiento, donde hay que abordar el subte que nos deposita en el corazón de St. Pauli. Sí, la visita a la Zona Roja, esta vez de día, es imperdible. La recorrida permite comprobar que la actividad en las cabinas tiene su continuidad durante las 24 horas, aunque con una particularidad evidente: las chicas de la mañana no son tan chicas... La otra cuestión que se trasluce en la visita por el barrio de St. Pauli con luz solar es una realidad diferente a la del resto de los lugares visitados. Hay edificios deteriorados, veredas con pozos, botellas rotas, basura en las calles, paredes pintadas con graffitis, caca de perro. Es evidente: St. Pauli no es Alemania.

Tras el breve paseo, no hay tiempo que perder para ir a la estación Reeperbahn a tomar el tren hacia el estadio. Hay dos chances: El S1, que se desvía en Altona y no llega a la cancha, y el S3, que es el que hay que abordar. Una banda de checos sube al primer vagón y no se da cuenta del error hasta que un grupo de alemanes, latas de cerveza en mano, se lo hace notar desde el andén. Pero es tarde, las puertas ya se cerraron. Los alemanes siguen en la suya y se ríen. Hasta que uno divisa a Barassi. “Sos Gattuso”, le dice y lanza la carcajada. Sus amigos coinciden, y de nuestra parte la risa es correspondida. Desde hace varios días, el apodo por el aguerrido volante se impuso entre los periodistas argentinos. Pero hay más. El alemán está obsesionado con el parecido y pide sacarse una foto con el clon del italiano: “Cuando me junte con mis amigos esta noche, les voy a decir que estuve con Gattuso”.

Compartir: 

Twitter

 
DEPORTES
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.