DEPORTES › EL FONDO COMUN DE INVERSION BOCA JUNIORS SIGUE PESE A LAS POLEMICAS

Ni en Boca hay acuerdo con el Fondo

El negocio tan defendido por Mauricio Macri no generó la rentabilidad esperada pero, sin embargo, su liquidación definitiva no se produce, y un minúsculo grupo de inversores alienta la continuidad, generando controversias.

 Por Gustavo Veiga

“Lo difícil es ganar miles honradamente. Los millones se amontonan sin trabajo.” (Gogol)

Ciento cincuenta años después de la muerte del autor de Taras Bulba, la sentencia del escritor ruso no ha perdido vigencia. Tiene una actualidad semejante a la de ciertos enunciados mercantilistas que dominan la economía. Uno de ellos llevó a constituir el Fondo Común de Inversión Boca Juniors. “La inversión... debe considerarse especulativa, y por lo tanto sujeta a riesgo”, reza el prospecto del ensayo bursátil autorizado por la Comisión Nacional de Valores, el 5 de diciembre de 1996. Hoy, cuando resta tan poco para que cumpla seis años de vida en los que sobrevivió a impugnaciones y embargos, la criatura que Mauricio Macri llevó adelante con fe de cruzado sigue dando que hablar. Porque antes de su liquidación definitiva –que debía concretarse en los próximos días–, una asamblea de 23 inversores sobre un total de casi 500 ya había decidido el 12 de julio pasado extender el plazo de su continuidad hasta el 30 de septiembre de 2003. ¿Cuáles fueron las razones para prorrogar por un año más el fondo? ¿Quién ha hecho más negocio durante su vigencia? ¿Boca? ¿Los inversores? ¿Qué sucederá con los futbolistas que aún pertenecen a la cartera del fondo y cuyos pases no se vendieron? Estas preguntas provocan demasiadas controversias. El informe que intenta responderlas va acompañado por dos opiniones contrapuestas: la del abogado Santiago Urdapilleta, presidente de la sociedad gerente La Xeneize, administradora del fondo; y la del arquitecto Pablo Abbatángelo, titular de una agrupación interna que siempre se opuso a la constitución de esta oferta de inversiones.
Cuando varios centenares de cuotapartistas se agruparon para juntar 12.430.800 pesos, el capital original que le permitió a Boca utilizar catorce jugadores de distinta cotización, rendimiento y poder de venta, casi nadie podía suponer, allá por octubre de 1997 (por entonces, el fondo le cedió al club los primeros futbolistas) que Walter Samuel resultaría la alhaja más preciada de los inversionistas. Su transferencia a la Roma de Italia les reportó, a quienes hicieron la apuesta, 3.862.377 dólares o pesos, que por entonces valían igual. Incluso, ese ingreso casi duplicó la ganancia neta del fondo obtenida por Martín Palermo (1.859.809), el goleador y jugador más carismático del equipo. En cambio, el pase de Gustavo Barros Schelotto les generó a los clientes una pérdida de 451.458 dólares, la única de esa dimensión hasta hoy.
De la nómina inicial de futbolistas adquiridos para Boca y donde brillaron Palermo, Samuel y el Mellizo Guillermo, sólo queda este último como mayor atractivo en la cartera de inversiones, junto a Cristian Muñoz, César La Paglia, Javier Villarreal y Antonio Barijho. También estaban en la nómina el peruano José Pereda y Martín Andrizzi, pero Boca acaba de readquirirlos por una cláusula denominada de retrocesión al 50 por ciento de su costo original.
Como se ve, desde su alumbramiento, el Fondo jamás se correspondió con lo que determina el artículo Nº 249 del reglamento general de la AFA, que expresa: “Queda total y absolutamente prohibido, bajo pena de nulidad, la cesión de contratos a favor de personas físicas o de empresas o entidades que no intervengan directamente en la disputa de torneos oficiales de la AFA”. Pero los estrechos vínculos del ingeniero Macri con los ministros de Justicia menemistas, Elías Jassan primero y Raúl Granillo Ocampo después, permitieron que su proyecto prosperara y hasta se llegó a pronunciar la Corte Suprema sobre esta cuestión, el 29 de febrero de 2000.
Todos los escollos que el presidente de Boca consiguió superar en el terreno jurídico para mantener en actividad al Fondo, sin embargo, no resultaron suficientes cuando se trató de que generara la rentabilidad anhelada. La sanción de la ley 25.063, que modificó el impuesto a las Ganancias, gravó los activos financieros con hasta un 35 por ciento sobre las utilidades. Ese fue el porrazo que dejó por el suelo la inversiónazarosa de un grupo de empresas y personajes acostumbrados a apostar en la Bolsa y, la afectiva, un tanto más pasional, de aquellos socios o hinchas boquenses que rompieron el chanchito para adquirir una cuotaparte a 100 pesos.
El inversor que pagó aquella suma, si hubiera vendido su participación del Fondo allá por marzo de 1999, habría embolsado por cada 100 pesos hasta 140. Con el tiempo, la cotización se desplomó hasta casi los 70 pesos. Y, de no haber sido porque el 14 de agosto del año pasado se liquidaron unos 11.187.720 dólares –un 90 por ciento del capital suscripto inicialmente– entre los cuotapartistas, ese dinero habría sido alcanzado por la pesificación y la reprogramación de los depósitos. El infierno tan temido que no se concretó por un puñado de meses.
Sin embargo, no todo el dinero se salvó del corralito. Al 30 de junio pasado, 3.330.914,20 pesos fueron reprogramados en cuatro plazos fijos colocados en el Banco General de Negocios, el Francés, el Banco de Valores y la Banca Nazionale del Lavoro.
Además, sobre el fondo pesaba un embargo preventivo emitido el 27 de septiembre del año pasado por el Juzgado Federal Nº 6, a pedido de la AFIP y por una diferencia en el impuesto a las Ganancias correspondiente a 1999 que los inversores decidieron pagar con el dinero de los plazos fijos. De acuerdo con el último balance trimestral del fondo –al 30 de junio de este año–, aún quedan cuentas a pagar: Boca (221.175 pesos), honorarios de la sociedad gerente (81.842,86), honorarios de la sociedad depositaria (48.000) y gastos de gestión de La Xeneize (37.081,87). Las situaciones planteadas abonan la tesis de los partidarios de la iniciativa bursátil: “Boca ganó más que el fondo”, sostienen. Y se apoyan también en las dificultades para colocar a los cinco futbolistas sobre los que todavía poseen los derechos económicos.
Los críticos de esta experiencia que, en la Argentina, ya intentaron imitar sin éxito Talleres y Belgrano de Córdoba, que exploraron Racing e Independiente y en Sudamérica sólo adaptó Alianza Lima de Perú, piensan que Boca será garante de los jugadores sin chances de ser transferidos. Se basan en que el club –de acuerdo con lo que fija la curiosa cláusula de retrocesión– debería indemnizar al fondo por jugadores que quizá no utilizará jamás, a excepción del Mellizo Guillermo.
Sea como fuere, Boca les pagó el sueldo, los premios y las suculentas primas, y les elevó la cotización por el peso y la historia de su camiseta a los catorce futbolistas que formaron la cartera del fondo. Palermo se convirtió en goleador pero, además, en un activo, los cuotapartistas definieron en asamblea qué hacer con La Paglia o Barijho y no la Comisión Directiva y hasta un comité asesor de inversiones adoptó decisiones como si se tratara de un gobierno paralelo al que encabeza Macri. En efecto, parecería que el fútbol dejó de ser un asunto que deba quedar reservado a un puñado de dirigentes amateurs. Se trata de algo más complejo y, aun en los delicados tiempos actuales, de un filón atractivo. Aunque se trate de pagar un 35 por ciento más en impuestos, sufrir por el dinero transformado en bonos y no saber qué hacer con un grupo de jugadores devaluados.

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Los aceitados contactos del presidente de Boca, Mauricio Macri, mantuvieron con vida al Fondo.
Con Walter Samuel y con Martín Palermo (foto inferior) se hicieron los mejores negocios.
 
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