ECONOMíA › MAGRA VENTAJA POR LA APERTURA COMERCIAL DE EE.UU.

Ellos sólo piensan en sí mismos

 Por Cledis Candelaresi

Desde el 18 de agosto pasado y hasta el 1º de julio del año próximo, quince productos argentinos –básicamente cueros– pueden ingresar en el mercado estadounidense libre de aranceles, amparados en el Sistema Generalizado de Preferencias. El embajador norteamericano James Walsh celebró el hecho como la prueba de que Argentina es tratada como un país “aliado y amigo”. La Cancillería local, al mismo tiempo, la considera como una gracia con la que la administración de George Bush trata de compensar su renuencia a otorgar un auxilio financiero. Sin embargo, el gesto estadounidense es tan leve como magra la ventaja económica para el país.
La proclama de Bush tiene casi un valor simbólico y ha requerido una contrapartida importante: que Argentina acceda a modificar su legislación de Propiedad Intelectual, de modo tal que los laboratorios estadounidenses puedan cobrar royalties. Muchos de estos cambios ya fueron acordados entre los dos gobiernos y ahora, según aclaró ayer el vicecanciller Martín Redrado, quedarán plasmados en un proyecto de ley que el Poder Ejecutivo enviará al Congreso.
Por tener normas poco generosas hacia los laboratorios extranjeros -autores de las fórmulas que dan origen al cobro de patentes–, en 1997 Estados Unidos excluyó a 117 posiciones arancelarias argentinas del Sistema Generalizado de Preferencias. Se trata de un régimen discrecional, denominado por ello “política del príncipe”, por el cual el Presidente puede favorecer a una serie de productos extranjeros con la eliminación de aranceles para ingresar en el mercado norteamericano.
Bush anunció que una serie de bienes argentinos serían favorecidos con el SGP, fundamentalmente cueros, colorantes, sorgo y maíz entre ellos, productos que representan ventas al difícil mercado norteamericano por 120 millones de dólares anuales. Pero la nómina no incluyó ni uno solo de los productos que fueron excluidos del Sistema a raíz de la sanción comercial, y ninguno de aquellos que más pugnan por perforar las fronteras del Primer Mundo.
Ni siquiera los curtidores, principales beneficiarios del favor que acaba de otorgar Bush, festejan con demasiada algarabía. Según explicó a Página/12 una fuente del sector, la decisión es promisoria como “cambio de tendencia”, aunque la eliminación de un arancel que en promedio no supera el 3,5 por ciento seguramente no significará ningún boom de exportaciones. Por el contrario, lo que verdaderamente beneficiaría a la industria de cueros es que Estados Unidos admita el ingreso de manufacturas como calzados u otros productos con más valor agregado y, fundamentalmente, de carnes.
Las restricciones para ingresar en los mercados estadounidense y europeo, que no sólo imponen barreras a las importaciones cárnicas sino que subsidian a sus productores de ganado, explican en parte que la faena en la Argentina haya caído de los 16 millones de toneladas a los 12 millones actuales. Y lo que más ayuda a los curtidores es la disponibilidad de la materia prima.
Pero cualquier funcionario del ministerio de Carlos Ruckauf puede decir que las nuevas posiciones ingresadas en el SGP son apenas el comienzo de una historia feliz. Básicamente, porque prueba el ánimo de levantar una sanción, aunque lo haga con una gradualidad exasperante y sin descuidar un centímetro sus propios intereses. Aun así, quesos y dulces de leche argentinos estarían en la nómina de los próximos beneficiarios. Bush analizará en “sólo cinco meses”, en lugar de un año, si los incluye o no en el SGP.

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