ECONOMíA › CLAUDIO KATZ

“Estamos aislados como nunca por pagar la deuda”

Refutando eso de que un economista no puede ser de izquierda, forma parte de un grupo de profesionales socialistas. Explica por qué hay que romper con el Fondo, qué falta para poder y cuál es la opción: miseria para años.

 Por Susana Viau

Es un clásico que los marxistas serios tienen conocimientos de economía, pero que los economistas son, por definición, patrimonio de las derechas. Entre tantas cuestiones que los acontecimientos del 19 y 20 de diciembre pasado echaron por tierra, está el segundo enunciado. Incitado por esas movilizaciones, un puñado de economistas con partido y sin partido pero bajo la común definición de “socialistas”, resolvió poner en primer plano las coincidencias en los diagnósticos y la confluencia en las alternativas. Formaron el EDI, Economistas de Izquierda. Claudio Katz, docente, militante durante ocho años de una corriente trotskista a la que ya no pertenece, es uno de sus rostros visibles. Didáctico y amplio, tiene claro lo fundamental: que la economía es un subordinado de la política. Página/12 habló con él largamente y no sólo de los temas que hoy ocupan la portada de los diarios. También de las cuestiones que están en el corazón de los debates que mantienen asambleas y grupos piqueteros, es decir lo que la crisis produjo y reunió en el terreno del movimiento social.
–No más Ley de Subversión Económica, archivo del juicio a la Corte, suba de tarifas. Siempre faltan cinco para el peso ¿Qué más quiere el FMI?
–El FMI tiene objetivos inmediatos y de mediano plazo. De lo inmediato quedan los amparos, demanda del lobby bancario; frenar la restitución del 13 por ciento; impedir que afiliados a las AFJP vuelvan al Estado y las tarifas. El grupo europeo dentro del FMI es categórico: exigen el aumento. A mediano plazo van a intentar algo más estructural: renegociar la deuda privada. Apuntan, creo, a que se obtenga un alto superávit fiscal (sobre la base del ajuste), que con esos pesos se compren los dólares del superávit comercial –que va a ser muy grande– y con los dólares paguemos la deuda. Argentina está en un default idiota: no paga la deuda privada, pero pagó a los organismos internacionales 4000 millones de reservas este año, el mayor pago de los últimos años. Sobre esto se tejen fantasías: que los banqueros nos van a dar un respiro porque así Argentina se recompone y pueden cobrar. Un banquero no tiene como meta la recuperación del deudor, lo que quiere es cobrar; o que podemos tener una quita que aligere la carga de la deuda. Aún con una quita del 60 por ciento, en diez años de pagar nos encontraríamos en el mismo punto que tres años atrás. La deuda es tan grande, ha desbordado tanto lo racional que o vamos a una estabilización de la miseria por generaciones, o dejamos de pagar y rompemos con el FMI. Esto no vale para cualquier país, en cualquier circunstancia y ni siquiera funcionó siempre para Argentina. “Hoy” es así.
–La factibilidad no depende de la economía sino de la política.
–Una plataforma de este tipo requiere de un poder político capaz de llevarlo adelante. Proponiendo y debatiendo creemos contribuir a construirlo. No pensamos en un plan de gobierno para que nos llame Rodríquez Saá. Pensamos en las múltiples vías de construcción de una fuerza política que en un momento dado dispute el poder. Se produjo una radicalización, un giro a la izquierda, un auge de la militancia. Están las condiciones, la fuerza política aún no se ha corporizado.
–¿La consigna pasó de moralmente justa a políticamente viable?
–Por razones objetivas y de conciencia. Las objetivas: el descrédito del neoliberalismo y del propio FMI, la sensación de que sus recetas llevan a la catástrofe. Desde la propia clase se dice que Argentina está como está porque el FMI se equivocó. Es una atmósfera objetiva de fracaso. Y están las condiciones de conciencia, la intuición de posibilidad que deviene de la crisis latinoamericana: Uruguay, en una situación parecida a la Argentina; Brasil, al borde del default; degradación crediticia en Venezuela y en Colombia. Por otro lado, el argumento clásico de “no aislarnos” fue refutado por la realidad. Estamos aislados comercial y financieramente como nunca y es el resultado de pagar la deuda. Hay una convergencia de razones que tornan receptiva a la población respecto del viejo planteo de la izquierda de no pagar la deuda. Por primera vez.
–El corralito también dio una mano.
–Es quizá el hecho más crudo que haya visto la población argentina –y tal vez la mundial– en los últimos tiempos. La aceptación ideológica de un sistema se basa en fundamentos sólidos y la evidencia de su mentira produce un shock. No es un tema puramente económico: es ideológico. Ha quedado claro que el capitalismo no es sólo un sistema de explotación, lo que es un clásico del debate de izquierda. En los ‘90, el tema de la explotación se desplazó hacia el más contemporáneo de la exclusión. Pero como explotación o como exclusión el capitalismo se discutió en el terreno de su relación con el trabajo, nunca en el plano de la expropiación directa. La expropiación siempre ha sido indirecta, inflacionaria, y su matriz propia del sistema capitalista no es claramente visible, es indirecta, no es un shock, es un proceso de largo plazo. Que los precios aumenten y eso sea un mecanismo de expropiación hace falta explicarlo. Con el corralito no tengo que probar que un banquero expropió a un pequeño ahorrista, no tengo que demostrar nada. El carácter expropiatorio de esta crisis dio un curso acelerado y brutal de lo que es el capitalismo.
–¿Qué cree el EDI que sucederá respecto de las privatizadas?
–Están empeñadas en un aumento de tarifas con argumentos inaceptables. Han maquillado los balances y es público que se apropiaron del 50 por ciento de las ganancias, aumentaron las tarifas 3 y 4 veces por encima de las internacionales y remesaron al exterior el 73 por ciento de sus ganancias. Sólo con estos tres datos, el aumento es inadmisible aún cuando les concediera como verdad que han sufrido pérdidas desde la devaluación. Creemos que lo que viene es un doble proceso de aumento de tarifas y deterioro de los servicios, un deterioro inexorable; servicios muy malos y muy caros. Y si las empresas dejan de ser negocio se las tirarán al Estado. O sea, una reestatización a pura pérdida. Es el caso ya de Yacimientos Carboníferos Fiscales o de Azurix en la provincia de Buenos Aires. Empresa que quiebre será devuelta al Estado hecha pedazos. Por eso planteamos reestatizar antes y no después. No debe ser el resultado de una empresa vaciada, debe hacerse cuando todavía funciona, anticipándose a los hechos. Y tiene que ser reestatización porque empresas de esa dimensión, en mi opinión, no pueden funcionar sino por vía de una nueva gestión estatal. Las que han ganado y magnificado sus ganancias son las privatizadas que exportan, el caso de YPF-Repsol que no sólo exporta crudo a partir de reservas que ya existían sino que tiene el beneficio de mantener las divisas en el exterior.
–¿Y qué pasa con las deudas que tienen contraídas?
–Para el EDI ni se contempla la indemnización por una razón básica: sólo sería discutible si no hubiera violación del contrato. Pero las privatizadas han violado los contratos originales de modo tan flagrante que dejan sin base jurídica el reclamo de indemnización. Tenemos discrepancias con otras corrientes progresistas que postulan una renegociación “positiva” de los contratos. Acá los contratos se renegocian todo el tiempo; renegociar no introduciría un hecho novedoso. Además, renegociar es aceptar el fundamento de la privatización.
–Para el EDI la disyuntiva es sopa o socialismo.
–Acá se aplicó un neoliberalismo fanático, con las privatizaciones más privatistas y las aperturas más abiertas que en ninguna parte. Exageración y convertibilidad tuvieron que ver con la crisis, pero otro tanto incidieron el pago de la deuda y el altísimo grado de transnacionalización de la burguesía local. Si esto último es así (y yo lo creo), si no cumple ningún rol no se puede pensar en un proceso de transformación asociado a la burguesía nacional o sustituyéndola; es absurdo plantear una alianza porque no se hacen alianzas con lo que no existe. Y menos sustituirlo. Si no existe ese sector social ¿qué significa un proyecto estratégico no socialista? Al discutir el modelo, discutimos esto. No tanto el debate un poco talmúdico de si las causas de la crisis fueron el déficit fiscal, la convertibilidad o la apertura. Una crisis de este tipo no se explica por un componente de política económica. Argentina tuvo un tipo de cambio altocon Martínez de Hoz, apertura comercial con Martínez de Hoz, la desindustrialización empieza hace 25 años. Hay que ser cuidadosos en esto de buscar las causas en una peculiaridad del modelo neoliberal.
–Hay quienes sostienen que lo que ya no existe es la clase obrera
–El sistema capitalista mundial sigue basado en millones de trabajadores a los que se les extrae plusvalía. Incluso con este nivel de exclusión y desempleo el sistema funciona en torno al empleo, no al desempleo. Yo no adscribo a las teorías de que el agente de la transformación social fue sustituido, ya no es el trabajador sino una multitud, como en el caso de Toni Negri; o a las de Holloway, donde nunca está claro quién es el sujeto porque tampoco se define qué tipo de transformación se propone. El marxismo define a la clase trabajadora en un sentido amplio, los asalariados, la clase obrera, una masa de empleados. La transformación social sólo es posible mediante un sujeto transformador y ese sujeto debe tener la fuerza movilizadora y la capacidad de actuar sobre los resortes de la vida económica. ¿Si quiero reestatizar YPF quién lo va a hacer? ¿Cuál es el recurso humano capaz de gestionar una empresa? Es inimaginable una transformación sin ese sujeto, sin aquellos para quienes su fuente de sostenimiento es el salario. Yo apuesto al socialismo. Quizás me equivoco pero debo ser interpelado por ese proyecto ¿Qué es socialismo? La respuesta no es fácil, pero la pregunta me obliga. No puedo contestar que lo veré caminando o preguntando. Hay que discutir con honestidad. Los que somos socialistas carguemos con lo negro y lo blanco del socialismo y los que son anarquistas deben cargar con lo negro y lo blanco del movimiento anarquista. Están en boga esas utopías divorciadas de la captura del poder político. Yo no conozco antecedentes históricos de algo semejante.

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