ECONOMíA › BUSCAN QUE EL DOLAR SIGA CARO PERO LOS ALIMENTOS SE ABARATEN

Ahora la meta es bajar la canasta

El Gobierno amenaza con elevar las retenciones para reducir el costo de la cesta básica de consumo, o al menos impedir que vuelva a encarecerse. Pero antes de llegar a tanto procuraría tejer acuerdos con grandes proveedores de harinas o aceites, ofreciéndoles algunas ventajas impositivas.

 Por Julio Nudler

No hay mejor forma de empezar un año que plantearse algunos objetivos contradictorios, según parece entenderlo el Gobierno. En los últimos días, éste admitió, por un lado, su preocupación por la carestía de un conjunto de alimentos, que procuraría abaratar –según trascendió– mediante algunas medidas sobre el tipo de cambio efectivo que rige para exportarlos e importarlos. Pero, por otro, es estrategia oficial impedir que el enorme superávit comercial –que se habría aproximado a 17 mil millones de dólares en el conjunto del 2002– acentúe la baja del dólar, pese a que ese repliegue podría ayudar a abaratar los productos de la canasta básica cuyo encarecimiento preocupa. Por tanto, los estrategas duhaldistas tienen que encontrar la manera de que el dólar siga muy caro, pero que, a pesar de ello, el poder adquisitivo salarial no se resienta. No es un desafío sencillo.
Mientras tanto, una proyección oficial vaticina para el nuevo año un crecimiento del 15 por ciento en las exportaciones, que se lograría en buena parte por el esperado ascenso en el precio mundial de diversos alimentos que vende la Argentina. Así lo predice el Centro de Estudios para la Producción, que depende de la Secretaría de Industria, Comercio y Minería. Sin embargo, este pronóstico optimista encierra una amenaza de mayores subas en los precios internos de diversos consumos esenciales, como reflejo de su firmeza en otros mercados.
Esto le presenta a la conducción económica una disyuntiva complicada. Si quiere alentar la expansión de las exportaciones, consideradas un motor esencial para la reactivación, debe abstenerse de castigarlas con mayores retenciones u otras trabas. Pero exportaciones en auge, con cotizaciones externas en alza, tenderán a remontar el costo de vida más arriba aún de donde ha llegado, que no es poco. Por tanto, habría que pensar, atendiendo al bolsillo popular, en quitarle alguna rebanada adicional al dólar exportador.
Esta posibilidad está siendo agitada en principio como una amenaza, apta quizá para predisponer a los productores a tejer con las autoridades acuerdos de abastecimiento del mercado interno, en condiciones específicas para éste. La idea es intentarlo en sectores de oferta concentrada, como los de harinas o aceites. Una solicitada del Centro Azucarero Argentino, publicada el martes, intenta atajarse ante eventuales medidas: admite que el azúcar subió 120 por ciento en las góndolas durante el año pasado, pero sostiene que, en dólares, el kilo bajó de 59 a 38 céntimos. Por desgracia, así medida, esta reducción del precio no le dice mucho al consumidor argentino, cuyo ingreso, también en dólares, se resintió muchísimo más.
De cualquier forma, antes de poner en marcha alguna política concreta, el Gobierno deberá aunar criterios, o al menos su discurso. Anteayer, el presidente Duhalde afirmó que se proponen conseguir una baja “paulatina” del dólar para evitar “sobresaltos”. Más allá de que nadie se sobresalta cuando el dólar baja (los sustos sobrevienen preferentemente cuando sube), no es de ninguna forma la intención del Ministerio de Economía permitir que el tipo de cambio continúe descendiendo, ni siquiera gradualmente. Relajar el control cambiario, para desbloquear así la demanda de dólares, es la estrategia que ya comenzó a aplicarse con ese propósito.
Y de nuevo la contradicción. El fisco decidió asociar sus ingresos al dólar alto y a la inflación a través de varios impuestos “distorsivos”, cuya recaudación se resiente si el peso se fortalece y los precios internos se estabilizan. Por tanto, Hacienda tiene intereses exactamente opuestos a los de la población, cuyo nivel de vida fue aplastado por la devaluación y su traslado –por suerte parcial– a los precios locales.
A pesar de todo lo dicho, en Economía aseguran que fue Roberto Lavagna quien en una reciente reunión del gabinete nacional planteó el encarecimiento particularmente pronunciado de la canasta básica de consumo, y sugirió la necesidad de tomar medidas para abaratarla. Eduardo Duhalde habría ordenado darle máxima prioridad al tema, que podríatraducirse en anuncios en las próximas semanas. En principio se mencionó la posibilidad de reducir algunos impuestos y aumentar las retenciones, descartándose de plano cualquier control de precios. Todo dentro de la ortodoxia, nada fuera de ella.

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Al Gobierno le preocupa el encarecimiento de los alimentos.
El problema es el auge de exportaciones de esos mismos productos.
 
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