ECONOMíA › DE LA ALEMANIA NAZI A MOSCU, PASANDO POR IRAK

La guerra de los capitales

 Por Julio Nudler

Permitir el libre flujo de capitales no favorece el crecimiento de un país. Prueba de ello son China e India, dos economías en rápida expansión, que aplican duros controles a los movimientos financieros. Al revés, muchos países africanos son muy liberales en la materia y no por ello atraen ni un penique. Mientras que una sensata apertura comercial es buena para el desarrollo, con el mercado de dinero no sucede lo mismo. Esta es la principal conclusión de un flamante trabajo de Harold James, de la Universidad de Princeton, de cuya lectura surge que el fervor neoliberal por el libre flujo de capitales, incluido en la receta del Consenso de Washington, ya pasó de moda. Mientras tanto, la Argentina desmonta los controles cambiarios que impuso el año pasado, pero pensando a la vez cómo desalentar y hasta penalizar el ingreso de dinero caliente.
Francia utilizó a comienzos de los ‘30 las transferencias especulativas para sabotear la proyectada unión aduanera entre Alemania y Austria. Luego Hitler se valió de igual arma para minar la capacidad militar francesa. La idea ya había sido usada: provocándole a un país salidas de capital se le generaban problemas fiscales que lo obligaban a reducir su presupuesto de defensa. Más tarde, la Alemania nazi y otros regímenes centroeuropeos antisemitas acusaron a los judíos de fugar capitales e impusieron barreras a la salida. Algo similar hicieron hace pocos años Indonesia y Malasia, responsabilizando a la minoría étnica china.
¿Por qué fluía el capital financiero hacia Rusia en los ‘90? Porque se suponía que, con tanto armamento nuclear, Occidente rescataría a Moscú de cualquier colapso. Este privilegio otorgado por la posesión de arsenales nucleares no pasó inadvertido para India y Paquistán, siendo una de las varias razones de su carrera armamentística. La renovada vinculación entre el régimen para los capitales y la seguridad, común en los ‘30 y otra vez desde los ‘90, quedó evidenciada como nunca cuando, luego de obtener su ingreso a la OTAN, la República Checa vendió todas sus reservas de oro. Ya no las necesitaba más. Contaba con un seguro de otra naturaleza.
Ahora, tras la invasión de Irak por EE.UU. y Gran Bretaña, la cuestión da otra vuelta de tuerca: Washington pretende castigar a quienes financien a países de su lista negra, además de reclamar que importantes acreedores de Bagdad, como Rusia, Alemania y Francia, le condonen la deuda, lo cual funcionaría a la vez como sanción a Moscú, Berlín y París por haberse opuesto a la agresión nglonorteamericana. Por otro lado, con la idea de que el libre e incontrolado flujo de fondos a través de las fronteras puede financiar actividades terroristas, las potencias centrales tienden barreras y aplican filtros, con lo que la liberalización de los mercados de capitales, pregonada en el apogeo de laglobalización financiera, cede ante otras prioridades, especialmente de Estados Unidos.
De todas formas, tras la crisis asiática estallada en 1997, el FMI empezó a admitir que antes de abrir su mercado de capitales, los países emergentes debían desarrollar sólidos sistemas financieros. Pero casos como el argentino demostraron que estos sistemas, por su exiguo tamaño en relación a las inmensas masas líquidas en movimiento, no remedian nada. James advierte, sin embargo, que la imposición de controles al ingreso de fondos puede decidirse, no para reducir la volatilidad, sino para elevar el costo del capital y así satisfacer los intereses de las elites rentísticas. ¿Será el caso argentino?

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