ECONOMíA › OPINION

El cambio es lo único permanente

Por Rafael A. Bielsa *

En toda sociedad democrática son deseables la opinión y la crítica. Pero menos, cuando sólo se hacen cargo de una porción de la realidad. Desde esta perspectiva, quiero referirme a las siempre estimulantes reflexiones de Julio Nudler, quien en su artículo del sábado 27 de septiembre (“Cancún tronó, pero la alarma sigue”) reedita una rancia polémica, y postula la elección de un sector productivo nacional como “prenda de cambio” en las negociaciones internacionales. No me queda otra opción que cuestionar la óptica.
Cuando elaboramos las estrategias de defensa de nuestros intereses nacionales, tenemos presente que la Argentina no debe ni necesita optar por un sector en particular. Precisa negociar en procura de un objetivo único, que abarque a toda la sociedad: aumentar el acceso de la producción nacional al mundo.
La oposición que Nudler plantea en su artículo es un falso dilema, que se aleja del modo como nos sentamos a la mesa de negociación. Los responsables del diseño de políticas hemos cambiado aquella visión tradicional (“un país de una sola oferta”) y hoy, a diferencia del pasado, nos presentamos como un país con intereses múltiples y no excluyentes.
En el marco multilateral, una de nuestras prioridades es disminuir el efecto pernicioso del proteccionismo agrícola. Esta es la llamada “Agenda del Desarrollo”, que busca corregir el sesgo en contra de los intereses de países emergentes en el comercio mundial, a partir de la liberalización de los sectores de nuestro interés, como agricultura, industria y textiles.
En relación con el acceso a los mercados para bienes industriales, procuramos la eliminación de aranceles, incluyendo la reducción o la eliminación de los llamados “picos arancelarios”, suprimiendo aranceles elevados y la progresividad arancelaria, así como el resto de las barreras que restringen el ingreso de los bienes argentinos a los mercados internacionales.
¿Cómo logramos esto? No nos opusimos a que las reducciones arancelarias se realicen aplicando una fórmula, pero sostuvimos que el nivel de ambición contemplara el principio de reciprocidad no plena, con un parámetro mayor para los países en desarrollo. Esto nos aseguró que cualquier concesión (reducción tarifaria) no perforara los aranceles que efectivamente aplicamos en la actualidad. De hecho, ninguna propuesta efectuada por nuestro país erosiona la protección efectiva que hoy posee la industria, y así, cualquier resultado se traducirá en ganancias netas para nuestro país.
La formulación de dichas propuestas se realizó con la inédita participación de los sectores productivos nacionales. Nunca antes, como en esta oportunidad, el sector empresario se involucró en el diseño y en la ejecución de la estrategia para las negociaciones comerciales argentinas, y así, cuando los negociadores salimos a plantear nuestras demandas, lo hacemos representando los intereses de todos los sectores argentinos. Es un modelo de gestión inédito, como acaba de reconocerlo la Unión Industrial Argentina.
La innovadora interacción público-privada no se gestó sólo para Cancún ni se agota en dichas negociaciones. Con la finalidad de favorecer la interacción con las empresas, pusimos en marcha el Programa de Desarrollo de Comercio Exterior, que aprovecha esta sinergia complementando acciones entre la Cancillería y los principales exportadores argentinos y cámaras que agrupan a pymes. El programa está integrado, en su mayoría, por empresas industriales, con mecanismos de cooperación que involucran funcionarios públicos en las operaciones de exportación, trabajándose también en la articulación entre grandes empresas exportadoras y firmas de menor tamaño, con potencial exportador, a fin de generar un efecto multiplicador.
Iniciativas como éstas reemplazan la antigua filosofía de “suma cero” –basada en la existencia de intereses contrapuestos entre diferentes sectores– por nuevos esquemas de asociación entre privados, en los que todos ganan, lo que constituye un aporte a la reconstitución positiva de distintos sectores productivos.
Hablemos del ámbito regional. El Mercosur, verdadera política de Estado para los socios, es una potente herramienta para multiplicar las posibilidades de apertura de la Argentina, dado que permite alcanzar escalas donde la producción se torna más competitiva. El nuevo desafío es fomentar la integración y la especialización productiva entre industrias de los distintos países, para lo que hemos dispuesto modelos de complementación industrial, fomentando acuerdos entre empresarios privados que promuevan mayores niveles de especialización en determinados eslabones de una misma cadena de valor. Estas acciones se encauzaron en el Programa de Foros de la Competitividad, que involucra, en esta primera etapa, a los sectores automotor, textil y confecciones, madera y muebles y otros.
En el marco de la nueva política comercial argentina, que abrió varios escenarios de negociaciones que se retroalimentan entre sí –Mercosur Perú, Mercosur-Comunidad Andina de Naciones, Chile, México, India, Sudáfrica, birregional con la Unión Europea, Hemisférica con el ALCA, China–, los brindados son unos pocos ejemplos de un modelo de gestión que, a través del fortalecimiento de nuestra posición negociadora, ya mostró resultados concretos en términos de aumentos de nuestras exportaciones. Basta señalar el caso del sector automotriz, donde los acuerdos bilaterales celebrados con México y Chile permitieron incrementos de las ventas de automotores en un 29 por ciento y un 47 por ciento, respectivamente, abriendo a la industria un nuevo mercado de más de u$s 400 millones anuales.
Veamos otro sector. En servicios, buscamos ampliar el acceso a los mercados y participar activamente en la elaboración de nuevas reglas para el comercio de servicios y su vinculación con los avances tecnológicos –por ejemplo, nuevas reglamentaciones para el comercio electrónico– a fin de promover la mayor eficiencia en la prestación de los diferentes servicios comercializados. Ello apuntó a incorporar en la negociación a las industrias creativas.
En suma, bregamos por la defensa de los intereses de la industria, tanto como en el resto de los sectores productivos de nuestro país. Nuestra preocupación para que la industria nacional salga a ganar más mercados, sin embargo, no debe confundirse con acciones orientadas a impedir que entren nuevas industrias. El interés nacional no puede ya ser sinónimo de proteccionismo puro y duro, sino que debemos enfocar las estrategias en el logro de una participación mayor en la producción y la exportación de los bienes necesarios de una economía en expansión.
El comercio internacional es la única fuente realista de obtención de divisas. Por ello, hemos trazado el camino de una apertura razonada de los mercados –aquella que permite la integración de nuestros sectores productivos con los países que deciden abrirse a nuestros productos– como uno de los elementos centrales para combatir la pobreza, la marginalidad y el estancamiento. Perseguimos una integración basada en la interacción diferenciada y productiva con el mundo, para brindar beneficios concretos en términos de mayor bienestar para nuestros ciudadanos.
Por eso, más que levantar tapias nos interesa alzar puentes.

* Canciller de la República Argentina.

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