ECONOMíA › OPINION DE UN EX CONSULTOR DEL FMI

Por qué conviene

Por Marcelo Zlotogwiazda

“Todos se hacen las si-guientes dos preguntas: 1) ¿la operación será exitosa, es decir aceptada por al menos 75-80 por ciento de los acreedores?; 2) ¿les conviene a los acreedores aceptar? Mi respuesta a las dos preguntas es sí”, afirma convencido Nouriel Roubini, uno de los economistas internacionales más mediáticos y prestigiosos, que fue asesor de Bill Clinton, consultor del Fondo Monetario Internacional y que actualmente enseña en The New York University.
Aunque los primeros resultados parciales de aceptación son poco auspiciosos, en un reciente paper dedicado al canje de deuda argentino Roubini se muestra muy optimista y se podría decir que lo fundamenta con más convicción que el propio ministro de Economía, Roberto Lavagna, que no se arriesga a decir en público otra cosa que el latiguillo “hay que escuchar a los mercados”. Además de pronosticar un rotundo grado de aceptación, incluso mayor que la moderada expectativa oficial, el enrulado economista argumenta en contra de cada una de las principales objeciones que se plantean en contra de la estrategia del gobierno argentino.
A los muchos que sostienen que no habría que aceptar una quita del 70 por ciento a un país que le está yendo bien y que debería y podría pagar más, Roubini les retruca: “La Argentina no puede soportar pagar más de lo que ofrece. Es necesario notar que aun si el canje prospera, el país se va a quedar con una deuda pública equivalente al 80-90 por ciento de su Producto Bruto Interno, lo que significa que necesitará para pagar intereses un superávit primario del orden del 4 por ciento del PBI durante las próximas décadas, lo que ya es demasiado y lo máximo tolerable social y políticamente”.
Roubini dice que es ilusorio y equivocado pretender que la quita sea del orden del 35 por ciento, más parecida a lo que recortó, por ejemplo Rusia. En primer lugar porque Rusia no sufrió “la magnitud del colapso económico y de crisis social como la Argentina”. A lo que agrega un clásico argumento economicista: “Por qué los acreedores habrían de aspirar a cobrar el 65 por ciento de títulos que a lo largo de años cotizaron alrededor de 28-30 por ciento. ¿Los mercados son acaso estúpidos, que no reflejan la capacidad de pago?”, ironiza.
Roubini después les responde a los que se quejaron de que la Argentina no negociara y presentara la oferta de manera unilateral. Según él, en los casos que pueden tomarse como antecedente (Pakistán, Ucrania, Ecuador, Uruguay), “los deudores nunca negocian: contratan a asesores para que realicen sondeos y una vez hecho ese tanteo realizan la oferta al modo de tómalo o déjalo”.
Luego se las agarra con los que señalan que no hay que aceptar para no sentar un mal precedente que empuje a otros países a defaultear. Y los despacha enseguida: “La Argentina demostró que defaultear es muy costoso. De otra forma, por qué acaso no se vio a Brasil o a otros países seguir el ejemplo argentino?”.
Roubini también polemiza con los que protestan porque a los organismos internacionales se les sigue pagando sin quita. Si bien él es muy crítico de la labor del FMI, defiende que se lo considere un acreedor privilegiado porque “presta cuando otros no lo hacen y a tasas subsidiadas”.
Dirigiéndose exclusivamente a los acreedores involucrados en países que atravesaron crisis financieras les dice: “Si ustedes estuvieron de acuerdo en que el Fondo intervenga en socorrer a México, Corea, Turquía y Brasil en la década pasada, no se quejen de cuando, como en la Argentina, su intervención no alcanza para salvar a todos. ¡Sean adultos!”, los reta.
Al único que critica con nombre y apellido es a Adam Lerrick, un economista que cobra suculentas comisiones por representar a algunos acreedores y que, obviamente, objetó la oferta argentina en varias columnas en diarios especializados. Roubini lo ataca de manera despiadada: además de enrostrarle su “falta de reputación académica”, lo acusa de “carecer de honestidad intelectual”, y califica sus escritos como “basura”.
“¿Y las pobres abuelitas italianas que quedaron entrampadas, no es acaso injusto el trato con ellas?”, se pregunta Roubini. Y responde: “Si como indican algunos trascendidos el único grupo que no aceptaría mayoritariamente el trato son los tenedores italianos, sería muy tonto de su parte, y deberían luego demandar a sus representantes si por consejo de ellos lo rechazan”. Todo porque, según él, quedarse afuera no es lo conveniente: “Litigar es costoso, la probabilidad de éxito es baja, y aun si se gana un juicio el perdedor puede no pagar”.
“En resumen –concluye–, es hora de cerrar este triste capítulo del canje de deuda argentino aceptando la única oferta posible.” Y aclara que si bien “los acreedores tienen el derecho de esperanzarse con que la oferta sea endulzada un poquito con un pago cash de 2000 a 3000 millones de dólares, eso no haría ninguna diferencia significativa: aumentaría el cobro 2-3 centavos por dólar”.

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