ECONOMíA › LA UIA LE DIRA A LAVAGNA QUE NO LO DEJE BAJAR POR LA INFLACION

La obsesión es cuidar al dólar

Roberto Lavagna recibirá mañana a la Unión Industrial Argentina. Los empresarios van a pedirle que no sacrifique la cotización del dólar para calmar las expectativas inflacionarias. En Economía admiten que podría ocurrir, si no hay más remedio.

 Por David Cufré

Roberto Lavagna tiene agendada para mañana una reunión con la cúpula de la Unión Industrial Argentina. El ministro accedió rápido a la entrevista al advertir el apuro de los empresarios por escuchar sus palabras tranquilizadoras. Como a todo el mundo, los crujidos de la inflación alarmaron a los hombres de la central fabril, pero a ellos por un motivo adicional: temen que la variable de ajuste para frenar las expectativas de suba de precios sea el tipo de cambio.
Los industriales enfatizan que el dólar a 2,90 no tiene ninguna responsabilidad por el aumento del costo de vida. Ellos mismos dicen estar convencidos de que el Gobierno comparte su visión. Sin embargo, les preocupa que se instale la idea de que el precio del billete verde presiona sobre la inflación y que el Ejecutivo, en medio de la campaña electoral, termine por aceptar una caída de su cotización.
La reaparición mediática de economistas que defienden los intereses del capital financiero y de las compañías transnacionales, como Jorge Avila (CEMA) o Daniel Artana (FIEL), puso nervioso a más de uno en la UIA. Allí dicen, con algo de paranoia y algo de realidad, que esos sectores están al acecho para hacer trastabillar la base de la política económica –el dólar alto– en cuanto se les ofrezca una oportunidad. El inesperado recalentamiento de precios sería la excusa perfecta.
“Muy pocos les creen a los Llach, Broda o Melconian cuando dicen que hay que bajar el dólar porque los salarios en esa moneda quedaron muy deprimidos. Todos saben que los sueldos nunca fueron su preocupación, salvo para achicarlos. Pero si logran imponer la idea de que el dólar trae inflación, estamos perdidos”, interpretó un industrial, mientras trituraba el capuchón de su lapicera, en diálogo con Página/12. Ese es el mensaje que los directivos de la central fabril transmitirán a Lavagna, con la esperanza de que el ministro les ratifique que el tipo de cambio no se toca.
Las empresas con casa matriz en el extranjero, como bancos, privatizadas o grandes industrias, podrían remitir más divisas si el dólar redujera su cotización. También habría más recursos para pagar deuda en esa moneda. Por eso el FMI apoya una caída del dólar. Sin embargo, su principal argumento es que serviría para controlar la inflación. Por ahora, el Gobierno desoyó su consejo-reclamo y confirmó las intervenciones del Banco Central para sostener el valor de la divisa.
Cerca de Lavagna dicen que una retracción de la moneda estadounidense no tendría ninguna incidencia “real” sobre la inflación. Los actores económicos fijaron sus precios cuando el dólar estaba a 3,60 y no los bajaron pese al repliegue hasta los actuales 2,85/2,88. “Los precios son inflexibles a la caída del dólar”, señalaron a este diario desde el Palacio de Hacienda. También remarcaron que la cotización actual aporta recursos a través de las retenciones a las exportaciones y favorece el desarrollo de los sectores productivos.
Sin embargo, en Economía tienen una línea de razonamiento que los lleva a concluir que, si no hay más remedio, deberán deslizar el tipo de cambio un escalón más abajo, hasta el rango 2,75/2,80. No es lo que quieren, pero no lo descartan. Los industriales lo suponen y por eso irán a ver a Lavagna, para hacer lobby en contrario.
De acuerdo a la opinión del equipo económico, no existen problemas estructurales que justifiquen una disparada de precios. A diferencia de la década del ’80, no hay déficit fiscal ni cuasifiscal, no hay emisión espuria y, aunque suene feo, ni siquiera hay altos niveles de ocupación. En aquel contexto, las expectativas inflacionarias se montaban sobre una base real. Ahora, “el único problema son las expectativas”, según la versión oficial.
Sobre la base de ese diagnóstico, la receta que seguirá Lavagna es la de aplacar todo hasta que aclare. Por eso no quiere aumento de jubilaciones, apunta contra las subas de sueldos que estima desmedidas y envía señales más simbólicas que reales contra los empresarios que aumentan sus precios, como hizo la última semana con la industria láctea y con los proveedores de tubos de oxígeno medicinal. El jefe de Hacienda no va a fondo contra los formadores de precios (acero, aluminio, cemento, vidrio, envases, petroquímicos, petróleo, entre los principales) ni promueve políticas estructurales que barran con las acciones monopólicas de los sectores más concentrados, sino que de tanto en tanto aplica un poco de maquillaje.
Pero si el plan falla y el temor a la inflación engendra más inflación, el ministro podría intentar torcer las expectativas con algún retoque en el precio del dólar. Lo importante es preservar el tipo de cambio real, justifican desde Economía. De nada sirve, explican, empeñarse en una defensa tozuda de la cotización nominal si por abajo la inflación va carcomiendo la ganancia de competitividad.
Cualquier cambio, de todos modos, se hará de manera “muy suave”. “Tenemos que ser extremadamente cuidadosos para no afectar las expectativas ni para un lado ni para el otro”, destacan los funcionarios.
Además de la preocupación por la evolución del dólar, los industriales le dirán a Lavagna que se abstenga de aplicar otra solución de corte ortodoxo, como sería promover un enfriamiento de la economía. Dos instrumentos típicos para hacerlo son reducir el gasto público y aumentar el superávit fiscal para absorber pesos, por un lado, y elevar las tasas de interés, por el otro. El ministro dará su respuesta mañana, pero sus colaboradores admiten que un incremento del superávit figura entre las opciones en estudio.

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Roberto Lavagna junto a Paolo Rocca, titular del Grupo Techint.
 
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