ECONOMíA › PANORAMA ECONOMICO

Los ministros pasan, los negocios quedan

 Por Julio Nudler

En la Argentina, los cargos suelen durar poco, pero en ocasiones se los puede aprovechar para conseguir efectos más prolongados. Algo por el estilo ocurrió con el breve paso de Jorge Remes Lenicov por el Ministerio de Economía, donde permaneció menos de cuatro meses, ricos en realizaciones como la flotación cambiaria y la pesificación asimétrica. Como estela de su gestión quedaron instalados en puestos estratégicos, aunque de poco relieve público, desde los cuales pueden controlarse muchos negocios, algunos hombres vinculados al ex ministro o a algunos colaboradores suyos. La premura por colocar gente amiga llegó a tal extremo que, por culpa de una extralimitación que irritó a Eduardo Duhalde, éste emitió en marzo el decreto 491/02, que somete a su autorización todo nombramiento en el Poder Ejecutivo, aunque sea de un ordenanza. Aquel exabrupto presidencial, que está atorando como en un embudo el funcionamiento de algunas áreas clave del Gobierno, fue provocado por el ex secretario de Finanzas, Lisandro Barry, al ubicar como director por el Estado en Repsol-YPF a Raúl Palacio, quien fuera colega suyo en el sucumbido Banco Florencia y al que no se le conocía mayor versación en cuestiones petroleras. Ante la cólera de la Casa Rosada por la inconsulta designación, Remes adujo haber sido puenteado por Barry y destituyó de modo fulminante a Palacio, en el preciso momento en que éste departía con directores españoles de la sociedad. El ex vicejefe de Gabinete con Rodolfo Terragno quedó un tanto desairado.
Otra interesante plataforma de eventuales ganancias es el Fonplata, o Fondo Financiero para el Desarrollo de la Cuenca del Plata, formado por los cuatro países del Mercosur, más Bolivia. Su sede está en Santa Cruz de la Sierra. La Argentina aportó a la institución unos 100 millones de dólares, y desde allí se financia la preinversión de proyectos, con la consiguiente contratación de consultoras, filón siempre atractivo, detrás del cual va todo economista que se precie. Allí hizo pie el cordobés y radical Roberto Mori, quien fue estrecho colaborador de Daniel Marx en Finanzas, pero lo sobrevivió y obtuvo su nuevo puesto gracias a Remes. Mori colocó a su vez a Daniel Vacca Villegas como jefe de Operaciones. Mori tuvo larga permanencia en otro apreciado caladero: el Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE).
Cuando Alieto Guadagni detentaba la secretaría de Industria creó, además del CEP (Centro de Estudios Productivos) una Agencia de Inversiones, evidentemente superpuesta con la Fundación Invertir, de naturaleza mixta. En esa Agencia acomodó Guadagni a Barry, a Carlos Quaglio y a Juan Picasso. Este último fue funcionario de Remes en La Plata, cuando ejercía como ministro de Economía bonaerense. Más tarde fue protagonista de un divertido incidente, que ocurrió cuando Barry, devenido secretario de Finanzas de la Nación, le encomendó manejar los contratos con financiamiento internacional, para lo cual despidió a la economista Silvina Vatnik, sin reparar en que era esposa de Michael Matera, el segundo de a bordo en la embajada de Estados Unidos. Remes, una vez más, quiso desfacer el entuerto, ordenando recontratar de inmediato a Vatnik. Pero llegó tarde: ella ya había sido conchabada por Mario Blejer en el Banco Central. Por otro lado, la relación del ministro con Picasso no fue armónica porque éste no le rendía cuentas, a punto tal que debió ser conminado por escrito para que informara sobre su gestión. En lo referente a Quaglio, especie de operador, se lo conocía como socio de Barry en el llano.
Otra presa tan apetecible como discreta es el IIRSA (no confudir con el IRSA de Eduardo Elsztain y Miguel Kiguel), sigla correspondiente a Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana, nacida en septiembre de 2000 para manejar inversiones con plata del BID, de la CAF (Corporación Andina de Fomento, a la que proyecta integrarse la Argentina)y del Fonplata. Allí el ubicado es Víctor Cófano para encargarse del Comité de Coordinación Política.
Un destino también escasamente conocido exige trasladarse hasta Tegucigalpa, donde tiene su sede el Banco Centroamericano de Integración Económica, una especie de BID en chiquito (aunque no tanto: su capital suscripto asciende a mil millones de dólares), formado por los países del istmo (menos Panamá), y como extrarregionales México, Colombia, Taiwán y la Argentina, incorporada en 1995 con un capital nominal de 55 millones de dólares y efectivo de 14 millones. Ahora se sumaría España con 200 millones. El propósito es conseguir negocios en el área, que importa anualmente por 20 mil millones.
Por resolución del 12 de marzo, impulsada por Barry, Remes designó como director por la Argentina a Carlos Américo Basco. La elección provocó una controversia porque Basco se había acogido en octubre del 2000 a un régimen de retiro voluntario tras desempeñarse por diez años en la Secretaría de Agricultura. Según señaló Basco a Página/12, él comunicó su situación a Barry cuando recibió de éste el ofrecimiento, pero los abogados de Economía habrían concluido que en este caso no lo alcanzaba inhibición alguna porque su sueldo (7000 dólares, más otros 3000 por gastos) corre pon cuenta del BCIE.
En principio, la norma es que quien se acoja al retiro voluntario no puede reingresar por cinco años al Estado bajo ninguna clase de contratación, con o sin relación de dependencia. Así fue establecido por la Jefatura de Gabinete en una Decisión Administrativa del año 2000. Este diario consultó a Eduardo Ratti, secretario Legal y Técnico de Economía en tiempos de Remes, pero confesó no recordar nada del caso Basco. Tampoco tiene presente la previa designación de éste como asesor en la Comisión de Renegociación de Contratos de Obras y Servicios Públicos (léase Tarifas), para colaborar en el tema transporte con José Antonio Chuzo Barbero. En relación con esta tarea en el sector público, los implicados en la presunta irregularidad la niegan con el argumento de que Basco trabajó ad honorem. Además, fue apenas por horas que esta designación se salvó de pasar por las manos de Duhalde.
Como en algunas historietas, por debajo de la anécdota principal, en la que todos se fijan, corre otra, casi subterránea, donde se mueven esas figuras menores y repetidas, que emergen una y otra vez donde hay que estar, siguiendo como cardúmenes las brazadas de algún nadador mayor, experto en aguas turbias. La política -o incluso la ideología- los juntó alguna vez, pero de aquello apenas queda el recuerdo. Tuvieron épocas de caza mayor, y otras de rascar el fondo de la olla. Pero su perseverancia es envidiable.

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