ECONOMíA › OPINION

El Indec y el hombre feliz

 Por Maximiliano Montenegro

El turista oficial es un hombre feliz. Según el Indec, las vacaciones de este verano le salieron más baratas que la temporada pasada. En Mar del Plata o en Pinamar el turista oficial no hablaba de otra cosa en charla de amigos que de los buenos precios que se conseguían en alquileres de departamentos, carpas y sombrillas. Ni qué decir en restaurantes y hoteles. Con descuentos, liquidaciones, ofertas por sobre los acuerdos oficiales de precios que autorizaban aumentos del 10 por ciento. ¡Y con la costa a full, repleta de visitantes, con record histórico de ocupación! Empresarios responsables, millones de turistas felices, como debe ser.

El afiliado oficial a las empresas de medicina prepaga goza de excelente salud. Según el Indec, todos los usuarios de las prepagas optaron por los nuevos planes con copago, que no tendrán aumentos en la cuota pero suponen que hay que pagar una suma fija cada vez que se utiliza el servicio: consulta al médico, estudios clínicos, internación, etc. Por suerte, siempre de acuerdo con los informes secretos que maneja el Indec, la salud de los afiliados es tan robusta que no se enferman nunca. Y de ahí que no tenga sentido registrar aumento alguno en las prepagas. En cuanto al 70 por ciento de los afiliados que optaron por mantener los planes integrales –sin copagos– pero con aumentos del 22 por ciento, tomaron la decisión equivocada. Después de todo, ¿por qué el Indec debería registrarlo, si es una decisión irracional para quienes disfrutan de una vida saludable?

Pero por sobre todas las cosas, los últimos datos de inflación difundidos por el Indec dejan en claro que, como solía decir Lita de Lázzari, hay que caminar y caminar... hasta el barrio oficial, para conseguir los mejores precios. Allí se puede encontrar el kg de lechuga a 2,88 pesos. Si hay consumidores haraganes que prefieren comprar en su barrio en verdulerías o supermercados a 5, 6 o 7 pesos el kg, no es problema del Indec. Esos consumidores remolones que tanto se quejan les hacen el juego a los especuladores, integrantes de la “mafia de la lechuga”, enfrentada por el valiente secretario de Comercio, Guillermo Moreno. Hay que comprar la lechuga oficialista, tan apta para el consumo humano como cualquier otra lechuga de ensalada.

¿Que el barrio oficial queda a demasiadas cuadras de la realidad? No es excusa. Hay que caminar y caminar.

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