ECONOMíA › LA GUERRA LAVAGNA-PIGNANELLI LE EMBARRA LA CANCHA AL ACUERDO

El Fondo está chocho con la pelea

La obvia renuencia del FMI a firmar con la Argentina se ve facilitada por el frente que le abre a Economía un BCRA que se identifica con las exigencias del organismo multilateral.

 Por Julio Nudler

La pelea es por resolver quién decide la política económica. Nada menos que eso. Roberto Lavagna reclama el monopolio, pero Aldo Pignanelli se lo disputa, valiéndose de la “independencia” del Banco Central. Más aún: el instituto monetario tiene facultades para tomar medidas por sí mismo en cuestiones estratégicas, como el corralito, el corralón y el control de cambios, que en realidad son hoy el corazón de una política económica muy limitada en sus márgenes y objetivos. A esta permanente amenaza que pende sobre la cabeza del ministro de Economía se sumaron en la última semana hechos producidos por el Congreso nacional y por la Corte Suprema, que lo volvieron a colocar en la morsa, en plena negociación con el Fondo Monetario. Por un lado, este insaciable organismo con sus incontables exigencias. Por el otro, “este país de locos, anárquico e imprevisible”.
Lavagna sabe, porque se lo dijo por teléfono Anoop Singh el miércoles, que entre mañana y pasado recibirá del Fondo los primeros comentarios ácidos (“papeles técnicos” les dicen) al primer borrador de carta de intención que el viernes 16 despachó a Washington. La poco promisoria respuesta ya la tienen redactada, pero decidieron esperar a que mañana se reintegre de sus vacaciones Horst Köhler.
Que Pignanelli tuviese previsto volar mañana por la noche a Estados Unidos para reuniones con John Taylor en el Tesoro, Alan Greenspan (o alguien en su lugar) en la Reserva Federal, y también con miembros de la Reserva Federal de Nueva York, enfureció a Lavagna, quien tuvo que enterarse de la misión por terceros. Cerca de Pignanelli dicen que “lo invitaron para charlar sobre el programa monetario”. Pero ahora, ante la ofuscada reacción de Economía, ese viaje puede convertirse en el ser o no ser del presidente del Banco Central. Si Eduardo Duhalde le ordena cancelarlo, sumando otra cachetada a la que le propinó el viernes al prohibirle hablar de economía, Pignanelli debería tragar mucha saliva para no formalizar su renuncia, por ahora solo verbal. De todas formas, y como matizó una fuente, “ésta es una riña entre peronistas, de manera que puede terminar en nada”.
Aunque a muchos les cueste creerlo, no deja de haber un choque ideológico entre Economía y el BCRA, en el que éste representa la vertiente más ortodoxa y liberal, defendiendo los intereses de la banca y coincidiendo con los enfoques del FMI. Esto potencia el conflicto con Lavagna, por el trabajo de zapa que le hace Pignanelli precisamente cuando aquel necesita con desesperación que el Fondo firme el acuerdo de mínima durante septiembre para así evitar el default con el Banco Mundial y el BID o, alternativamente, una sangría de reservas y un brusco aumento del dólar “defendible”.
La presencia de Guillermo Lesniewier, director del Central, el jueves en el seminario de la Universidad Di Tella fue una gráfica expresión de aquel “choque ideológico”. Allí compartió la jornada, muy a gusto, con figuras como Pedro Pou, Carlos Rodríguez (ambos del CENA, como él mismo) y Miguel Kiguel. Dijo que la banca pública (Nación, Provincia, Ciudad, etcétera) debe representar entre 10 y 15 por ciento del futuro sector financiero (vale decir, un papel marginal), y cerró su intervención planteando, con intención ingeniosa, los tres temas clave que resta resolver: “Uno, seguridad jurídica. Dos, seguridad jurídica. Tres, seguridad jurídica”, según la presumible definición parcial y sesgada que el establishment suele dar a ese valor.
Lesniewier –quien dijo lo mismo que hubiera dicho Pignanelli en la Di Tella de no habérselo impedido una ronquera– detonó la exasperada reacción de Lavagna al volver a plantear la inmediata apertura del corralito y la de gran parte del corralón vía cheques diferidos. Con esto, el director del Central quebró el pacto de no agresión pública con Economía que había conseguido imponer Duhalde. Pero más importante que la anécdota es la estrategia del BCRA que está por detrás. Esta consiste en inducir la afluencia de fondos hacia el sistema financiero mediante elefecto confianza que provocaría la remoción de restricciones. Esa política también alcanza al mercado de capitales. Hoy solo las empresas que tienen dólares pueden efectuar remesas de capital al exterior. Con pesos es imposible: el Central no provee divisas con ese fin. La idea es que vuelva a hacerlo.
Economía no quiere ni oír hablar de nada de esto. Su prioridad es consolidar los precarios equilibrios actuales: cuidar las reservas, mantener planchado el dólar y una inflación que no se aleje del 3,5 por ciento mensual. Si logra la rúbrica del Fondo tomaría medidas para abrir el crédito. Una de ellas consistiría en descongelar a los bancos que tomaron redescuentos, que mientras los deban no pueden otorgar créditos a su clientela (los públicos están en esta increíble situación). El propósito es habilitar cupos para que esos bancos puedan financiar a las pyme y conceder préstamos personales. Aquí, como en todo, el ministerio se maneja con un criterio monopólico: “La política la fijamos nosotros, y el Central la implementa.” No es exactamente así como se entiende la “independencia” del instituto emisor en Reconquista 266.
Pretendiendo mostrarle cómo son las cosas, Lavagna le mandó el viernes dos cartas a Pignanelli, mezclando reproches y órdenes “irritantes” sobre asuntos que en el Central calificaron como “pavadas”. Una se refiere a la implementación de las cuentas libres, ajenas al corralito, que el BCRA reglamentó hace un mes pero sin fijarles un plazo para su implementación a los bancos, renuentes a incurrir en el costo de dar a cada cliente un nuevo número de cuenta y una nueva CBU. La segunda carta se queja porque el Central no derogó una reglamentación ya innecesaria sobre la aplicación de Boden a la compra de bienes registrables. Ante las destempladas misivas de Lavagna, en el BCRA dicen que “está nervioso porque se le está quemando el rancho y no va a conseguir del Fondo ni el rollover (refinanciación)”.
Pero en Economía se relamen tras el “terrible saque que le encajó Duhalde a Pignanelli”, aunque admiten como poco político “limpiarse” al presidente del Central en medio de la negociación con el Fondo. Además, no se hacen ilusiones acerca del eventual sucesor de Pignanelli, ya que el mencionado Jorge Levy, quien comandó el operativo Scotiabank Quilmes, es un hombre de Duhalde y, por lo demás, muy a tono con la mayor parte del actual directorio del organismo, donde escasean los que entiendan algo de política monetaria y cambiaria. Como elogio, en Economía dicen de Levy que “no es un tipo del sistema financiero”.
De todas formas, en el ministerio están como la Wehrmacht, con demasiados frentes abiertos. Mientras se trompeaban con Pignanelli, el viernes empezaron a ver de qué nuevo impuesto o aumento de alícuota saldrá la plata necesaria para afrontar el fallo de la Corte que anula –por ahora en una demanda particular– la siega del 13 por ciento que aplicaron Cavallo/De la Rúa para lograr la independencia económica a través del esquivo déficit cero. Cualquier cosa, menos reformular el presupuesto. Aun así, es otra piedra en el camino. Ya cuando el Congreso postergó el CER y las ejecuciones hipotecarias, además de avanzar hacia una ley que exija que las matrices de los bancos extranjeros garanticen a sus filiales argentinas, llovieron desde el FMI faxes y mails reclamando que el Poder Ejecutivo vetara todo. Esa presión fue rechazada, pero se negoció un acuerdo con los bancos bajo una solemne promesa: “Esta es la última postergación”. ¿Lo será realmente?
Otra rencilla entre Economía y el Central concierne a la compensación a los bancos con más bonos del Estado por el perjuicio patrimonial que les ocasionan los amparos judiciales –que obligan a devolver plazos fijos en dólares a la paridad actual– y por la diferencia entre el CER (precios minoristas) y CVS (salarios) como índices de ajuste. El Fondo y el BCRA plantean compensar, pero Economía no quiere soltar más títulos. Es, para Lavagna, una preciosa oportunidad para aparecer ante el pueblo, si éste reparara en tales detalles, como el bueno en este culebrón de terror.

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Aldo Pignanelli, presidente del Banco Central, y Roberto Lavagna, ministro de Economía.
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