EL MUNDO › QUISO NEGOCIAR CON LOS COCALEROS, PERO TUVO QUE DAR MARCHA ATRáS POR PRESIóN DE ESTADOS UNIDOS

Humala quedó atrapado en una guerra de coca

La decisión de suspender la erradicación de los cultivos de coca había disparado una ofensiva política y mediática contra el gobierno de Humala, que fue acusado de favorecer al narcotráfico con esa decisión. El gobierno cedió a la presión.

 Por Carlos Noriega

Desde Lima

El gobierno de Ollanta Humala ordenó esta semana la suspensión de la erradicación de los cultivos de hoja de coca, pero rápidamente retrocedió y dispuso su reanudación. El gobierno decidió suspender el programa de erradicación forzosa de los sembradíos de coca –impulsado, financiado y en la práctica dirigido por Estados Unidos– para abrir un diálogo con los campesinos cocaleros a fin de lograr un acuerdo para cambiar la estrategia de la erradicación forzada por un programa de erradicación voluntaria y de- sarrollo alternativo a la economía de la coca, pero apenas 24 horas después de haber tomado esa decisión dio marcha atrás y anunció, la noche del último miércoles, que la erradicación forzada de la hoja de coca se reiniciará en un plazo máximo de una semana.

Aunque no se había precisado el tiempo que duraría la suspensión de la erradicación, se esperaba que ésta sea de varios meses para que cumpla su objetivo de dar el tiempo necesario para el diseño de una nueva estrategia basada en una alianza con los campesinos cocaleros para una erradicación concertada y definir con ellos un plan de desarrollo alternativo a la economía de la coca. En diálogo con Página/12 sostenido antes que se tome la decisión de suspender la erradicación de los cultivos de hoja de coca, un experto en temas de drogas del gobierno señaló que esta suspensión debería durar hasta fin de año. Pero las críticas y las presiones –con la embajada norteamericana en un papel protagónico– le torcieron el brazo al gobierno y la medida quedó reducida solamente a una semana.

La decisión de suspender la erradicación de los cultivos de coca había gatillado una ofensiva política y mediática contra el gobierno de Humala, que fue acusado de favorecer al narcotráfico con esa decisión. El gobierno cedió rápido a la presión. La embajadora norteamericana en Lima, Rose Linkins, se apresuró en declarar a la prensa que estaba esperando una explicación de las autoridades peruanas por la decisión de suspender la erradicación de la hoja de coca. Horas después el gobierno respondió anunciando que la erradicación compulsiva de los cultivos de coca que promueve Estados Unidos se reanudaría en los próximos días y que incluso se haría “con más fuerza” de la que ha tenido hasta ahora.

Con la estrategia impulsada por Washington de concentrarse en la eliminación forzosa de los cultivos de coca, éstos, lejos de disminuir, han aumentado en los últimos años y el narcotráfico ha crecido. Según un reciente informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Undoc), en los cinco años del gobierno de Alan García los cultivos de hoja de coca crecieron en 13 mil hectáreas, llegando a 61.200. Cada año se erradican miles de hectáreas de coca –para este año la meta es 10 mil hectáreas–, pero los nuevos cultivos superan a los erradicados. Mientras las acciones se concentran en reprimir a los campesinos cocaleros, con el costo social que eso implica, el narcotráfico ha crecido hasta convertir al Perú en el primer exportador mundial de cocaína.

La suspensión de la erradicación de los sembradíos de hoja de coca había sido impulsada por el nuevo director de la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida), Ricardo Soberón, el zar antidrogas nombrado recientemente por Humala. Soberón, ex director del Centro de Investigación de Drogas y Derechos Humanos, es, desde hace buen tiempo, un duro crítico de la erradicación forzosa de los cultivos de coca y de la estrategia antidrogas norteamericana aplicada en el Perú, que concentra la represión contra los campesinos cocaleros. Soberón es promotor de una nueva estrategia que incluya una alianza con los cocaleros para una erradicación voluntaria integrada a un plan de desarrollo alternativo a la economía de la coca en las zonas productoras de la hoja, la que considera sería más efectiva que la erradicación compulsiva para disminuir las hectáreas sembradas con coca. Esta nueva estrategia propone que los esfuerzos represivos no se concentren contra los campesinos, sino que se dirijan al control de los insumos químicos para fabricar cocaína que ingresan a las zonas cocaleras y al combate al lavado de dinero, dos aspectos descuidados hasta ahora.

La suspensión de la erradicación forzada de los cultivos de coca que anunció el gobierno debía ser el primer paso para este cambio de la actual estrategia norteamericana, pero la marcha atrás del gobierno le quita piso a esa propuesta de cambio y al nuevo zar antidrogas que la ha impulsado. “Por ahora no voy a hacer declaraciones”, le dijo Soberón a Página/12, luego de que el gobierno anunciara el reinicio en los próximos días de la erradicación compulsiva de los cultivos de los campesinos cocaleros.

La Embajada de Estados Unidos sí se pronunció y lo hizo para expresar, a través de un comunicado, su satisfacción por la decisión del gobierno de retomar la eliminación forzosa de los cultivos de hoja de coca y su convencimiento de que no habrá cambios en la política antidrogas. El rápido retroceso del gobierno en este primer intento de impulsar un cambio en este tema parece darle la razón, al menos por ahora.

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Cocaleras peruanas en Cuzco durante la cosecha. No habrá negociación con el gobierno por presión de la Embajada de EE.UU.
Imagen: EFE
 
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