EL MUNDO › LAS POLIZAS DE SEGURO DESPUES DEL 11-S

El nuevo riesgo país

Por mucho tiempo, la Argentina vivió obsesionada por la calificación de “riesgo país” en términos financieros. Pero hay otro riesgo país: el que se aplica a las pólizas de seguros, después del 11 de septiembre, por la posibilidad de ataques terroristas. Una calificación de riesgo en la que la Argentina, claro, también figura.

Por Pablo X. de Sandoval*

Las grandes compañías de seguros internacionales miran la televisión y hacen números. Cada atentado de los que recientemente han convulsionado distintos lugares del mundo, desde Colombia hasta Arabia Saudita, remueve las variables sobre las que se calculan los seguros sobre terrorismo. Al día de hoy, la póliza por construir un edificio o montar un negocio en Londres o en el norte de Africa puede variar hasta un 30 por ciento sólo por el riesgo calculado de atentados.
Desde el 11 de septiembre de 2001, las grandes aseguradoras han creado divisiones especiales para coberturas por terrorismo. Hasta entonces, el record en facturas de seguros lo tenía el huracán Andrew. Las pérdidas aseguradas de aquel desastre se calcularon entre 15.000 y 20.000 millones de dólares, el siniestro más grande de la historia del seguro. Las pérdidas de las Torres Gemelas llegaron a los 50.000 millones de dólares. Y con las Torres se derrumbó el concepto de riesgo que se tenía hasta entonces.
“Hay menos de 10 compañías de seguros en el mundo capaces de asumir realmente el riesgo contra terrorismo”, dice a este diario Adam McKay, responsable del departamento de riesgos de terrorismo para Aon España. Esta multinacional de seguros británica acaba de publicar un mapamundi en el que los países reciben calificaciones de riesgo de atentados. Noruega tiene riesgo “mínimo”; Australia, riesgo “bajo”; Reino Unido, riesgo “alto”; Arabia Saudita, riesgo “extremo”... La calificación se hace sobre datos estadísticos e históricos. Un atentado, o la simple detección de un tipo de actividad terrorista en un país, ya influye en su calificación de riesgo.
El mapa aporta además el tipo de origen del terrorismo: una cara del Che Guevara significa “marxista/extrema izquierda” y aparece sobre México o Japón; una bandera roja y negra significa “extrema derecha/anarquista/interés particular” y se puede ver sobre Colombia, Estados Unidos o Sudáfrica; un puño cerrado significa “nacionalista/separatista” y marca el riesgo de España, Turquía, China o Rusia; una especie de monigote con un rifle significa, en Colombia, Tailandia y todos los países bálticos, “narcotráfico/crimen organizado”; por último, una pequeña leyenda en árabe representa el riesgo de “fundamentalismo islámico” en lugares tan dispares como Argelia, Reino Unido o la Argentina, entre otra docena de países.
De cuántos de estos iconos tenga el país dibujados sobre su territorio depende el riesgo que las compañías le adjudican de padecer atentados terroristas. Las consecuencias prácticas de esta calificación suponen un incremento en los precios de las cuotas de hasta el 30 por ciento. Por ejemplo, contratar un seguro de terrorismo para construir un edificio en Londres puede suponer el 0,1 por ciento de la inversión. Es decir, si el proyecto cuesta 100 millones de euros, el seguro sería de 100.000 euros al año. En la Argentina, ese mismo seguro sería del 0,12 por ciento. En el norte de Africa, puede llegar a ser del 0,3 por ciento.
“Pero además –explica McKay–, intervienen muchas otras variables.” Para un edificio en El Cairo, no es lo mismo que vaya a ser la sede de la Cruz Roja o la oficina central de IBM para Medio Oriente. “Digamos que hay proyectos con más riesgos que otros de ser víctimas de atentados”, indica McKay.
Las cuotas por riesgo de terrorismo se han multiplicado por más de 10 desde 2001. Hoy día se puede llegar a pagar hasta el 2 por ciento del total de una inversión por este concepto. Antes del 11-S, el terrorismo era sólo una eventualidad más dentro de un mismo paquete. Ahora es un mercado especializado que se configura con cada acción que se produce en el mundo. Para calificar el riesgo, “influye la situación política de cada país –explica McKay–, pero ésta es muy cambiante. Es imposible modelar el futuro en función del pasado. Se puede saber que en Los Angeles hay una posibilidad de que un terremoto haga desaparecer la ciudad, pero en el caso del terrorismo ese cálculo no se puede hacer”.
Los iconos descritos, como un estigma, se adjudican en función de las experiencias recientes. Por ejemplo, en medio de la Argentina aparece un dibujo en árabe. “Tuvo un par de incidentes a mediados de los ‘90 contra intereses judíos. En cualquier cosa que usted asegure contra terrorismo en ese país, estará pagando por aquellos atentados.”
Para establecer la clasificación se tienen en cuenta los muertos y heridos en los atentados recientes, con la misma crudeza que se hacen los seguros de vida. Dependiendo de lo sangriento que haya sido un atentado, aunque se trate de un incidente aislado en un país y no de una amenaza constante, ese lugar queda estigmatizado a efectos de seguros.
Si la organización islamista Al-Qaida hubiera tomado represalias contra España por las detenciones de personas relacionadas con su estructura en Europa, sobre su mapa se vería el mismo icono que sobre la Argentina o Yemen. Sin embargo, España es un país de riesgo “bajo”, y en el centro del mapa aparece un puño indicando que padece el terrorismo independentista. Una calificación reforzada ya dos veces en este año, con tres muertos. “Los atentados recientes afectan la calificación del país”’, se lamenta McKay.
Liberia, Somalia, Congo, Arabia Saudita, Yemen, Colombia, Pakistán y Nepal son los países más castigados por esta lacra, según la división hecha por Aon. Aunque pueda parecer por esta lista que el nivel de desarrollo y la amenaza terrorista van a la par, paradójicamente no siempre es así. Canadá tiene la misma calificación que Túnez.
“Se da el caso –añade McKay– de que hay países del Tercer Mundo que, precisamente por ser férreas dictaduras con pena de muerte, son más seguros frente al terrorismo que democracias avanzadas que han sufrido atentados.” Según el mapa de Aon, costaría lo mismo un seguro en Libia que en Suecia. Los números no entienden de libertades.
Aon, a través de su división Special Risks Counter Terrorism (SRT), utiliza un sistema de evaluación que tiene en cuenta las armas y los métodos utilizados en cada atentado que ha computado para calificar a los países. Los métodos terroristas se han clasificado en seis tipos. Los tres más modestos son: aerosoles cargados con agentes biológicos; cilindros cargados con agentes químicos (como el que provocó 12 muertos en el metro de Tokio en 1995), y morteros improvisados (usados por el IRA, las FARC o ETA; hubo 100 ataques de este tipo sólo en 2002).
Los más destructivos son camiones bomba (hasta 10 toneladas de explosivo); camioneta bomba (usado por Al-Qaida en Bali, donde murieron 190 personas y 300 resultaron heridas), y lanchas suicidas (como hizo Al-Qaida contra el destructor estadounidense “USS Cole” en aguas de Yemen en 1999).
El mapa de calificación de países por riesgo de terrorismo de Aon se revisará anualmente “porque la situación cambia constantemente –dice McKay–. Los precios de hoy pueden ser el doble dentro de 15 días”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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