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Síntomas de “preocupación” y de “espera agazapados”

Entre el caso Margarita Belén y los 47 futuros pedidos de extradición, los militares “están preocupados”. En el Gobierno no descartan “nada”, ni siquiera una medida aislada como un acuartelamiento. Y prometen todo el rigor.

 Por Sergio Moreno

“Están preocupados”, confió a Página/12 un conocedor de las Fuerzas Armadas, haciendo referencia al Ejército y a la Armada y excluyendo a la Fuerza Aérea. “No descarto que en algún momento se puedan acuartelar algunos”, remató la fuente, que bien lejos está de tolerar actitudes fragoteras o levantiscas. “Pero me parece –continuó– que van a esperar y a apostar a que le vaya mal al Gobierno en el plano económico: que no pueda generar crecimiento y, por lo tanto, bajar el desempleo. Si eso ocurre, van a encuadrarse detrás de (Ricardo) López Murphy y van a empezar a hacer operaciones de inteligencia.”
La “preocupación” militar radica en la política de derechos humanos que ha adoptado el presidente Néstor Kirchner y es transmitida a los cuadros militares por su ministro de Defensa, José Pampuro: dejar hacer a la Justicia. En el caso de las posibles extradiciones de genocidas buscados por la Justicia de países europeos, Kirchner dijo a este diario que se iría “paso a paso”, esto es, se estudiaría caso por caso. El Gobierno debería derogar un decreto de la época de Fernando de la Rúa, el 1581/01, que rechaza in limine las extradiciones, basado en el principio de respeto a la territorialidad donde se cometieron los crímenes. Este nuevo escenario, más la causa por la masacre de Margarita Belén, son los episodios que supuestamente ponen nerviosos a algunos militares.
–En caso de que se produzca eso (un acuartelamiento), ¿qué va a hacer el Gobierno?
–Reprimirlo, por supuesto –reveló el contertulio de Página/12.
–¿El hipotético acuartelamiento ha sido una amenaza?
–Claro que no. No hay planteos militares. Y cuidado que creo que, si se produce algún acuartelamiento, va a ser un caso aislado, no una actitud generalizada. Pero los tipos están preocupados.
Cuando Página/12 pidió a su confidente que definiera “preocupación” y cómo se la transmitía, el interlocutor respondió con una metáfora: “Si usted va al médico y frente suyo mira una de sus radiografías, pone cara de catástrofe, en silencio, luego mira los resultados de sus análisis y estudios y su gesto es de tragar aceite de ricino, y finalmente le dice que regrese la semana que viene y recién entonces le dirá cómo está usted de salud, usted va a estar preocupado durante toda la semana. El médico le transmitió esa preocupación con sus gestos”.
En el Gobierno son conscientes de esta situación. Incluso el propio Kirchner vivió una situación tensa con un capitán del Ejército en Rosario, en el acto del Día de la Bandera. Rosario es la sede del Segundo Cuerpo de Ejército, que conduce el general Roberto Brinzoni, hermano del ex jefe del Ejército Ricardo Brinzoni, que fuera shoteado junto con otros 18 generales por el Presidente no bien asumió. El capitán de marras tuvo un gesto despreciativo hacia el Presidente, a la vez comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de la Nación. Kirchner, enterado del episodio (ya que no fue ante su persona), pidió explicaciones y un correctivo, que el titular del II Cuerpo se comprometió a tomar.
Cuando se produjo el cambio de mando en las FF.AA. tras la asunción del Presidente electo por el voto de los argentinos, los militares que se iban a sus casas por la decisión de Kirchner entendieron el cambio en la jerarquía y básicamente la cantidad de altos oficiales que pasaron a retiro como una “purga”. Así lo hicieron saber en su momento, a punto tal que Brinzoni (el ex jefe del Ejército) dio un discurso de despedida acusando a la nueva administración de reintroducir la política en los cuarteles. El discurso fue respondido por Kirchner en un speach muy duro el mismo Día del Ejército, 48 horas después de la mise en scène montada por el general ahora retirado. Y, en rigor de verdad, fue el propio Brinzoni, apañado por el entonces ministro de Defensa López Murphy, quien produjo el prodigio de repolitización militar, algo que el gobierno de la Alianza toleró a lo largo de los dos años de su trunca gestión.
Durante una década, luego del levantamiento carapintada de Mohamed Alí Seineldín y de su represión a manos del general Martín Balza –el 3 de diciembre de 1990–, los militares se mantuvieron en silencio absoluto, que fue roto solamente por el propio Balza en 1995, cuando realizó su histórico mea culpa en el programa que por entonces tenía Bernardo Neustadt en Telefé.
En la actualidad, y tras la gestión de Brinzoni en el Ejército (que llegó al extremo de contratar a un nazi –tal como reveló Página/12 en su momento– para chicanear y trabar la acción de los organismos defensores de los derechos humanos), algunos ánimos en esa fuerza y en la Armada parecen estar exaltados por la actitud del Gobierno de no apañar a los violadores de derechos humanos. “En la causa de Margarita Belén (que se sigue en Chaco por el fusilamiento de un grupo de presos políticos perpetrado por sus carceleros militares durante la dictadura) hay tres oficiales en actividad que están a disposición del juez Carlos Skidelsky. Eso y la inminente extradición de Cavallo a España (el represor de la ESMA Ricardo Cavallo, que fuera apresado en México y espera su pasaje a Madrid en una cárcel del D.F.) los pone nerviosos. Por suerte el ministro (Pampuro) es respetado: no les vende humo, les dice las cosas como son”, dijo la fuente antes mencionada a este diario.
Un vocero de la Armada que pidió anonimato dijo el pasado viernes a Página/12 que la inquietud militar no era tal. “Mire –comenzó el marino–, nosotros queremos dedicarnos al mar. Ahora, a esto hay que darle un corte y si es el camino de la Justicia que sea por ahí, está bien.”
Según la fuente citada al comienzo de esta nota, las palabras del marino no expresan lo que ya sabe el Gobierno que está pasando dentro de las dos fuerzas armadas mencionadas. La teoría que más predicamento tiene en la administración Kirchner es la de la “espera agazapados”, cuyos principales ingredientes fueron descriptos por el confidente de la siguiente manera: “Van a esperar y a apostar a que le vaya mal al Gobierno en el plano económico: que no pueda generar crecimiento y, por lo tanto, bajar el desempleo y mejorar los indicadores sociales, lo que generaría un malestar muy grande en la sociedad, por el cual Presidente y gobierno perderían consenso. Si eso ocurre, van a encuadrarse detrás de (Ricardo) López Murphy y van a empezar a hacer operaciones de inteligencia. Eso aceleraría los plazos”, ensayó.
En la Rosada y Defensa están al tanto de esta situación. Kirchner no está dispuesto a permitir una sola muestra de espíritu levantisco. Tampoco a ceder bajo presión alguna. Es más, anteayer, en Trelew, ratificó su política de combate: “Muchos me aconsejan que no abra frentes, que vaya despacio, pero yo no vine al gobierno para que nada cambie y por eso abriré todos los frentes que haya que abrir”, dijo.
Ahora, el Gobierno espera que llegue el pedido de extradición del juez español Baltasar Garzón por 48 criminales militares argentinos, muchos de los cuales está siendo juzgados en la Argentina (y actualmente en prisión y prisión domiciliaria) por la sustracción ilegal de bebés y otros tantos están muertos, como el caso de Leopoldo Fortunato Galtieri. El abogado Carlos Slepoy presentó en Madrid, la semana pasada, un pedido en el juzgado de Garzón para que vuelva a insistir con el pedido, que fuera rechazado durante el gobierno de la Alianza in límine. Este es el tema de mayor preocupación de los uniformados, ya que en los cuarteles están convencidos de que pronto saldrá una acordada de la Corte Suprema avalando la constitucionalidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. La eyección de Julio Nazareno de la Corte en nada cambia ese escenario ya que, según los conocedores de la Corte, “hay seis o siete votos a favor” de la constitucionalidad de la leyes de impunidad. Cuando salga esa acordada, todos los juicios a militares por violaciones a los derechos humanos que se realizan en el país, que no estén vinculados al robo de bebés durante la dictadura, caerán.
“Creo que Kirchner no va a mandar a 47 tipos en un avión, de golpe, todos juntos. Quizá lo haga con algunos y de a uno. Pero, usted sabe, éste es un gobierno en el que los ministros saben lo que va a hacer el Presidente sólo cuando el Presidente les dice; pocos, muy pocos, conocen su pensamiento”, conjeturó el experto en cuestiones militares antes citado.

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Los militares no hablan abiertamente, pero transmiten su “malestar” con gestos claros y perceptibles.
 
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