EL MUNDO › PRIMERAS AUDIENCIAS EN LA INVESTIGACION DEL CASO DEL CIENTIFICO KELLY

Voces que cercan al premier británico

 Por Marcelo Justo

El gobierno de Tony Blair fue al banquillo en la apertura de la investigación judicial del aparente suicidio de David Kelly, el más importante especialista británico en armas biológicas de Irak. Dos de los cinco testimonios que escuchó el juez lord James Brian Hutton apuntaron en dirección a la presión que el acosado gobierno laborista habría ejercido sobre el científico en su feroz disputa con la BBC y los servicios de seguridad por los dossiers sobre armas iraquíes.
El primer testigo de la indagatoria, el director del prestigioso Instituto de Estudios Estratégicos de Washington, Terence Taylor, colega y amigo de Kelly, señaló que había visto al científico unas tres o cuatro semanas antes de su muerte y que no le pareció alguien que se suicidaría al poco tiempo. “Su estado mental era normal. Hablaba de los planes de casamiento de su hija y de sus propios planes para visitar Irak como especialista en el programa de armas biológicas”, dijo Taylor. El testimonio pone el acento en lo que sucedió entre esa fecha y el 18 de julio, cuando la policía encontró su cadáver en una zona boscosa de Oxford. En otras palabras, ¿por qué este “hombre normal” pudo cometer un acto desesperado e irreversible? En esas semanas, el Ministerio de Defensa reveló el nombre de Kelly como el de la “alta fuente gubernamental” citada por la BBC en unos informes radiales y televisivos sobre la presunta manipulación que el gobierno de Tony Blair había hecho de los informes de armas de destrucción masiva de Irak. ¿Qué pasó para que este prestigioso científico olvidara el matrimonio de su hija y su propia carrera y eligiera quitarse la propia vida?
Por su parte, Martin Howard, vicedirector de Inteligencia del Ministerio de Defensa, reconoció ante el juez Hutton que otros dos miembros del equipo de inteligencia habían expresado formalmente su preocupación por el modo en que se estaban utilizando los informes de inteligencia en el dossier. “Kelly conocía a varios analistas de inteligencia. Dos de ellos habían expresado preocupación por el lenguaje utlizado en el dossier. Probablemente Kelly conocía sus opiniones”, dijo Howard. Sin embargo, Howard declaró que él creía que el gobierno no había distorsionado los informes de inteligencia. “Las diferencias que había con estos dos miembros de inteligencia era más por el lenguaje utilizado que por el uso del material. Es decir, si era necesario poner que la información de inteligencia demuestra o simplemente sugiere”, señaló Howard.
Otro de los testigos de la indagatoria, el jefe de personal del ministerio de defensa, Richard Hatfield, atacó al científico por ir más allá de sus atribuciones en sus contactos con la prensa. “El doctor Kelly estaba autorizado a tener contactos con la prensa para informar sobre datos técnicos del programa de armas iraquíes. Pero creo que comentar sobre la exactitud del dossier no estaba incluido en esta autorización y fue una ruptura de la relación de confianza entre el ministerio como empleador y el doctor Kelly como empleado”, indicó Hatfield.
El primer día de sesiones se orientó a determinar qué papel cumplía Kelly dentro de la estructura del Ministerio de Defensa y en relación con el polémico dossier de septiembre del año pasado. El colega y amigo destacó la trayectoria de Kelly. Taylor señaló que el científico era una autoridad muy respetada en la materia, candidato al Premio Nobel, que obtuvo el Premio de la Cruz de San Miguel y San Jorge, una de los máximos galardones que otorga el gobierno, por su trabajo en armas de destrucción masiva en Irak. Nadie cuestionó esta valoración profesional de Kelly. El vicedirector del Departamento de Antiproliferación de armas de destrucciónmasiva del Foreign Office, Patrick Lamb, quien trabajó con Kelly en la redacción del panorama histórico de los programas iraquíes utilizada en el dossier, señaló enfáticamente que si tenía que elegir entre una fuente textual y lo que dijera Kelly sobre el tema, “me decidía por Kelly, tal es la confianza que tenía en su juicio”.
El testimonio que prestarán hoy tres periodistas de la BBC será fundamental para precisar la figura de Kelly. La BBC defendió contra viento y marea los informes de sus tres periodistas a pesar de la virulenta ofensiva gubernamental para que se retractase y pidiera disculpas. Los testimonios de los periodistas tienen ligeras diferencias sobre lo que Kelly les dijo. Según Andrew Gilligam, el científico sugirió que el jefe de propaganda de Blair había insertado a último momento la afirmación de que Irak podía activar su programa de armas de destrucción masiva en 45 minutos. Los otros dos, Susan Watts y Gavin Hewitt, señalaron que Kelly simplemente dijo que había “inquietud” en los servicios de inteligencia por el manejo de la información que había hecho el gobierno. En su aparición ante el Comité de Relaciones Exteriores, dos días antes de su aparente suicidio, Kelly dijo que él no podía ser la fuente principal de Gilligam y que no había tenido un encuentro con Hewitt, algo que ya demostró no ser cierto. Las posibilidades no son muchas. O la BBC exageró lo que dijo Kelly o el científico se asustó por la bola de nieve que había echado a rodar con sus declaraciones y quiso minimizar el contenido de sus conversaciones, quizás bajo intensa presión del Ministerio de Defensa.

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