EL MUNDO › CARLOS MESA, UN HISTORIADOR Y PERIODISTA ANTICORRUPCION QUE AHORA ES PRESIDENTE

Quién es y qué puede resultar el sucesor

La tumultuosa sucesión de anoche en Bolivia es también la historia de dos hombres: el renunciante Gonzalo Sánchez de Lozada y su sucesor Carlos Mesa, que no por conocido deja de ser un enigma político para la mayoría de los bolivianos. En estas páginas, quién es cada uno y cómo se vivió el último día de la crisis en La Paz.

Todavía es un enigma lo que hará políticamente, pero dista de ser un desconocido para la mayoría de los bolivianos. El ahora presidente de Bolivia, Carlos Mesa Gisbert, primero en la línea constitucional de sucesión tras la renuncia de Sánchez de Lozada, tenía apenas un año cuando se produjo la revolución de 1952 que marcó una ruptura capital en la historia moderna del país, y fue un exitoso periodista antes de lanzarse a la actividad política.
Mesa, de 50 años, considerado como uno de los más prominentes intelectuales contemporáneos de Bolivia, ingresó a la vida política cuando ya había desaparecido prácticamente toda la generación de los revolucionarios de 1952. Nacido en La Paz el 12 de agosto de 1953, Mesa Gisbert desarrolló en los últimos veinte años una extraordinaria carrera en medios de información locales antes de adherir al Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), el partido más antiguo de la política boliviana. Perteneciente a la generación producto del Mayo Francés (1968), Mesa salió a la luz pública como fundador y director de la Cinemateca Boliviana en 1982. Un año más tarde, adquirió mayor notoriedad al lanzar un programa televisivo de entrevistas, por el que han pasado presidentes y los más conocidos escritores latinoamericanos.
Experto en medios de comunicación, fue nombrado subdirector de un diario paceño en 1983, y entre 1986 y 1990 dirigió dos canales de televisión. Su obra más destacada fue la creación de una productora de telediarios que en 1999 convirtió en una red de televisión de alcance nacional. Uno de sus reportajes ganó el premio internacional de periodismo Rey de España en 1994.
Miembro de la Sociedad Boliviana de Historia e inexperto en política, conformó tribunales de imprenta y comisiones de defensa del patrimonio, de la soberanía y territorio nacionales. Admirador de la revolución popular de 1952, que lanzó a Bolivia a la modernidad tras arrancarla de raíz de estructuras aún feudales a mediados del siglo XX, aceptó en febrero último la propuesta del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada de postularse a la vicepresidencia boliviana. Lo hizo por cuenta del MNR, gestor de los transformadores cambios políticos de 1952, partido del cual recibió “un poder irrevocable” para combatir a la corrupción que cercena cerca de 1000 millones de dólares anuales de las cuentas nacionales. Así lo presentó Gonzalo Sánchez de Lozada: “He invitado (para acompañarlo en su fórmula) a Carlos Mesa que es un hombre sin partido, que nunca había estado en el gobierno, como abanderado de la lucha contra la corrupción”.
Padre de dos hijos, Mesa Gisbert egresó de la carrera de Literatura en la universidad pública de La Paz. Hijo de historiadores y parte de la generación de jóvenes idealistas al amanecer de los ‘70, ha escrito 10 obras, principalmente sobre historia nacional. Ungido vicepresidente en agosto de 2002, Mesa se distanció de su compañero de fórmula por el empleo de la fuerza en el manejo de la crisis actual, que dejó 86 muertos y cientos de heridos entre septiembre y octubre. “No apoyo al gobierno en esta acción, no puedo aceptar como ciudadano ni como hombre de principios que la respuesta sea la muerte ante la presión popular y no creo que el diálogo que ha propuesto el gobierno sea suficiente”, argumentó el lunes pasado. Pero se abstuvo de renunciar, colocándose así en la posición ideal para que el levantamiento popular divisara en él una alternativa de transición constitucional. Por eso Sánchez de Lozada dijo primero que no entendía la actitud adoptada por su vice, y pronto estaba denunciándolo como un oportunista liso y llano.
No obstante, Mesa marcó desde mucho antes ciertas diferencias de matiz con el jefe de Estado y sus aliados del MIR, encabezado por Jaime Paz Zamora, y la NFR, del empresario y militar retirado Manfred Reyes Villa. Lo hizo ya en el acto de asunción de Sánchez de Lozada: hace más de un año, cuando Paz Zamora le reprochó que en un discurso que fuera de protocolo ignorara el respaldo del MIR sin el cual no habrían podido llegar al gobierno. También hizo leves gestos para diferenciarse del presidente en la rebelión policial-popular de febrero de este año, reprimida con 30 muertos. Y en una minicrisis del gabinete gobernante en julio último, cuando un llamativo comunicado de la oficina de Carlos Mesa anunció enigmático que “tendrán noticias del vicepresidente”.
Con todo, aún los más acérrimos opositores de Sánchez de Lozada, como el diputado Evo Morales y el líder indigenista Felipe Quispe, consideraron públicamente como aceptable que la sucesión constitucional de Goni recayera en Mesa, pero con condiciones. Entre ellas, la convocatoria a una Asamblea Constituyente, elecciones anticipadas, la anulación definitiva de la exportación de gas vía Chile por cuenta de compañías transnacionales y la recuperación de los hicrocarburos como principal riqueza y fuente de divisas para la paupérrima economía de Bolivia.
Pero estas condiciones implican una serie de interrogantes. Bajo la Constitución boliviana, tras la renuncia del presidente el vice debe completar su mandato, para lo cual faltan casi cuatro años. Y la pregunta es si Mesa no querrá quedarse.

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Carlos Mesa, nuevo presidente boliviano desde anoche.
“No apoyo al gobierno en esta acción”, dijo ante la masacre.
 
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