EL MUNDO › LA RESISTENCIA ATACO A UN PARTIDO CHIITA, Y PAUL BREMER RECONOCIO HABER SIDO EMBOSCADO

La gota sobre la piedra de todos los días

Un camión cisterna del ejército de EE.UU. se prendió fuego al pasar sobre una bomba artesanal ayer, mientras irregulares atacaban la sede del partido chiíta en Bagdad y el jefe norteamericano en Irak admitía haber salvado su vida por poco. “Somos como una gota de agua en una piedra”, dicen los resistentes.

 Por Eduardo Febbro

Página/12
en Irak
Desde Bagdad y Ramadí

En Ramadí, a unos 100 kilómetros de Bagdad, los integrantes de un grupo de la resistencia local, el Ejército de Mahoma, celebran como una victoria cada muerto y cada herido norteamericano. “Mientras sigan acá no habrá la más mínima posibilidad de que haya paz”, dice Fakhri, un joven delgado y nervioso que dirige una de las “antenas” del Ejército de Mahoma. Las últimas noticias provenientes de Bagdad les demuestran que su “lucha es necesaria”. Fakhri lamenta sobre todo que Paul Bremer, el administrador civil de Irak, haya pasado indemne a través de las redes del azar. El responsable norteamericano confirmó ayer los rumores que circulaban en Bagdad, según los cuales había escapado a un atentado perpetrado hace dos semanas. “Es cierto”, dijo Bremer cuando un periodista le preguntó si la información era verídica. El administrador norteamericano se limitó a acotar que, para él, “lo más importante es que en los próximos años se puedan crear muchos puestos de trabajo para los iraquíes y un medio ambiente favorable”. “Eso dicen siempre, pero la realidad es otra. Con palabras nada se arregla”, dice ofuscado otro integrante del Ejército de Mahoma. Para este puñado de jóvenes, cuya determinación contrasta con la aparente escasez de los medios de que disponen, “la resistencia iraquí es como una gota de agua sobre una piedra. El tiempo y la permanencia de los ataques cavan la piedra más dura. Nosotros no estamos apurados, ellos sí”.
Las cifras muestran que la detención del “emblema de la resistencia” –Saddam Hussein– no ablandó la determinación de quienes, movidos por intereses divergentes, protagonizan una guerrilla tan subterránea como eficaz. “A ellos les hacen falta resultados, a nosotros mejores condiciones de vida. Nosotros no le tenemos miedo a la muerte; para ellos, cada muerte es una catástrofe”, dice Muhammad, otro miembro del Ejército de Mahoma. Los jóvenes parecen bien informados sobre el movimiento de las tropas norteamericanas y aseguran que preparan y deciden sus ataques”según un cronograma muy meditado”. Imposible verificar cuál es el grado de organización de esta estructura pero todo parece indicar que el Ejército de Mahoma es una de las “madrigueras” de las que se sirven los combatientes extranjeros que vienen a sumarse a la resistencia iraquí. La repetición de los ataques demuestra en todo caso que las palabras subidas de tono del Ejército de Mahoma tienen su correlación en la realidad. Casi una semana después de la captura de Saddam Hussein, la frecuencia de los atentados cometidos contra la coalición y los civiles no ha disminuido. Ayer, una mujer iraquí murió en el atentado perpetrado en Bagdad contra los locales del Consejo Superior de la Revolución Islámica, el CSRII, una de las principales formaciones chiítas del país. El miércoles pasado, el CSRII enterró a uno de los responsables del partido asesinado en la capital cuando salía de su casa. Se trata del primo del actual presidente del Consejo de Gobierno Provisorio de Irak, Abdel Aziz al-Hakim. La cúpula del Consejo Superior de la Revolución Islámica acusa a los fieles del ex presidente Saddam Hussein de estar detrás de estos atentados. Moshen al-Hakim, uno de los responsables del CSRII, afirmó que “los agentes del antiguo régimen son terroristas y lo único que buscan es debilitarnos para apartarnos del escenario iraquí”. Globalmente, el arresto del tirano de Bagdad no modificó la configuración de la guerra. Un soldado norteamericano murió el jueves en una emboscada tendida al oeste de Bagdad mientras que este viernes otros dos soldados resultaron heridos en Abu Ghraïb, una localidad situada a 30 kilómetros de Bagdad, cuando una bomba artesanal explotó delante del camión cisterna en el que viajaban. El general norteamericano Mark Kimmit reveló ayer que los ataques de que son objeto las tropas norteamericanas, la policía iraquí y los civiles no habían variado mucho en los últimos siete días. Según Kimmit, a lo largo de la semana la frecuencia diaria de los ataques fue de 22 contra las tropas de la coalición, tres contra la policía y dos contra los civiles. La semana anterior, la cifra alcanzó 21 ataques diarios contra la coalición, uno contra los civiles y dos contra la policía.
Lejos de debilitarse, la resistencia prosigue su trabajo cotidiano de hostigamiento en un contexto político aún confuso. A pesar de las declaraciones optimistas de los miembros de Consejo de Gobierno sobre la pronta recuperación de “la soberanía de Irak”, nada permite conjeturar que un esquema “nacional” sólido y verosímil cuente con el consenso suficiente. Si el arresto de Saddam Hussein aparece como un triunfo para Estados Unidos, no ocurre lo mismo en Irak. La influencia simbólica es innegable pero una vez pasado el efecto, los problemas son tan enormes que “ninguna imagen de Saddam Hussein vencido o humillado reemplaza la luz que no tenemos y la gasolina que nos falta”, dice Fakhri, el joven del Ejército de Mahoma. Mouaffak Al-Rubaï, uno de los miembros del Consejo de Gobierno Provisorio, contó ayer que Saddam Hussein “está muy aplacado y desmoralizado”.
Esos “detalles”, sin embargo, interesan menos que saber cómo se juzgará al tirano de Tikrit. Los administradores norteamericanos y los dirigentes políticos iraquíes no están ni siquiera de acuerdo sobre la forma en que se debe procesar a Saddam. Las informaciones contradictorias son tan profusas que el ministro iraquí de Justicia, Hachem al-Chibkli, tuvo que difundir un mensaje en la televisión para aclarar que el Consejo de Gobierno rechazaba “los pedidos para que el ex presidente sea juzgado por un tribunal internacional” porque era “necesario que se lo juzgue en Irak”. La población iraquí rehúsa que el ex mandatario sea juzgado por una suerte de “tribunal de los vencedores” y teme que en los próximos meses Washington organice una suerte de proceso-espectáculo para “tapar” la realidad de la nefasta situación que se vive en Irak. Un detalle ilustra la desorganización completa que sigue imperando en el país: además de loscortes de luz diarios, para conseguir un poco de gasolina hay que hacer un mínimo de cinco horas de cola en las estaciones de servicio de Bagdad.
Por lo pronto, Estados Unidos salvó por poco la cabeza de su administrador local. Dan Senor, uno de los portavoces civiles de la coalición, ofreció algunos escuetos detalles que permiten hacerse una idea sobre el fallido atentado contra Bremer. Senor dijo que el atentado se produjo cuando Paul Bremer regresaba de una reunión que no estaba prevista. “Tenemos razones para creer que se trata de una pura casualidad, que el ataque no estaba específicamente dirigido contra Paul Bremer”. El pasado 6 de diciembre, el mismo día en que el secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, se encontraba en Irak, Bremer cayó en una emboscada cerca del aeropuerto de Bagdad. Una bomba colocada al borde de la ruta explotó al paso del vehículo blindado en el que viajaba Bremer y un grupo de hombres armados lanzó inmediatamente un ataque contra el convoy. El portavoz precisó que como las armas utilizadas eran de poco calibre los vehículos de la coalición pudieron escaparse rápidamente.
“En suma, no lo lograron”, dijo Bremer cerrando el capítulo. Pero sólo el suyo. El otro, el de la muerte cotidiana, el de las dificultades para encontrar agua potable, suministros de luz que funcionen, seguridad y trabajo, no termina de escribirse.

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Un iraquí entre las ruinas del edificio del principal partido chiíta en Bagdad, destruido en una explosión antes del amanecer de ayer.
 
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