EL MUNDO › CON ASISTENCIA RECORD, EL CHAVISMO SE PREPARABA A ANUNCIAR LA VICTORIA

Tanta pasión que no se llega a contar

El cierre de los comicios se pospuso tres veces y se seguía votando de madrugada. Fuentes chavistas confiaron que el gobierno preparaba el anuncio de su triunfo en un referéndum considerado limpio por los veedores y sin incidentes.

 Por Luis Bruschtein

Página/12
en Venezuela
Desde Caracas

Cuando todavía faltaban votar decenas de miles de venezolanos en todo el país, de madrugada el chavismo comenzó a adjudicarse un muy claro triunfo en el referéndum. Casi a las tres de la mañana hora argentina, los veedores internacionales Jimmy Carter y César Gaviria –titular de la OEA– estaban reunidos con las autoridades electorales y figuras de la oposición, según fuentes gubernamentales, para preparar el anuncio de la victoria del No. Una multitud se concentraba frente al palacio de Miraflores para escuchar al presidente Hugo Chávez. Dentro del palacio trascendía que el presidente daría una conferencia de prensa para anunciar que ganaba por 59 a 41 por ciento, con escrutinio parcial.
La definición más importante de los últimos años en Venezuela convocó a una cantidad nunca vista de votantes, lo que obligó a posponer tres veces el cierre de los comicios. Los venezolanos finalmente pudieron participar del referéndum hasta la medianoche –la una, hora argentina– con el extra de que el que estuviera en la cola podría votar, sea cual fuera la hora. Así, el referéndum del que dependen los mercados petroleros mundiales y en el que se involucran temas cruciales para América latina, el Mercosur y Argentina, no tendría resultados hasta bien entrada la madrugada. El país pasó su crucial domingo en medio de una guerra de trascendidos, cifras de supuestas encuestas secretas y proclamas vencedoras de la oposición. La gran cantidad de votantes se formó desde las primeras horas frente a los escuelas donde estaban instaladas las mesas electorales. La lentitud del nuevo sistema de identificación de votantes y la inesperada cantidad de votantes, nunca vista antes en Venezuela, demoraron por mucho la votación.
El persistente bombardeo de misteriosas encuestas puestas a circular como rumores fue impulsado por sectores vinculados al grupo Cisneros, que tiene un conglomerado de medios de comunicación y otras empresas. Otros periódicos también aseguraron tener informaciones sobre una supuesta encuesta efectuada por las fuerzas armadas, con el triunfo del Sí opositor por 68 por ciento sobre un 32 del oficialismo. De esta manera, se creó un clima de tensión durante toda la votación. A su vez, la actitud oficial, a través del comando Maisanta –que diseñó su estrategia electoral– de llamar a la calma y mantener el compromiso de no difundir resultados en forma anticipada, hacía dudar ayer a los analistas que las cifras podían estar favoreciendo a la oposición.
Todos los canales privados de televisión y las principales radios fueron inundados por dirigentes políticos de la oposición desde cuando la votación recién había empezado. En la calle hicieron circular rumores por los celulares de que había aviones preparados en el aeropuerto de Tiuna en los que se proponían huir hacia Cuba las más altas figuras del gobierno. También se hablaba de una “Operación Morrocoy” para retardar la votación. El morrocoy es una tortuguita de tierra a la que rápidamente la oposición convirtió en el emblema de una “pérfida conspiración” para desalentar a la gente en las colas de votación, que debió esperar hasta cinco o seis horas para votar. Sólo de madrugada y con la tendencia por el No afirmándose comenzó a bajar el triunfalismo de la oposición.
Máquinas y colas
Por diversas razones, ambos sectores aseguraron que la mayor afluencia los favoreció. El chavismo dijo que fue la respuesta de la gente humilde que se movilizó para defender a Chávez. La oposición que la masividad del voto fue un respaldo al referéndum exigido por ellos. Lo cierto es que la incomodidad en las colas se revirtió en contra del gobierno, ya que las mesas con más cantidad de electores están en las barriadas más populosas donde el voto a favor de Chávez es muy mayoritario. A las 20 de ayer, las colas en las barriadas acomodadas, como en Altamira y el Centro, se habían terminado pero eran larguísimas en Petare, Catia y 23 de Enero. Hubo denuncias de que las máquinas cambiaban el voto, que a algunos que votaron por el Sí les había salido No y viceversa. Pero es poco probable que la máquina se equivoque, por lo que es más probable que se trató de errores humanos.
Al amanecer de ayer se escucharon bombas de estruendo en la ciudad y el toque de diana que había anunciado el presidente Chávez para convocar a la votación. Desde muy temprano se formaron las filas, pero la mayoría de las mesas se demoraron en ser habilitadas, en algunos casos porque faltaban los técnicos que debían manejar los “cazahuellas” y en otros porque no se habían presentado los integrantes de las mesas.
Una de las mesas de Sabana Grande, frente al Hotel Grand Meliá, todavía mantenía las puertas cerradas dos horas después del inicio. La gente empezó a gritar “¡Queremos votar, queremos votar!” y hubo patadas contra los portones de hierro. Pasó un camión de la basura y los obreros llevaban puestas las camisetas rojas del chavismo. En los flancos del camión decía “La Revolución es poder para el pueblo” y los votantes impacientes lo insultaron y abuchearon. “Nos quieren ganar por cansancio”, decía un señor mayor que votaría por la oposición. Esta es una zona mixta donde hay de los dos sectores, pero los chavistas de la cola prefirieron no discutir porque el ánimo no los favorecía.
El populoso barrio 23 de Enero es emblemático para el chavismo. Son numerosos y viejos monobloques situados en el oeste de la ciudad, una zona no aconsejable para visitar de noche. Cuando fue el golpe de abril de 2002, sus vecinos fueron los primeros en ocupar el centro de la ciudad y levantar barricadas en defensa de Chávez. Las colas en dos de los centros de votación, al igual que en el resto de la ciudad, eran larguísimas y la gente también estaba molesta pero no lo hacía tan evidente. “En esta barriada no hay escuálidos –dijo Alfredo Tovar, un moreno delgado y alto, de pelo canoso, dirigente vecinal en la zona, hablando de los opositores–, nosotros creemos que acá la votación por el No pasará del 80 o 90 por ciento.”
Dentro del centro de votación, en una silla al fondo, sola y como rodeada por un gran vacío, estaba sentada una fiscal de la oposición. “Los venezolanos somos todos hermanos –declaró, lógicamente conciliatoria–, somos todos venezolanos por encima de las diferencias.” En otra de las mesas de la misma barriada había protestas por las demoras. Las autoridades de mesa explicaron que habían hecho pasar primero a ancianos, enfermos y embarazadas. En el interior del centro, la gente se confundía con la máquina electrónica y la “cazahuellas” y demoraba entre cinco y seis minutos, lo que hacía eterna a las filas donde había por lo general unas dos mil personas. En una de estas mesas del barrio 23 de Enero votó Chávez y fue recibido en forma apoteótica.
Así como en estos barrios humildes era imposible reconocer opositores si es que los había, en el barrio de Altamira, una especie de San Isidro porteño, se hacía imposible distinguir algún chavista, si es que lo había. En general, en estas mesas la gente estaba más belicosa y asumía la votación como un desafío contra el gobierno. Cuando votaban lisiados y ancianos se escuchaban fuertes aplausos y vivas por la democracia. Es toda gente blanca y bien vestida que ha llegado en sus automóviles seguros de la victoria de la “gente de bien”. Es impresionante la divisoria de aguas, sin matices: si la lucha de clases no existía, esta gente la ha reinventado. No aceptan ni que se les mencione la posibilidad de que gane Chávez.
“Antes no nos interesaba tanto el voto, pero ahora, que somos excluidos y vejados, nos damos cuenta de que es la única herramienta que tenemos”, explica una señora muy amable y elegante que soportó más de seis horas de espera para poder votar. “Nosotros sí somos democráticos y cuando ganemos vamos a convocar a los chavistas al diálogo”, afirma su marido con gran serenidad. Pero a poco de hablar termina despotricando con gran energía contra “este gobierno de maricones y lesbianas”. “Este es un gobierno excluyente –reafirma su esposa–, quien no piensa igual que ellos, como nosotros, es excluido.” Tampoco hay un clima aquí para que un chavista haga público su voto.
A lo largo de los tres últimos días, la oposición centró sus críticas en el Consejo Nacional Electoral porque considera que obstaculizó la realización del referéndum. Según la Constitución, el CNE es el árbitro electoral, el que debe organizar el operativo, mandar a las fuerzas armadas que participan en él y fiscalizar el recuento de votos. Si se desconoce al CNE, se desconoce también el resultado. Los diarios, la televisión y las radios atacaron duramente al CNE en estos días. Pero ayer, el ex presidente norteamericano James Carter, y el secretario general de la OEA, César Gaviria, hicieron una conferencia de prensa para destacar el trabajo “casi heroico en una situación tan compleja” y dejaron claro que el referéndum se había realizado sin problemas (ver recuadro).
De todos modos, la lentitud de la votación prolongaba anoche el suspenso sobre resultados que cambiarán en forma drástica este país. La actitud de la oposición de actuar como un seguro ganador hacía pensar que tampoco será fácil para ellos aceptar un resultado adverso. Por su parte, al anochecer desde el oficialismo ya se daba por descontado su triunfo, aunque sin grandes gestos. No extraña entonces que hubiera caravanas opositoras festejando.

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El presidente llegó a votar y fue ovacionado por sus seguidores en el barrio 23 de Enero.
 
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