EL MUNDO › FRANCIA Y EE.UU. PIDIERON EL RETIRO DE SIRIA DEL LIBANO

El cuento de hadas del amigo Bush

En su discurso en Bruselas, el mandatario norteamericano apeló a la conciliación y llamó a forjar una “nueva era transatlántica”.

 Por Eduardo Febbro

La segunda administración Bush no escatimó los medios para reparar los daños provocados por el largo antagonismo que dividió a los aliados antes y durante la invasión de Irak. Sonrisas a cada paso, apretones de mano vistosos, repetidas palmadas en la espalda, el presidente norteamericano, George Bush, se prestó abiertamente al juego visual y verbal de la “reconciliación transatlántica”. En el primer discurso que pronunció en el Viejo Continente, el mandatario dio un giro radical respecto de lo que fue en palabras y en hechos el estilo unilateral de su anterior mandato.
El presidente planteó un pacto por la libertad y la democracia, anheló la permanencia de una “Europa fuerte”, dijo que no había poder en la tierra capaz de dividir a los aliados y llegó hasta citar a quien sin dudas es uno de sus enemigos ideológicos, el escritor francés Albert Camus. La diplomacia norteamericana organizó cuidadosamente los encuentros para demostrar que las “incomprensiones” del pasado son un recuerdo. Por la mañana, Bush exhibió un extenso apretón de manos con quien, hace dos años, fue, junto al presidente francés Jacques Chirac, el más cadente opositor a la guerra en Irak, el premier belga Guy Verhofstadt. Por la noche y siempre envuelto en una nube de sonrisas, el jefe de la Casa Blanca invitó a cenar al mandatario francés en la embajada norteamericana. Ambos firmaron un comunicado conjunto pidiendo el retiro de los 15 mil soldados que Siria mantiene desplegados en el Líbano.
El cambio verbal de la política exterior norteamericana se plasmó en el discurso de 40 minutos que Bush pronunció al comenzar la tarde. Desde Medio Oriente hasta los desarreglos climáticos, pasando por la ayuda al desarrollo y la expansión de la democracia, el mandatario no dejó tema sin evocar. Consciente de que el talón de Aquiles de los europeos es su peso específico en la escena internacional y su noción de la democracia, el presidente de la primera potencia mundial llamó a los europeos a forjar “una nueva era transatlántica”, a enterrar los “desacuerdos pasajeros” derivados de la guerra en Irak y, de paso, pidió al Viejo Mundo que se comprometiera junto a los Estados Unidos para “hacer avanzar la libertad en el mundo” y “la paz en Medio Oriente”.
Poco después de que Bush solicitara una “ayuda sustancial para Irak”, los ministros de Relaciones Exteriores de la Unión Europea acordaron capacitar a 700 policías, magistrados y guardiacárceles iraquíes. Concesión estrecha pero que seguramente se completará hoy con una contribución más decisiva de la OTAN. Bush abordó de frente y desde otro ángulo uno de los conflictos que más han dividido a los aliados, es decir, la crisis israelo-palestina. Esta vez, el dirigente estadounidense trazó la línea de una convergencia dirigiéndose por igual a israelíes y palestinos. Lo más notorio de su planteo radica en que, por primera vez, Bush se dirigió a los dirigentes israelíes poniendo sobre la mesa dos exigencias de la Autoridad Palestina: una, ya evocada otras veces, consistió en pedirle a Ariel Sharon el fin de la colonización de los territorios palestinos.
La otra, en cambio, nunca figuró en los discursos. Bush exigió que Israel cumpliera con uno de los requisitos, cuyo incumplimiento por parte de Israel hizo imposible que el entonces presidente de la Autoridad Palestina Yasser Arafat firmara los acuerdos que el ex presidente norteamericano Bill Clinton le sometía. Pidió a Israel que ayudara a los palestinos a establecer una democracia y, sobre todo, a permitir que el futuro Estado palestino estuviese formado por “territorios contiguos” y no por zonas esparcidas. Si no es así, puntualizó Bush, la paz no funcionará. Este es sin lugar a dudas uno de los giros más esperados de su política.
Lo que Bush esbozó ayer en el cielo europeo tiene aspectos de cuentos de hadas. El pacto mesiánico-estratégico en nombre de la libertad no oculta sin embargo los profundos desacuerdos que aún persisten, sea en el plano de la política internacional, Irán, Irak, China, Siria, sea en el comercial, subvenciones agrícolas, ayudas disfrazadas a la industria aeronáutica, etc., etc. La frase “ningún poder terrestre podrá dividirnos” quedará en lo anales de la poesía de las relaciones internacionales. A pesar de que Chirac y Bush publicaron anoche un comunicado conjunto exigiendo a Siria que respetara la resolución 1559 de las Naciones Unidas, es decir, el retiro de las tropas que Damasco tiene estacionadas en el Líbano –y ello antes de las elecciones previstas en el Líbano para el próximo mes de mayo–, pese a esa convergencia “temporal”, el antagonismo persiste con respecto al futuro.
Europa apuesta por la diplomacia permanente, para Estados Unidos es sólo una opción del momento. La misma distancia separa a ambos continentes con respecto al levantamiento del embargo a la venta de armas a China. Europa se apresta a levantarlo y Washington no está de acuerdo. No menos sensible es el tema del programa nuclear iraní. Tres países europeos, Francia, Alemania y Gran Bretaña, trabajan diplomáticamente para que Irán abandone su programa nuclear militar, mientras que la administración Bush no cesa de alinear los cañones como medio de presión. Las distancias son todavía más siderales cuando se trata de temas ligados al medio ambiente, esencialmente el punto del calentamiento del planeta y la consiguiente ratificación del Protocolo de Kioto.

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El presidente francés, Jacques Chirac, junto a su par norteamericano, George W. Bush.
 
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