EL MUNDO › LULA HACE UN GUIÑO A LA IZQUIERDA PARA GANAR FUERZAS

Entre el MST y “The Economist”

 Por Darío Pignotti

Apodado “hombre bomba” por la prensa brasileña, el diputado Roberto Jefferson causó estragos en el gobierno de Lula con sus denuncias sobre corrupción, que acabaron con el ex superministro José Dirceu, adelantaron la agenda electoral y obligaron a una reforma ministerial –en la que el presidente trabajó ayer– que puede derivar en un gobierno de coalición nacional con el centrista PMDB.
Con todo, las secuelas del efecto Jefferson van más allá: sus acusaciones, implicando al oficialismo en la compra masiva de diputados, también dejaron efectos colaterales, que tal vez él no imaginó. Es el caso del reencuentro del gobierno con el Movimiento de los Sin Tierra (MST) y otras organizaciones sociales, hasta ahora distantes de la administración petista, a la que juzgaban, y juzgan, dócil frente al poder financiero.
Para dar prueba de que su acercamiento con los viejos “amigos y compañeros” no es mera retórica, Luiz Inácio Lula da Silva recibió a una delegación y, lo que es poco usual, compartió con ellos una reunión de dos horas y media en el propio Salón Oval, el ámbito donde se desarrollan las reuniones del gabinete de ministros.
La imagen de Joao Pedro Stédile, líder sin tierra, sentado a la izquierda de Lula, en el mismo sillón –habitualmente ocupado por su principal ministro–, permite interpretaciones diversas. Una de ellas es que el Planalto entiende probable un clima de polarización política y apele a su capital movilizador, una tesis que defiende el ex ministro José Dirceu, desde el mismo día que se acabó su carrera en el Ejecutivo.
Velando las armas
Esta semana Dirceu eligió escrupulosamente las palabras de su discurso de despedida como ministro jefe de la Casa Civil cuando trajo implícitamente a cuento sus años de exilio en Cuba, donde fue adiestrado para la lucha armada, y saludó a Dilma Rousseff, su sustituta, como “compañera de lucha y camarada de armas”, frase que enardeció a los sectores políticos y periodísticos más fóbicos del PT. No fue un desborde verbal de Dirceu sino otro paso hacia un plan de movilización a la que ya convocó a su partido, el PT y a los movimientos organizados.
Igual que para Dirceu y el PT, para el MST, la Central Unica de Trabajadores (CUT) y la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), hay sectores que están trabajando en la desestabilización o en un “golpe”. Horas antes de ser recibidos por el presidente, los líderes del MST, la CUT y la UNE lanzaron la Carta a los Brasileños, documento en el que anuncian que no permitirán que esta crisis sea resuelta sólo por los partidos políticos y prometen ganar las calles en defensa del gobierno. Claro que la idea de que el diputado Jefferson y sus revelaciones, son mascarón de proa de una conspiración, fue cuestionada unánimemente por la oposición. El ex presidente Fernando Henrique Cardoso consideró iluso al hipotético plan y criticó la convocatoria al activismo motorizada por Dirceu, y avalada por Lula en el Salón Oval, advirtiendo que ese camino puede llevar a una fractura nacional, del tipo, dijo, de la que se vive en Venezuela.
Equilibrismo
Igualmente, ante los reclamos de campesinos, sindicalistas y estudiantes que le reiteraron la necesidad de romper con la que llamaron “política neoliberal”, Lula les reiteró que sigue confiando en el ministro de Economía Antonio Palocci. Por cierto, la aproximación del presidente con las organizaciones de base no conmovió a Palocci, quien anunció la prolongación de las metas inflacionarias para los próximos dos años, a pesar de las críticas que esa ortodoxia suscita entre sus colegas de gabinete, como la nueva ministra jefa de la Casa Civil. Ayer el británico Financial Times elogió que Palocci defienda una inflación del 4,5 por ciento para los ejercicios 2006 y 2007, y la juzgó una decisión que garantiza la credibilidad brasileña entre los inversores extranjeros.
Según el periódico, el ministro de Lula no cedió a presiones de “la industria, los sindicatos y de los líderes más radicales de izquierda”. Al diario financiero se sumó el semanario, también conservador, The Economist, que además de elogiar la política económica sugirió, igual que algunos grupos de presión brasileños, que es el momento para que Lula privatice. La propiedad estatal de empresas como Petrobras y Banco do Brasil son precisamente banderas defendidas al unísono por el ahora diputado Dirceu y los activistas recibidos por Lula en la noche del miércoles.
Que simultáneamente The Economist y el MST respalden al mandatario habla del desquicio que dejó en el sistema político la artillería de Jefferson. Resta saber cuál será la estrategia de Lula para hacer equilibrio entre aliados tan disímiles.

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