EL MUNDO › VUELVE LA AMENAZA DE LE PEN EN LAS ELECCIONES DEL DOMINGO

La ultraderecha puede ser el árbitro

Después de la segunda vuelta presidencial francesa, Jean-Marie Le Pen parecía aplastado. No es tan así, según encuestas que le dan un 14,5% para las legislativas del domingo.

Pocos creen ya en las encuestas en Francia. Ninguno de los sondeos previos a las presidenciales de abril pudieron pronosticar que el líder racista Jean-Marie Le Pen llegara a disputar la segunda vuelta con Jacques Chirac. Pero ahora, los mismos sondeos van en el sentido de la sorpresa. Según una encuesta publicada ayer por la empresa Sofres, el Frente Nacional (FN) de Le Pen podría obtener un 14,5 por ciento en las elecciones legislativas del domingo, lo que provocaría, una vez más, que el FN llegara a una segunda vuelta, esta vez legislativa, y que incluso podría colocar algún diputado en la Asamblea Nacional, algo que no ocurrió nunca. Con su crecimiento, el Frente Nacional puede provocar situaciones tan insólitas como perjudicar a la derecha de Chirac y favorecer a la izquierda, que por ahora aparece en desgracia.
El fantasma de Le Pen, que apareció en la primera vuelta presidencial y pareció esfumado en la segunda, volvió a aparecer para la primera vuelta de estas legislativas. En el sistema electoral francés, un candidato a diputado de una circunscripción debe obtener la mitad más uno de los votos en la primera vuelta. Si no lo hace, deberá disputar un ballottage, pero no con el segundo más votado sino con todo aquel candidato que supere el 12,5 por ciento de votos entre los electores inscriptos en el padrón. Así, ocurre lo que se conoce como “triangulación”: en general los candidatos para el ballottage son tres, y uno de ellos pertenece a la extrema derecha. Eso es lo que ocurrió en las legislativas de 1997. Lo que impidió que el Frente Nacional entrara al Congreso fue un acuerdo por el que unos 46 hombres y mujeres de la derecha retiraron sus candidaturas para permitir que ganara la izquierda, antes que lo hiciera algún representante de Le Pen.
El problema es que la derecha no parece dispuesta a hacer lo mismo ahora. No bien ganó las presidenciales, Chirac lanzó su Unión para la Mayoría Presidencial (UMP), cuyo solo nombre habla a las claras: no debe haber cohabitación con la izquierda. Los sondeos por ahora lo favorecen: un 40 por ciento de intención de voto en la primera vuelta frente a un 34,5 de la izquierda, y un 44 por ciento para la segunda frente a un 40 para socialistas, ecologistas y comunistas. El problema es el 15 por ciento promedio que falta, y que sería para Le Pen. Si en alguna de las 577 circunscripciones electorales en las que se divide el mapa político francés se produce una “triangulación” en la que un candidato del Frente Nacional aparece con chances de ganar, los votantes de derecha podrían proceder a votar al de la izquierda si ven que su propio candidato tiene pocas chances de ganar. También puede ocurrir lo contrario, esto es, que en el actual clima político, el votante de derecha se incline por la extrema derecha, haciéndola entrar en el Congreso.
La complejidad del problema se completa con el número de candidatos, que creció un 33 por ciento respecto de 1997. Esta dispersión de candidatos resta más votos a los representantes de la izquierda y la derecha clásicas que a los de la extrema derecha. Por eso, ayer el premier francés JeanPierre Raffarin propuso que se reforme en el futuro el sistema electoral para que haya un ballottage simple, donde compitan los dos candidatos más votados, para evitar triangulaciones. En eso están de acuerdo la derecha y la izquierda, lo que expresa que detrás de tantas variables haya un solo problema: el crecimiento de Le Pen y sus secuaces.

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Jean-Marie Le Pen con su esposa Jany y seguidores.
 
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