PIRULO DE TAPA

SEGUIMOS

Los uruguayos nos vamos salvando, en el anca de un piojo. De algo han servido las plegarias. Desde los altos cielos, el Señor sacó del medio a Zidane y en los dos partidos envió árbitros que nos dieron más de una mano. Las divinas gauchadas nos vinieron bien, aunque la de los árbitros nos ha sacado de la boca la coartada de siempre. Nadie podrá decir que los jueces tuvieron la culpa del poco juego, casi nada, que el Uruguay mostró. “No haberá lujo, pero tampoco es limpio”, dice Inodoro Pereyra cuando muestra el rancho. No faltaron los pelotazos ni los centros a la olla, pero sobraron los codazos, los empujones y los revolcones. Continuamos en carrera con más pena que gloria, sin alma, sin goles, sin toque, sin gracia, sin audacia. Con este juego mediocre y mezquino, sólo por milagro podremos seguir mucho más allá. El problema es que Dios anda ocupado en otros menesteres y hasta El se aburre de vernos. Los milagros existen, está probado, pero hay que merecerlos.