DEPORTES

Uruguay-Francia: un sueño profundo

Más que “partido de la muerte”, “partido mortal”: los dos casi afuera.

 Por Washington Uranga

¿Por qué nos maltratan así? Ni la condición de actual campeón del mundo que ostentan orgullosos los franceses ni la historia del fútbol oriental -quizás lo único a lo que pueden apelar desde hace mucho tiempo los charrúas– justificaban tal pobreza estética, de ideas futbolísticas y deportivas. El partido “de la muerte”, como algunos lo titularon, se pareció más a un partido de muerte que a cualquier otra cosa. De muerte del fútbol, se entiende. Sinceramente, ¿era necesario ir hasta Busan, allá tan lejos, en Corea del Sur, para brindar un espectáculo tan pobre? Ni la adrenalina extra que genera el clima de campeonato mundial, ni la que suma el hecho de que los colores nacionales se pongan en juego fueron suficientes para superar tanta mediocridad. Las razones, las trayectorias y los motivos pueden ser distintos, pero la realidad de ambos equipos es triste y mediocremente parecida.
Por motivos que tienen que ver estrictamente con mis raíces y mi historia futbolera, me planté temprano frente al televisor con la celeste sobre el pijama y con la secreta esperanza de que el equipo del gordo Púa me entusiasmara, me diera la oportunidad de poner en el fútbol (así sea por un momento) todo el fervor que la vida cotidiana nos sustrae. Nada. Abrí un nuevo crédito cuando el mexicano decidió dejar a los franceses con uno menos. Y nada. La garra charrúa tan mencionada y tan poco expuesta en los últimos tiempos es ese coraje que permitió, en otros tiempos –siempre en otros tiempos– dar vuelta partidos con un hombre de menos. Ayer, no sirvió ni siquiera para animarse... con un hombre de más. Esa misma garra que exhiben, cada uno en lo suyo, los Rada, los Galeano, los Benedetti o la China Zorrilla. Hasta Víctor Hugo gritando los goles argentinos. Yo pregunto, don Víctor Púa ¿a qué jugamos? Y se lo pregunto, querido Gordo, más allá de que su táctica (¿?) pueda terminar dándole pragmáticamente y por imperio de la matemáticas (y de un triunfo ante Senegal, por supuesto) la clasificación para la otra fase. ¿Servirá, jugando así?
Haciendo abstracción del marco, de los himnos y de los colores, por momentos tuve la impresión de estar asistiendo a la reedición de un clásico de otros tiempos protagonizado entre Ferro (mi querido Ferro...) y Platense siempre aferrados al cero como único argumento para no descender. Finalmente, ambos terminaron descendiendo. Si hasta en la cancha estaba Trezeguet, que con menos años y menos dinero en su cuenta también supo lucir la camiseta de los calamares. Desde otro lado del Plata, Bielsa y los suyos estarán deseando hoy que galos y orientales pasen a la otra ronda. Probablemente sería injusto con los daneses y los senegaleses. Y con el fútbol... pero –aunque les basta con sus propios argumentos– el camino de la Argentina se presentaría ciertamente más despejado. A menos que tanto galos como charrúas decidan dejar de jugar al cero y apuesten -así sea por una vez– a la creatividad, al deporte y, arriesgando algo, nos despierten del profundo sueño en que nos dejaron sumidos ayer.

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Lembo y Rodríguez, de Uruguay, en busca de la pelota junto a Micoud, de floja tarea.
 
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