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Rajoy se proclamó candidato del derechista PP español

Puso fin a la polémica en el interior del Partido Popular sobre quién se postularía a la presidencia. Sin embargo, los sondeos lo ubican por detrás de Rodrigo Rato y Ruiz Gallardón.

 Por Oscar Guisoni
desde Madrid

Mariano Rajoy decidió ayer cortar por lo sano con las duras polémicas que se han desarrollado durante los últimos días en torno de su liderazgo dentro del Partido Popular, la principal fuerza opositora española, haciendo que la Ejecutiva de su formación lo proclamase candidato a presidente del gobierno en las elecciones que tendrán lugar a finales de marzo del próximo año. Pero las cosas no le salieron tan bien como pensaba.

El fallido atentado de ETA que se produjo a la madrugada (ver recuadro) opacó en los medios de comunicación la noticia de su previsible candidatura. Desde el PSOE se apresuraron a descalificar el pronunciamiento. Se ha precipitado porque en el partido nadie confía en él, señaló José Blanco, secretario de organización de los socialistas. Las últimas encuestas le dan la razón al dirigente oficialista: los propios votantes de la derecha preferirían tener en las listas electorales como alternativa a José Luis Rodríguez Zapatero, o bien a Rodrigo Rato, ex hombre fuerte del Fondo Monetario Internacional y ministro de Economía durante el gobierno del conservador José María Aznar o al carismático alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón. Para calentar aún más la olla a presión dentro del Partido Popular, el histórico Manuel Fraga Iribarne, ex gobernador de Galicia, fundador del PP y ex ministro del dictador Francisco Franco, afirmó hace unos días que ha llegado la hora de que la derecha comience a hablar de la sucesión al liderazgo de Rajoy.

Mala manera de comenzar el largo proceso electoral que se avecina.

“Exijo al PP que se dedique al objetivo de ganar las elecciones”, afirmó ayer Mariano Rajoy en su primer discurso como candidato oficial, en un tono más guerrero que el habitual y sin poder disimular demasiado la tensión que ha tenido que soportar durante casi todo el mes de agosto.

Toda la artillería que descargó luego contra Rodríguez Zapatero, al que acusó de “aventurero” y de cometer “chapuzas” (truchadas) en su política antiterrorista y territorial, cediendo demasiado a los nacionalismos históricos de Cataluña y País Vasco, no alcanzó para tapar el enorme ruido de fondo que está generando la interna partidaria.

La historia viene de lejos. Más precisamente, desde el mismo momento en que José María Aznar lo nombró a dedo su sucesor a finales de 2003, luego de sorprender a propios y extraños afirmando que no buscaría un tercer mandato. Corrían tiempos dorados para el PP y las encuestas le sonreían pusiera el candidato que pusiera. Nunca nadie supo por qué Aznar se inclinó por el gris Rajoy, en detrimento de Rodrigo Rato, el candidato cantado a sucederlo no sólo debido al éxito de su política económica, sino al consenso que despertaba dentro del PP. Mientras que a Rato le ponían debajo de los pies la alfombra roja que habría de llevarlo a presidir el FMI, al otro eterno candidato frustrado a dirigir el PP, el alcalde madrileño Alberto Ruiz Gallardón, volvían a jugársela en contra sus propios compañeros de partido que lo veían demasiado inclinado hacia el centro político.

Cuatro años después las cosas han cambiado. Y mucho. Rajoy perdió las elecciones empujado por la ira popular luego de que el gobierno de Aznar intentara horas antes de los comicios desviar hacia ETA las sospechas de la autoría del violento atentado cometido contra los trenes regionales de Madrid por integristas islámicos en protesta por su participación en la guerra de Irak. Y el hombre que estaba llamado a ser una especie de buen administrador de una victoria que hubiera obtenido sin mucho mérito propio se encontró con que tenía que liderar desde el llano a un PP en la oposición. Y como se dice a menudo en España, el poder desgasta pero más desgasta a quien no lo tiene. Falto de carisma y de legitimidad interna, Rajoy tuvo que soportar dos derrotas consecutivas y sólo se alzó con una pálida victoria en las últimas municipales de mayo, en las que logró vencer por una mínima diferencia al Partido Socialista.

La renuncia de Rato a la dirección del FMI despertó las primeras rencillas. Aunque el ex ministro aznarista se apresuró a negar su intención de volver a la arena política española, las encuestas favorables y la opinión de más de un dirigente del PP volvieron a ponerlo en el centro del escenario. Ruiz Gallardón, por su parte, también manifestó su intención de estar presente al menos como número dos en la fórmula presidencial, pero el ala derechista del partido rápidamente salió a embarrarle la cancha. La proclamación de ayer de Rajoy como candidato sólo es un intento de disimular que la guerra por la sucesión se ha abierto. Y que sus rumores impregnarán la mayor parte de la larga campaña electoral que se avecina.

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Paris Mariano Rajoy atacó la política antiterrorista de Zapatero.
 
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