EL MUNDO › OPINION

El general del pueblo

 Por Washington Uranga

En julio de 1997, al presentar el libro Seregni. La mañana siguiente, Eduardo Galeano escribió otra de sus piezas maestras, en este caso para hablar del “paísito”, de Uruguay, el país de las paradojas. Y entre esas paradojas sobre las que se construye la historia lejana y también la reciente de los orientales se encuentra la figura de este hombre, de este militar que le puso el cuerpo a la vida, que entregó todo lo que tenía y más, en bien de sus ideales y para construir una sociedad en libertad, en justicia y en democracia. Líber Seregni, general del pueblo, líder histórico y motor del Frente Amplio es, como bien dice Galeano, una paradoja: “El símbolo de la dignidad civil en Uruguay es un militar, que se llama Liber Seregni”. Seregni, dirigente político pero sobre todo militante de la vida, fue la máxima autoridad del Frente Amplio, el nucleamiento de izquierda de mayor incidencia en la vida política de Uruguay de todos los tiempos, sin renegar nunca de su condición militar, aun frente a quienes lo quisieron privar de tal calidad. En ese sentido hasta su muerte se produjo en medio de una paradoja: el arresto con pretextos formales de otro militar, el general Francisco Wins, que hace pocos días tuvo la iniciativa de reponer el cuadro de Seregni en el salón de honor de la División de Ejército II (San José), donde el líder del Frente Amplio había sido comandante en 1966. En el país de las paradojas, un general con nombre de Liber(tad) logró juntar a los democristianos, con los comunistas, con muchos partidarios de la revolución armada y con tantos otros independientes, todos bajo el mismo propósito: generar las bases de una democracia más justa para todos a través del trabajo paciente y solidario, sin violencia y dentro de los carriles democráticos, pero sin resignar ninguna de las luchas ni abandonar frentes de batalla. Como conductor del Frente Amplio fue hábil en el uso de la estrategia que aprendió en su carrera militar y que perfeccionó en las duras luchas políticas uruguayas. Educado para la guerra fue constructor y artífice de la paz. Formado en la verticalidad de la disciplina castrense fue un defensor de la diferencia. “Sin intercambio, sin pugna, sin choque de ideas, no hay posibilidad de síntesis y, en consecuencia, de renovación. Cerrar los canales de expresión supone incitar a la violencia” (1971). En la tierra del también general José Artigas, en la tierra de Alfredo Zitarrosa, el sábado murió un luchador por la libertad y la justicia, un constructor de democracia “desde el pie” con raíz popular y sentido social, un general del pueblo en el país de las paradojas.

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