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Transversales inquietos por el nuevo diálogo

Algunos se consuelan con que el nuevo eje es “un giro táctico”. Otros ven un cambio de rumbo permanente. Las dudas y el miedo de los transversales.

 Por Martín Piqué

¿Qué sentirán los “transversales” –qué palabra inquietante– cuando leen en los diarios la frase “Adiós a la transversalidad”? ¿Será, tal vez, una sensación parecida a la del soldado japonés que sigue combatiendo en una isla del Pacífico cuando la guerra ya terminó? La pregunta, por ahora, no tiene una respuesta clara. Los últimos movimientos del Gobierno, en especial la apuesta al diálogo con los partidos tradicionales, parecen haber dejado en el archivo la idea de construir una fuerza nueva por fuera del PJ. La flamante apuesta del Presidente –el papel que le ha dado a la CGT unificada, la designación de Alberto Iribarne, el acercamiento a la UCR– ha producido desconcierto en sectores del kirchnerismo. En la Rosada lo saben, y quieren descomprimir la situación con el argumento de que es “un giro táctico de dos meses”. Pero otros ministros no piensan lo mismo y pronostican que en Balcarce 50 comenzó un cambio sin retorno.
Regreso al PJ
Los primeros indicios del inesperado romance entre el Presidente y los partidos tradicionales se dieron en el Tango 01. Cuando el avión volvía de Venezuela, el propio Kirchner y el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, conversaron con un grupo de legisladores que los habían acompañado a la isla Margarita. Estaban los senadores Miguel Pichetto (PJ), Mario Losada (UCR) y Diana Conti (ex Frepaso), los diputados José María Díaz Bancalari (PJ) y Alicia Castro (Frente para el Cambio), el funcionario de la Cancillería Darío Alessandro y el secretario de Energía, Daniel Cameron. Ante ese heterogéneo auditorio, Kirchner defendió su trato preferencial a la CGT unificada: dijo que era importante que representara al sector trabajador y que integrara al arco piquetero al mundo del trabajo. En esa charla, Kirchner también dijo que había que reformular el sistema político y que eso sólo se podía hacer desde los partidos tradicionales.
Los peronistas y radicales parecían extasiados. Algunos, como Díaz Bancalari, quedaron tan entusiasmados que luego llegaron a pedir que los que apoyan a Kirchner por fuera del PJ debían “afiliarse al justicialismo”. Iribarne –que aún no había sido nombrado secretario de Seguridad– había propuesto lo mismo unos días antes a un kirchnerista que provenía del Frepaso. Pero lo mejor se escuchó después, cuando Kirchner se retiró a descansar y Fernández se replegó en una conversación más íntima con Conti y Alessandro, dos ex frepasistas. “La transversalidad está resultando inorgánica y diletante. Hay que trabajar sobre políticas comunes y defender al Gobierno”, aseguró el jefe de Gabinete. “Ir con listas por fuera del PJ en la provincia podría llegar a ser muy dificultoso”, agregó. La conclusión que se llevaron sus interlocutores era que la política K había girado hacia una renovación por dentro del PJ.
¿Una pausa de dos meses?
La línea que defendió Fernández en el regreso de Venezuela quedó a la vista días después en distintas acciones del Gobierno: la visita a la CGT de varios ministros, la presencia de Kirchner en el homenaje a Ricardo Balbín, el nombramiento del duhaldista Iribarne y el guiño a Carlos Reutemann con el desembarco de Horacio Rosatti en Justicia. También en el ostracismo que le dedicaron al frente piquetero que lidera Luis D’Elía. El 26 de julio, en La Boca, ese sector organizó un acto con 5 mil personas en homenaje a Evita. No asistió ningún representante del Gabinete. Pocos días después, D’Elía hizo sus primeras declaraciones un tanto distantes para con Kirchner. “Kirchner tiene que definir si es Alfonsín o si es Perón”, dijo. La frase del líder de la FTV motivó una reunión de urgencia convocada por el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli.
“Esto es un giro táctico que va a durar dos meses –dijo Parrilli leyendo un papel que usó de guía–. Necesitamos ese tiempo para poder negociar en mejores condiciones con el Fondo. Para eso tenemos que poder mostrar un marco de alianzas más amplio. Después de octubre retomaremos la iniciativa y hacia fin de año se viene un shock redistributivo: vamos a aumentar la jubilación y bajar el IVA.” Los interlocutores del funcionario escucharon atentos pero también hicieron reclamos. La charla dejó pensando a más de uno de los partícipes, todos miembros de movimientos sociales que intentan aportar movilización y entusiasmo a la transversalidad.
El argumento que escucharon los piqueteros más cercanos al Gobierno es el mismo que defienden los dirigentes “transversales” del kirchnerismo. Se basa en la idea de que el Presidente necesita ampliar su base de sustentación para poder enfrentar los inminentes tironeos con el FMI. “Lo que Kirchner construyó hasta ahora no es suficiente para los momentos políticos que se vienen: el proceso de negociación de la deuda y las privatizadas. No va a abandonar la política que viene desarrollando pero sí va a tratar de ampliar su base: lo único que quedaría afuera es el macrismo y López Murphy”, dijo un kirchnerista que está trabajando en la campaña Cristina 2005. “Kirchner siente la necesidad de apoyarse en el Partido Justicialista en este momento político pero no descarta el proyecto frentista”, coincidió Eduardo Sigal, subsecretario de Integración Latinoamericana y miembro del grupo Confluencia.
Pero el tema que comienza a generar dudas entre los kirchneristas que apostaban a la construcción de una fuerza propia, por fuera del PJ, es que la táctica –la necesidad política de corto plazo– termine diluyendo la estrategia. Esto supone, claro, que la estrategia haya sido real y no un argumento de seducción. “El problema de este movimiento es que la táctica te puede consumir la estrategia”, advirtió a Página/12 un integrante del kirchnerismo que fue peronista y ahora podría ser llamado “transversal”. La respuesta al interrogante se sabrá en unos meses: por lo pronto, dentro del Gabinete ya hay ministros que prefieren una opción y otros que desean la contraria.

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Hermes Binner, Vilma y Aníbal Ibarra y Luis Juez. Los transversales pierden espacio en la Rosada.
"Esto es un giro táctico que va a durar dos meses", explicó Oscar Parrili la semana pasada a un interlocutor.
 
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