EL MUNDO › EL PC FRANCES QUEDO LITERALMENTE FUNDIDO POR LAS ELECCIONES

El comunismo que se aburguesó y quebró

 Por Eduardo Febbro

Los comunistas franceses se quedaron con las migajas de lo que fue uno de los partidos obreros y populares más imponentes de Europa. El PCF no sólo salió huérfano de electores, sino también de dinero. El lamentable 3,5 por ciento que obtuvo el pasado domingo ni siquiera le permite recuperar los gastos comprometidos en la campaña, acentuando hasta el abismo la crisis financiera que viene atravesando desde hace ocho años. La ley francesa exige que sólo los candidatos que llegan al 5 por ciento de los votos tienen derecho a percibir el reembolso de las sumas gastadas durante la campaña. Los votos de Robert Hue no llegaron a ese porcentaje. Votado por apenas un millón de personas contra 4.700.000 para el ultraderechista Jean Marie Le Pen, Robert Hue sacó el porcentaje más bajo de toda historia del PCF.
De sobresalto en sobresalto, los comunistas parecen haber llegado al último escalón. Todas las reformas lanzadas en estos años ni siquiera lograron aminorar la sangría electoral. La última fue la famosa “mutación” encarnada por Robert Hue. Ni reforma, ni cambio, ni transformación: mutación a secas. Con ese concepto debajo del brazo, el PCF emprendió un vasto programa de limpieza: cambió la cabeza de sus líderes, el estilo con que se vestían, las definiciones tradicionales y el lenguaje. Bajo el mandato de Robert Hue estaba prohibido hablar de “proletariado”, de “clase trabajadora” o de “lucha de clases”. El nombre de Marx se volvió una mala palabra y el PC empezó a gravitar en esferas mundanas. Confrontado a una crisis financiera producto de la pérdida paulatina de electores y militantes, la dirigencia del partido privatizó a medias el diario oficial L’Humanité y hasta alquiló la sede oficial para desfiles de modas y reuniones de sociedad. Al ir dejando por los caminos sus atuendos del pasado sin integrar otros nuevos se acercó más a lo que en Francia es percibido como oficial, como parte del sistema. El partido obrero se convirtió en un partido de gobierno aliado a un Partido Socialista que privatizó más que todos los gobiernos de derecha juntos. El PCF se desfiguró a sí mismo en su esfuerzo por hacerse aceptar por todos. Sin transición, pasó de ser el PC más estalinista de Europa a ser un mero maquillaje, sin proyecto ni identidad. El Partido Comunista levantó la voz sólo por compromiso. Los electores prefirieron los extremos: la izquierda contestataria y la ultraderecha aparecen como dos entidades no oficiales frente a un PC cuyos líderes siempre salen con saco y corbata.

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