EL MUNDO › OPINION

Cómo parar el ascenso de la derecha en Europa

Por Anthony Giddens *

La geografía política de Europa está cambiando. Hace menos de tres años, gobiernos de centroizquierda estaban en el poder en 11 de los 15 Estados de la Unión Europea. Dependiendo de lo ocurra en las elecciones en Francia en junio y en Alemania en septiembre, ese número podría reducirse a cinco o seis. Más aún, no hemos visto meramente el retorno de la derecha moderada sino el resurgimiento de la extrema izquierda, simbolizada por el apoyo ganado por Jean-Marie Le Pen en la carrera presidencial francesa. ¿Cómo debemos interpretar estos cambios? ¿Estamos viendo una transición ideológica como la de finales de los 70, cuando los conservadores de libre mercado ganaron una ascendencia tan pronunciada?
Mi respuesta sería que no. Para comprender por qué la derecha ha vuelto al poder, tenemos que entender por qué partidos de centroizquierda ganaron la mayoría desde mediados de los 90. No era porque el electorado estuviera girando a la izquierda. Las encuestas no mostraban eso. Los partidos socialdemócratas ganaron posiciones por un conjunto de razones. Revisaron su perspectiva política de modo de atraer a una base más amplia, abandonando parte del equipaje ideológico que los había mantenido fuera del poder. El laborismo se volvió nuevo laborismo, los socialdemócratas alemanes hablaron del “nuevo centro”, y así sucesivamente.
Pero había otras razones más contingentes también. En Gran Bretaña y Alemania, los conservadores habían estado en el poder por casi 20 años, la gente estaba cansada de ellos y quería nuevas caras. En Italia y Francia, las divisiones de la derecha ayudaron a dar la victoria a la izquierda. En España, el líder centroderechista José María Aznar está en el poder principalmente debido a que los votantes se desilusionaron con un largo período de los socialistas, cuya popularidad quedó mellada por escándalos de corrupción. La izquierda italiana no pudo contener sus diferencias y se fragmentó, mientras la derecha bajo Berlusconi hizo una demostración de unidad. En Dinamarca, los socialdemócratas cayeron del poder principalmente porque perdieron un referéndum sobre la entrada al euro. En EE.UU., Bush ganó –por un pelo– sólo porque Ralph Nader le sacó votos a Al Gore.
La caída de los gobiernos de centroizquierda también es resultado de fracasos políticos, y es aquí que deben formularse las preguntas más cruciales. Muchos críticos sostienen que la centroizquierda está en retroceso porque los socialdemócratas se han corrido demasiado al centro. La Tercera Vía, dicen, está acabada. El camino de regreso para la izquierda es retornar a la política que sus modernizadores rechazaron: altos impuestos, mayor intervención del Estado en la industria y mayor énfasis en la redistribución.
Esto no resiste el análisis. La mayoría de los votantes de hoy son noideológicos. Más del 50 por ciento de los votantes de la Unión Europea (y de EE.UU.) se definen como ni de izquierda ni de derecha. Los partidos que han permanecido fieles a una agenda izquierdista tradicional sólo obtienen una pequeña minoría de votos –usualmente bajo el 10 por ciento– y eso está declinando. Los errores políticos de los gobiernos de centroizquierda han sido los opuestos: su incapacidad de modernizar más.
Entre los énfasis del pensamiento de Tercera Vía hay dos elementos principales: la reforma del mercado laboral, poniendo énfasis en la creación de empleos, y la necesidad de afrontar asuntos tradicionalmente dominados por la derecha, tales como el crimen y la inmigración. Los socialdemócratas en varios países clave de la UE se han resistido o han sido políticamente incapaces de hacer estas adaptaciones, y han cedido terreno a la derecha.
La dificultad central en Francia, Alemania e Italia es la falta de trabajos. Aunque el desempleó cayó por un tiempo, ninguno de los gobiernos de centroizquierda adoptó las necesarias reformas de mercado laboral en ninguno de esos países. La proporción de la fuerza laboral ocupada en el Reino Unido es actualmente del 76 por ciento. En Francia y Alemania está entre 60 y 70, y en Italia sólo en el renglón del 50 por ciento. En Francia, el desempleo es particularmente alto entre los jóvenes, una proporción importante de los cuales votaron por Le Pen.
La celebrada intención de Tony Blair de ser “duro con el crimen y duro con las causas del crimen” fue un elemento crucial en el ascenso del Nuevo Laborismo. Reconoce que la ansiedad popular respecto al crimen es real, y debe dársele una respuesta. Enfoca problemas que antes eran un campo abierto para la derecha. Los socialdemócratas en otras partes necesitan hacer lo propio si quieren sostener o recuperar un amplio apoyo popular. Lo mismo corre con respecto a la inmigración. Deben desarrollarse políticas “duras con la inmigración, pero duras con las causas de la hostilidad a los inmigrantes”.
La nueva polarización entre izquierdas y derechas es claramente amenazante a la estabilidad política. Pero la causa de izquierda modernizadora dista de estar perdida. Es el único camino hacia adelante para los socialdemócratas europeos.

* Director de
la London School
of Economics.

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