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Unos oficiales hallan un refrigerador que espanta y otros cometen suicidio

Efectivos de la Guardia Nacional encontraron entre 30 y 40 cuerpos en un refrigerador apagado en el Centro de Convenciones, varios por muerte violenta. Hubo dos suicidios de oficiales que no soportaron la presión psicológica y unos 500 ya desertaron.

Los soldados de la Guardia Nacional que tomaron el control de Nueva Orleans hallaron decenas de cadáveres en un refrigerador del Centro de Convenciones, apagado por falta de energía, informó ayer el diario local The Times Picayune. Asimismo, equipos de ingenieros comenzaron a bombear ayer el agua, despertando las preocupaciones de expertos ambientales acerca de las consecuencias de Katrina. Y las dificultades no paran. Las operaciones de rescate tienen un nuevo obstáculo: el efecto psicológico que la tragedia está teniendo sobre los rescatistas. La semana pasada, dos policías de la ciudad se suicidaron porque, según sus allegados, no podían lidiar con la situación. Por otro lado, hasta ayer, entre 400 y 500 oficiales volvieron a sus casas, a sus familias o simplemente desertaron. Para bajar el estrés, las autoridades impusieron recesos cíclicos, por ejemplo, vacaciones de cinco días a Las Vegas o Atlanta, en las que también reciben terapia.
Uno de los oficiales de policía que se suicidó, el sargento Paul Accardo, de 36 años, dejó una carta en la que aseguraba que había sido preciso y consciente de todo hasta el final. Sus compañeros lo recuerdan como un “perfeccionista”, “todo tenía que estar en su lugar”. Fue esta obsesión la que lo frustró cuando, según cuentan sus amigos, no podía ayudar a la mujeres varadas en la autopista que pedían ayuda o a las que le pedían agua para sus hijos. No encontró ayuda dentro de la policía para sobrellevar su depresión y terminó disparándose en la boca. La institución parece no querer cometer el mismo error otra vez y está brindando ayuda a los oficiales que presentan señales de trauma psicológico.
El diario The Times Picayune, que ha seguido operando con una versión en Internet desde el embate del huracán el 28 de agosto, indicó que fueron los soldados de la Guardia Nacional de Arkansas, que llegaron al sitio seis días después de la tormenta, los que hallaron los cuerpos, entre 30 y 40, algunos de los cuales tienen muestras de muerte violenta. Un soldado identificado como Mikel Brooks acompañó al periodista del diario en una inspección del refrigerador: “No pise esa sangre, está contaminada”, dijo el uniformado. Iluminando los cuerpos con la linterna montada en su fusil, el soldado explicó: “Eso que ve ahí, con un brazo erguido, es un anciano. Ese otro es una niña de siete años, degollada”. La gente de la zona creía que había sido violada por una pandilla.
La escena de cadáveres en descomposición dentro del Centro de Convenciones refleja aquella en miles de negocios, escuelas, casas y refugios a lo largo del área metropolitana. El olor que se percibía en la zona, relató el periodista, era indescriptible.
Según los expertos ambientales, las aguas que anegan la ciudad están contaminadas por derrames de gasolina, fluidos de las cloacas, basura y cadáveres. La devastación creó una enorme sopa tóxica –en la que ya se encontraron peligrosas bacterias– que se extiende por el sudeste de Louisiana y Mississippi y presagia la llegada de un desastre ecológico inimaginable. Los toxicólogos y los expertos en salud pública advirtieron ayer que bombear miles de millones de galones de agua contaminada de las calles de Nueva Orleans nuevamente hacia el Golfo de México, la única opción viable para la ciudad, tendría un efecto nocivo en la vida marina y animal, comprometiendo los pantanos que forman la primera línea de resistencia a futuros huracanes, y con consecuencias para la salud humana. Las aguas contaminadas contienen excrementos humanos y de animales, cuerpos humanos y animales, aguas servidas y toxinas químicas y petroquímicas de las refinerías que bordean la costa del Golfo y los alrededores de Nueva Orleans. Aún antes de completar el bombeo, un proceso que dicen que llevaría por lo menos tres semanas (algunos ingenieros creen que pueden ser meses), las consecuencias para todos los seres vivos, humanos, animales, peces y micro-organismos, serán probablemente fatales.
“Estamos hablando de una masa de cuerpos humanos y de animales muertos en descomposición. Esto va a producir una pudredumbre de consecuencias desconocidas”, dijo Harold Zeliger, un toxicólogo químico y consultor independiente del estado de Nueva York. Las aguas que bañan ahora las calles y los barrios de Nueva Orleans probablemente terminen en el río Mississippi o en el lago Pontchartrain, justo al norte de la ciudad, donde probablemente reaccionen al oxígeno en el agua y priven a todas las criaturas vivientes, comenzando con los peces, de medios de vida. La perspectiva de severos efectos adversos químicos opacaron el cuidadoso progreso hecho ayer por los ingenieros del ejército y los trabajadores de rescate. Las aguas de la inundación comenzaron a retirarse en Nueva Orleans después que con éxito bombearon la mayor brecha en el sistema de diques de la ciudad y lograron activar la primera de las bombas de agua.

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Las aguas están contaminadas por derrames de gasolina, fluidos de las cloacas, basura y cadáveres.
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