EL PAíS › OPINION

No voy en tren, voy en avión

 Por Sandra Russo

Los medios de transporte argentinos también han caído bajo la oleada resemantizadora de las derechas campestre y urbana. No conviene ir en bondi a ningún lado, toda vez que el bondi en sí mismo está estigmatizado, y es, de la clase media reacia al peronismo para arriba, el medio de transporte por excelencia de los sobornados.

Antes de cada acto peronista o gubernamental, ahora los grandes medios, que no quieren retacear ninguna información que importe a sus lectores, indican cuántos micros se esperan. El anuncio de la cantidad de micros funciona como un aguafiestas por anticipado, como un desautorizador de presencias, como un prejuicio hecho juicio. Desde la publicación del dato, el dato mismo comienza su recorrido por bocas opositoras que, agarradas con uñas y dientes a la idea de que si el Gobierno tiene apoyo es porque paga, machacan con la representatividad de “los sueltos”.

El micro es el emblema del acto de afirmación comprado a fuerza de viático y chori. Los representantes de las entidades de propietarios campestres se ufanan muy seguido de que “su gente” es la que va gratis a todas partes. Vaya paradoja, cuando “su gente” y ellos mismos han desatado este vendaval institucional de proporciones para impedirle al Estado que regule la renta. Irán a los actos gratis, pero por todo lo demás vienen cobrando y mucho desde hace tiempo. Es más: podría decirse que se constituyeron en quienes son gracias a unas ganancias con las que ni sueñan ni soñaron nunca ni los desarrapados que antes cortaban rutas y para quienes se pedía represión (recuerdo un entredicho público con Joaquín Morales Solá, en tiempos del Puente Pueyrredón cortado, a raíz de su pedido de “orden” desde La Nación; un “orden” que sólo podía implicar en ese entonces represión).

Uno no va a negar el modo clientelista de gobierno, típicamente peronista de derecha, pero de ahí a extender la idea de que Los Micros, esos vehículos fantasmáticos que transportan aluviones zoológicos, son el único apoyo en el que se respalda el gobierno democrático, hay por lo menos varios errores de evaluación e interpretación. El Micro, enviado por el sindicato o el puntero, es señalado hoy como la prueba de que de un lado están los que enarbolan sentimientos y del otro los muertos de hambre.

Tiremos de esa sospecha, tiremos del hilo que nos dice que Los Micros llevan gente que no vale la pena de ser tenida en cuenta, y nos encontraremos muy pronto con aquellos que no hace mucho volvían a soñar con el voto calificado.

Cuando Buzzi dijo que el obstáculo en la Argentina son los Kirchner, lo hizo con la brutalidad de quien decide obviar una victoria electoral o lo hace descansar en el voto comprado, en el voto vacío de contenido porque el que votó K lo hizo apurado para no perderse el choripán correspondiente. Sólo esa lectura de la realidad, subestimadora en un grado inefable de la voluntad popular, guiada por la idea de la vanguardia iluminada que no sólo derrotará al Gobierno, sino que también, después, derrotará a la Sociedad Rural y a todo escollo que se interponga entre “los gringos” y su paraíso de soja liberada, puede explicar un dislate semejante. Ayer pidió disculpas; es de esperar que sean sinceras, no porque de repente tenga mejor opinión de la Presidenta, que eso no se le pide, sino por un elemental respeto institucional.

Pero los muchachos del “campo” actúan como si este gobierno no hubiera tenido votos, apoyo, cariño, confianza. Como si no los tuviera. Actúan como si estuvieran solos en un país, y alguien osara regularles algo. No cualquiera. Los regularon, los apretaron, los hicieron pelota, pero los muchachos fueron mansos en el menemato. El menemato tenía a la clase media de su lado, acaso porque los que más pagaron sus políticas fueron los débiles. Si Menem fue alguna vez rubio y de ojos celestes para muchos, esos muchos eran los que, como siempre, desde el principio de esta historia argentina, no tenían nada que agregar cuando los aplastados eran de tez mate.

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