EL PAíS › OPINION

Todos contra todos

Por James Neilson

Para Lenin, la pregunta fundamental era: Kto ktom? O sea, ¿quién come a quién? Y la respuesta suele ser el más poderoso que en estos tiempos será el que consiga convencer a quienes importan que mejor representa el interés general. Lo hacemos nosotros, gritan los políticos y sus amigos sindicales, pero ya que nadie les cree corren el riesgo de verse expulsados del lujoso barrio cerrado que se las arreglaron para construir en base a su presunta representatividad. Son las PYMEs, dicen los persuadidos de que lo que más necesita el país para ser competitivo en un mundo despiadado es una tarifa externa del mil por ciento, sueño este del movedizo ministro de producción. No, nada de proteccionismo, será mejor apostar a las grandes empresas multinacionales que tienen dinero y tecnología moderna, insisten sus lobbistas capitaneados por el Libertador de Afganistán, George W. Bush, mientras que los banqueros, respaldados por José María Aznar, señalan que sin finanzas la economía morirá de asfixia. En un nivel muchísimo más bajo, luchan por lo poco que queda de la torta los endeudados de a pie –somos el futuro, proclaman, porque suelen ser jóvenes–, contra los ahorristas que hablan de sus derechos, de promesas solemnes y de lo suicida que es despojarlos a cada tanto, pero por ser por lo común más viejos que sus contrincantes perderán otra vez en el país que institucionalizó hace años la guerra del cerdo.
Tales conflictos son propios de todos los países y de todos los sistemas políticos y sociales concebibles. En el mundo desarrollado, se resuelven mediante un empate inestable. En otras, es habitual que una facción, sus pretensiones blindadas por el uso de una teoría económica, ideológica, religiosa o étnica, ponga fin a la contienda erigiéndose en dictadura. Sin embargo, en la Argentina no se da ningún movimiento que se suponga habilitado para aplastar a los demás. Aquí el desbarajuste se debe a la ilusión generalizada, compartida por derechistas e izquierdistas, cacerolistas desesperados y quienes trasladaron fortunas al exte-rior, de que las apariencias no obstante Argentina es un país rico, razón por la que escasean los políticos y sindicalistas que vacilarían en convertirse en multimillonarios, abundan los empresarios gordos con empresas flacas, el Estado es menos capaz de recaudar impuestos de lo que eran los imperios mesopotámicos de hace tres milenios y, a pesar de que nos ha acompañado durante los casi dos siglos de vida del país, todos los dirigentes políticos encaran la “cuestión social” como si fueran damas de caridad sorprendidas por una emergencia totalmente insólita.

Compartir: 

Twitter

 
EL PAíS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.