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Una escuela recuperada por una cooperativa de padres y docentes

Un instituto privado que tenía jardín, primaria y secundaria estaba a punto de cerrar. Los papás y los maestros se unieron y lo sacaron a flote. Crónica de un salvataje solidario.

 Por Irina Hauser

La experiencia de las fábricas recuperadas por sus obreros ya se reproduce en otros ámbitos. Los docentes de jardín, primaria y secundaria del Instituto Comunicaciones decidieron formar una cooperativa para evitar el cierre de la entidad y poder seguir enseñando. Consiguieron, a fines de diciembre, la autorización judicial para poder hacerlo y en estos días están en plena reorganización de la escuela, arreglando el edificio e inscribiendo alumnos con ayuda de un grupo de padres.
“Todos nos necesitamos para formar un grupo justo, libre y responsable”, se lee en una cartulina con letras de colores que quedó, por casualidad, pegada en el pizarrón de sexto grado, y que ahora ve potenciado su sentido. El Instituto Comunicaciones, ubicado en el barrio conocido como Agronomía (entre Devoto, Villa Pueyrredón y Villa del Parque), tiene cuatro holgados pisos de instalaciones, parque y canchas para toda clase de deportes. También tiene piletas de natación que corresponden al club del mismo nombre. A fin de año contaba con cerca de 200 alumnos.
El colegio, que tiene 16 años, pertenecía al Club Comunicaciones, que entró en quiebra en 2000. “En octubre de ese año se hizo cargo un órgano de fideicomiso al aplicarse la ley de entidades deportivas, como en Racing, que da nueve años para que supere el déficit y pague sus deudas. Primero el colegio entró en ese mismo paquete pero un informe del síndico dispuso, en agosto, que debía cerrar por ser deficitario”, cuenta Verónica Mohr, la rectora, de 36 años. “El club tampoco quería que el colegio siguiera y nosotros lo sabíamos bien”, agrega Carlos Gálvez, 39 años, profesor de Educación Cívica. En medio de la desesperación de maestros y padres, una mamá abogada habló de los antecedentes de las fábricas ocupadas y así germinó la idea de autogestionar la escuela.
Los docentes enviaron una carta a todas las familias explicando a la situación y pidiéndoles apoyo. La decisión del juez demoró cerca de tres meses pero finalmente llegó. “Vivimos ese lapso con mucha incertidumbre, todos los días la gente preguntaba qué iba a pasar, incluso los chicos estaban al tanto de todo y hoy por hoy saben perfectamente qué quiere decir que de ahora en más seremos una cooperativa”, dice Mohr.
De los 58 empleados que tenía la institución, 39 aceptaron integrar la cooperativa. “Los que entramos en ella decidimos asumir el riesgo que implica. Si falta plata lo que se sacrifica es nuestro sueldo”, dice Gálvez. Es decir, la escuela cobrará matrícula y 10 cuotas a sus alumnos como hizo siempre, pero de ahora en más esos ingresos serán para cubrir los salarios de los docentes, pagar un canon (acordado judicialmente) al club y mejorar el instituto en todo lo posible. En términos educativos, los docentes creen tener entre manos una posibilidad ideal: un proyecto de enseñanza donde educar sea la finalidad por excelencia. “Eso de por sí produce un cambio de perspectiva respecto de una escuela antes administrada en términos de obtención de ganancias”, promueve Gálvez.
Ahora, en verano, hay guardias rotativas de 9.30 a 18 para inscribir alumnos y poner el trabajo al día. “Algo fundamental que cambió es que todas las decisiones se toman en asamblea, por votación o consenso. No estábamos acostumbrados a esto. Y estamos aprendiendo a administrar y organizar”, detalla Abel Vicente, profesor de educación física. “En la educación de los chicos, acostumbrados a una sociedad vertical y caudillista, este modelo es un importante cambio de valores”, dice Gálvez.
Para comenzar el ciclo lectivo la nueva cooperativa está gestionando una garantía (de dinero en efectivo) que asegure una base sólida para funcionar este año. “Hay padres que harán algún aporte, y esperamos recibir donaciones”, dice Vicente y anuncia que se los puede contactar escribiendo [email protected]. Lucía Rodríguez, una de las mamás que estaba ayer en la escuela, dijo que alentó la iniciativa desde un principio porque “es una gran oportunidad de preservar el trabajo de los docentes y de hacer algo mejor para la educación de nuestros hijos”.

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Los papás, los maestros y los chicos se dividen las tareas necesarias para las inscripciones de 2003.
Permitirá que siga funcionando una escuela que tiene cuatro pisos y centenares de alumnos.
 
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