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Murphy quiere ser el bulldog del gobierno, Carrió la ombudsman

La líder del ARI tiene coincidencias, el liberal quiere mostrarse centrista. La pelea por ser referentes de oposición.

 Por José Natanson

Una por izquierda, como ombudsman del nuevo gobierno, marcando diferencias y manteniéndose totalmente al margen a pesar de las coincidencias programáticas. El otro por derecha, explotando el lugar de máximo referente del establishment en el que lo colocó la renuncia de Carlos Menem y luchando por acaparar el voto no peronista. A partir del próximo domingo, Néstor Kirchner no sólo deberá lidiar con la peligrosa crisis argentina: también deberá enfrentarse –o negociar– con Elisa Carrió y Ricardo López Murphy, los nuevos líderes de la oposición.
Por izquierda
A diferencia de López Murphy, cuyo resultado se basa en una buena performance entre los votantes de clase media y alta, Carrió hizo una elección más homogénea, cosechando votos en lugares a los que nunca antes había llegado un referente progresista, como el segundo cordón del Conurbano. Una implantación mucho más pareja, con una sola –gran– debilidad: el resultado en las mesas femeninas duplicó al de las masculinas.
Una base más pareja preconfigura, en principio, un techo más alto que el de López Murphy, enfocado al votante no peronista. Sin embargo, Carrió enfrenta un problema que el economista no tiene: el de la diferenciación con el nuevo gobierno.
A pesar de sus trayectorias disímiles, Carrió y Kirchner tienen coincidencias importantes en términos de discurso y programa, lo que a primera vista reduciría el espacio de oposición que pretende ocupar la chaqueña. “No es así”, sostiene un dirigente del ARI. “Ahora da la sensación de que tenemos discursos parecidos, pero hay que esperar un poco y ver qué pasa. ¿Kirchner va a animarse a investigar a Duhalde? ¿Va a impulsar el juicio político a la Corte? ¿Está dispuesto a anular las leyes de Obediencia Debida y Punto Final? Todo indica que no va a ser así y, cuando llegue el momento, nosotros vamos a ocuparnos de remarcarlo”, concluye.
Sea como fuere, las coincidencias alentaron versiones sobre el desembarco de dirigentes del ARI en la nueva administración, y hasta hubo una conversación concreta entre el ex candidato a vice de Carrió, Gustavo Gutiérrez, y el kirchnerista Juan González Gaviola. La chaqueña, sin embargo, salió públicamente a abortar cualquier operación. “Ella cree que es imposible acercarse al peronismo sin que te engulla, como hizo el radicalismo con el Frepaso. Eso no implica hacer una oposición salvaje, pero sí mantenernos de este lado”, definen cerca de Carrió.
A diferencia de López Murphy, que no tiene reparos en aliarse con la UCR o los partidos del interior, la diputada está decidida a profundizar la inserción territorial del ARI, siempre y cuando se mantenga totalmente al margen de las fuerzas tradicionales. La decisión es arriesgada, tiene sus costos y hasta puede interpretarse como sectaria: ¿dónde empieza lo nuevo y dónde termina lo viejo? En cualquier caso, tiene el sentido de largo plazo de construir una fuerza de oposición realmente diferente.
Por derecha
El miércoles, en medio de las versiones sobre la renuncia de Menem, López Murphy encabezó una conferencia de prensa en la sede de su partido para mostrar su indignación ante el desbarajuste institucional. Puso cara de enojado, madrugó a Carrió y se autoadjudicó el lugar de fiscal de la Patria. Declaraciones al margen, lo cierto es que el ocaso del menemismo es pura ganancia para el ex ministro de Economía, convertido automáticamente en el principal referente del centroderecha.
No es poca cosa. Implica el apoyo de las corporaciones empresarias, de las asociaciones bancarias y de los medios afines al establishment, que hasta las últimas elecciones lo habían mirado como un representante ideal pero lejano. “Cuando recién largamos la campaña para las presidenciales los llamábamos todo el tiempo. Nos atendían amablemente pero no nos daban un mango. Cuando empezamos a crecer nos empezaron a llamar ellos”, recuerda un integrante del equipo de campaña, responsable de la millonaria estrategia publiciatria que permitió disimular el costado ultraliberal y represivo del líder de Recrear.
“Menem ya no existe, no puede disputarnos ese espacio. Eso va a permitir que nos movamos al centro sin que nadie nos quite el voto de derecha”, se entusiasma un operador de López Murphy que integra el club de los infieles a FIEL: aquellos dirigentes de perfil más político que presionan para alejar a los ultraliberales procesistas como Manuel Solanet.
Para extender el poder territorial, el plan es conquistar los votos radicales. Hasta ahora, López Murphy sólo obtuvo el apoyo de dirigentes pintorescos pero menores, como el legislador antigay Jorge Enríquez o el intendente de Olavarría, Helios Eseverri, que se hizo famoso por prohibir un recital de los Redondos y que lleva la convicción neoliberal por el recorte hasta el absurdo: hace unos años se indignó con la caca de pájaro que caía de los árboles de su municipio y ordenó una poda total, que convirtió a la plaza de Olavarría en una imitación del campo de menires con el que soñaba Obelix.
Estos son, entonces, los objetivos políticos del líder de Recrear. Instalarse como el referente de la clase media. Aprovechar la bancada de Recrear –20 legisladores y seis senadores– para consolidar su influencia sobre el establishment. Cuestionar a Kirchner desde la derecha, como hizo con Duhalde. Y, sobre todo, explotar la veta gorila. “Siempre va a haber un porcentaje del electorado que jamás va a votar al peronismo. No alcanza para ganar una elección, pero sí para posicionarse. Después, es cuestión de consolidar ese voto y esperar a que los independientes cambien de signo. Ahí estaremos nosotros”, resumen cerca de López Murphy.

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Carrió tiene un techo de votos potenciales superior.
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