EL PAíS

Las andanzas del presidente K que ponen nervioso al justicialismo

Parado en su inédita popularidad, Kirchner se mueve por las suyas y genera tensiones para adentro del peronismo. Pactos de no agresión y los que esperan “para morderlo”.

 Por Sergio Moreno

Néstor Kirchner tiene casi el 90 por ciento de imagen positiva y una aceptación popular que sorprende a los estudiosos de las ciencias sociales, que ven este fenómeno a la sombra de una sociedad que hace poco más de un año pedía que se vayan todos. Esta relación del Presidente con la gente es también observada con mediatez desde los intestinos del peronismo, cuyos dirigentes se retuercen cada vez que Kirchner o alguno de sus hombres hacen gestos de construcción extramuros del partido, por lo general hacia la izquierda. Así ocurre con los apoyos presidenciales en la Capital, en Misiones y en Río Negro, antagónicos a las apuestas del peronismo local. “El (Kirchner) tiene una relación maravillosa con la gente, más del 87 por ciento de popularidad. Así y todo, hay algunos compañeros que esperan que algo salga mal; en cuanto baje al 65 por ciento le van a morder los talones”, dijo a Página/12 un hombre del Gobierno cuya forja de cuño justicialista lo hace recelar de las movidas extrapartidarias del Presidente.
El PJ es, actualmente, una federación de condottieri provinciales, los gobernadores, dos mayorías en el Parlamento nacional y el Presidente de la Nación. Menemismo ha pasado a ser sinónimo de riojano y uno que otro dirigente marginal. Eduardo Duhalde, por el contrario, cierra el puño sobre el PJ de su provincia y acata la organicidad partidaria, lo que lo llevó en los tres distritos nombrados más arriba a ubicarse en la vereda contraria a la del Presidente. “Kirchner lo obliga (a Duhalde) a pararse enfrente de él. Porque si Lupín necesita armarse de una masa crítica no puede hacerlo contra el peronismo. Los dirigentes se vuelven locos cuando se enteran de que está rosqueando, por ejemplo en Misiones, con los radicales, o en Capital con el Frepaso de (Aníbal) Ibarra. Duhalde tiene que jugar según el partido porque él es el partido”, reflexionaba un dirigente –de buena imagen nacional– muy cercano a ambos.
Duhalde dijo que se retiraría de la política pero no bien regresó al país de sus prolongadas vacaciones, se subió a la tribuna de Ramón Puerta, en Misiones. Antes de eso, descansó en Pinamar de su descanso europeo. Y su genio de puntero pudo con él: comenzó a tejer una estrategia para apoyar a un dirigente local contra el actual intendente, Blas Altieri.
Las escaramuzas se suceden cotidianamente. Cuando el tucumano Ricardo Falú, titular de la Comisión de Juicio Político y jefe del grupo Talcahuano –que es kirchnerismo primigenio–, le comunicó al presidente de la bancada peronista de diputados, José María Díaz Bancalari, que su grupo formaría una especie de sub bloque, el bonaerense apeló a la ironía, cuando no a la amenaza. “Bueno –dijo Díaz Bancalari– si ustedes forman el grupo de 15 o 20 diputados y son el oficialismo, yo y los otros 110 (diputados peronistas) pasamos a la oposición.” La sangre no llegó al río –que comienza a revolverse– pero la discusión quedó flotando en el ambiente.
“Yo todos los días contengo a un gobernador o algún ministro provincial”, confesó un miembro del gabinete a Página/12. Además de los movimientos de construcción política del Presidente y sus operadores, a los condottieri les molesta la falta de contacto, de consulta o, simplemente, la palmada en el hombro. Kirchner toma decisiones en su mesa pequeñísima y muchos ministros se enteran por los diarios. Ni qué decir de los gobernadores. Uno de ellos, Eduardo Fellner, mandamás jujeño, titular de la Comisión de Acción Política del PJ (órgano que conduce el partido) y miembro clave de la campaña Kirchner Presidente en las pasadas elecciones, sufre sorprendido la personalidad y la praxis del patagónico. “Le pedí que me diera algo simbólico. No acepté un cargo en el gabinete para no ponerme a tiro de decreto, pero no le quité el cuerpo a la defensa del Gobierno. Ahora, una cosa es que no me dé nada, uno lo puede entender, ¡pero el tipo no me levanta el teléfono!”, se quejó el gobernador ante dos ministros del gabinete nacional, a quienes contó que la última vez que pudo hablar con el Presidente fue en el acto de asunción de los ministros, dos meses atrás.
Pecado Capital
“Si Ibarra pierde las elecciones, habrá cambio de jefe de Gabinete.” Quien esto suponía integra el gobierno nacional y la referencia directa fue para Alberto Fernández. El interlocutor ocasional de Página/12 es uno de los que cree que Fernández indujo a Kirchner a sobreactuar su apoyo a Ibarra para las elecciones porteñas. El mismo contertulio sostuvo que “es claro que (Kirchner) necesita hacer pie en un distrito grande, aunque la ciudad de Buenos Aires no es el mejor, por la volatilidad del voto y el ánimo cambiante de la gente”.
–¿Y si Ibarra ganase? –preguntó este diario.
–Se verá. Por lo pronto es cierto lo que dijo Duhalde: cuando las papas quemen sólo quedaremos los peronistas –respondió el funcionario y, con cierta maldad, apeló al sentido del humor: “Mire, si a fin de año no tenemos en los diarios una solicitada de Miguel Bonasso y su grupo diciendo ‘Por qué nos vamos’, es que estaremos para la mierda”. Bonasso apoya la postulación de Ibarra para jefe de Gobierno porteño y se reivindica kirchnerista.
Alicia Kirchner, hermana del Presidente y ministra de Desarrollo Social, es otra pieza clave en el armado político del patagónico. De bajísimo perfil, la ministra es ponderada por sus pares. Reconocen en ella una gran capacidad de gestión y una incansable voluntad de trabajo. “Pero tiene que encuadrarse”, condicionó un dirigente que supo trabajar a su vera. “Ella llega como una tromba a cualquier lugar –continuó la fuente consultada– sin importarle con quién está.” La frase referencia a un episodio ocurrido la semana pasada. La ministra llegó a Avellaneda y desplegó sus capacidades junto a Oscar Laborde, intendente ex frepasista. El referente del PJ local, Baldomero “Cacho” Alvarez de Olivera, dejó oír sus gritos a todo el peronismo bonaerense, empezando por Duhalde. La ministra no se dio por aludida.
Política y sociedad
En la Casa Rosada conocen estos chisporroteos. También dan por sentado que el peronismo, hoy, es Kirchner y Duhalde, con sus matices y diferencias. Entre ellos hay acuerdo en el desacuerdo y un eje estratégico de apoyo mutuo allí donde haga falta. Esto no evita que por debajo de ambos se cuezan otros caldos y pongan a la orden del día algunas bravuconadas, hoy morigeradas por la relación que Kirchner supo entablar con la sociedad argentina por fuera de las ortodoxas estructuras de un PJ multicéfalo. “Kirchner es la encarnación de la nueva política –ensayaba un ministro ante Página/12–, es la reconciliación de la gente con la política. Hace un año, en los alrededores del Parlamento se corría el riesgo de ser linchado por portación de corbata, si la gente lo confundía a uno con un diputado o senador; ahora se paran a saludar, agradecen, nos dan ánimos, coraje.”
La modificación en la conducta social se expresó en la última elección, cuando el electorado desechó el voto bronca y el “que se vayan todos” a favor de una renovación dirigencial, expresada no sólo en Kir-
chner, pero centralmente en él. En Gobierno entienden el proceso y se celebran a ellos mismos por ser epicentro de un fenómeno que sabe aprovechar el Presidente. Pero también se quejan: hay, según consideraba un vocero consultado, una orfandad de estrategia para explotar esta primavera de forma orgánica. “No hay nadie trabajando en eso”, dijo la fuente, entendiendo por “eso” a esta floreciente –aunque tímida– confianza que la sociedad parece comenzar a depositar en la política, versión Kirchner.
“Todo sigue en manos del Presidente, le sale espontáneamente, no lo fuerza. Cuando rompe los vallados para darle la mano a la gente lo hace porque le gusta, porque esa es su forma de hacer política”, decía un ministro a Página/12. “Pero deberíamos exprimirlo más”, acotaba.
La acotación tiene un costado de queja: Kirchner hace todo de la misma manera y es desde el centro del escenario, donde el spot ilumina y fija los contornos de una sola persona, el Presidente. Alrededor, la oscuridad.

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Armado con el 87 por ciento de aprobación en las encuestas, Kirchner “construye” por la libre.
 
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