EL PAíS › OPINIóN

El ganador y el tercero

 Por Luis Bruschtein

Para Daniel Scioli fue el momento de gloria, aunque fuera una interna sin contendiente, pero su resultado confirmó lo que se esperaba. No hubo sorpresa y quedó como el candidato con más probabilidades. Tenía que aprovechar el podio para proyectarse a octubre. Es un candidato que calienta motores y va tomando forma. Con Carlos Zannini, su compañero de fórmula al costado, los primeros agradecimientos fueron para Néstor y para Cristina Kirchner. Fueron palabras con sentimiento, no sonaron forzadas. En el palco no se rodeó sólo con su gente. Había muchos ministros y también los principales dirigentes de La Cámpora, además de gobernadores y sindicalistas. No tranquilizó a los que se lo imaginaban como un candidato alejado del Gobierno. No hizo concesiones por ese lado. También citó al Papa y planteó un discurso en línea con la defensa de la industria, el mercado interno y distribución de la riqueza.

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La permanencia de Sergio Massa con una elección superior a la prevista tras la deserción de sus intendentes atenuó el escenario de polarización. Mantuvo votos propios y le sacó algo a Macri. Las PASO dejan un paisaje en el que Scioli no alcanzó su meta de máxima, pero donde al mismo tiempo, la permanencia de Massa dividió el voto opositor y le dio la diferencia que necesita superior a los diez puntos sobre Macri. Se creó una situación en la que un cambio mínimo de los guarismos puede tener una repercusión fuerte en el resultado. Son algunos votos que pueden cambiar de dirección en el comicio general, como ha sucedido en elecciones anteriores. En las PASO hay más dispersión y en las generales pesa más el voto a ganador. Hay un movimiento que, aunque pequeño, puede definir resultados.

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Sumar los votos de la oposición para decir que la mayoría votó contra el oficialismo y denunciar fraude a los gritos como hizo el PRO durante la elección es de perdedor. De mal perdedor. Es una de las verdades que han dejado los treinta años de democracia. Las diferencias son tan grandes que el fraude tendría que haber sido colosal para incidir en el resultado. También es una villanía poco democrática no reconocer al ganador o tratar de desviar el foco. Si es que existió el famoso mail de Durán Barba diciéndoles a los dirigentes del PRO que se centren en las denuncias de fraude y que metan barullo contra el sistema de voto, el ecuatoriano los estaba aconsejando para que actúen como malos perdedores. No es un buen consejo. Como todas las picardías, son efímeras. Los resultados mandan, sean los que sean, mandan en una elección, en el truco y en un partido de fútbol. El que perdió, perdió y el que ganó, festeja.

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Otra vez el bunker del PRO no pudo ocultar desilusión. Les pasó en Santa Fe y les pasó cuando Horacio Rodríguez Larreta ganó apenas por tres puntos en la CABA. Llegarán a las elecciones del 25 de octubre con menos impulso de lo que pensaban. Para ellos será una campaña con menos esperanza que tristeza. Los malabarismos discursivos de Mauricio Macri y los globos de Durán Barba no alcanzaron para impulsar al candidato de los porteños. Pueden haber funcionado incluso como piantavotos en un escenario nacional que poco tiene que ver con la realidad de la ciudad de Buenos Aires. No fue buena idea confrontar con el FpV en temas que son emblemáticos para el kirchnerismo como la importancia del rol del Estado en la economía. Tampoco fue buena idea descartar cualquier tipo de acuerdo con algún sector del peronismo. El voto antiperonista no alcanza en un país donde los candidatos de las distintas listas peronistas reúnen más del 60 por ciento de los votos.

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A+B (Z x Y):24=R/67. Para sacar proyecciones en las PASO hay que llamarlo a Adrián Paenza. Es una discusión “matemáticopsicopolítica” donde la parte de los números está endiablada. Tiene que ver con las diferencias en los resultados. Si llega a los 40 y si saca los diez de ventaja, pero ese promedio se construye con 24 resultados de cada provincia. Y aún así, las PASO son diferentes a las elecciones generales. La especulación es que en las PASO el voto está más repartido. En la elección general, ya con el resultado de las PASO, una porción importante de terceros y cuartos emigra para tratar de incidir entre los dos primeros. Y, si hay segunda vuelta, por fuerza esta polarización se agudiza. Con estos márgenes entre los candidatos en las PASO, es difícil que haya grandes cambios en los resultados de las generales. Daniel Scioli quedó a un paso del gobierno.

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El Frente para la Victoria apabulló en la provincia de Buenos Aires si se suman los votos de Aníbal Fernández y Julián Domínguez. Con esa diferencia es como si Aníbal, que encabezaba el escrutinio todavía abierto al cierre de esta edición, ya hubiera ganado la general porque en la provincia no hay segunda vuelta. Por esa misma razón, es secundario si el segundo fue Felipe Solá o Eugenia Vidal. Quedaron lejos y es difícil que se sumen esos votos, como sí se sumarán los de Aníbal y Domínguez. El lugar del segundo o la distancia con el tercero tiene que ver en todo caso con una revancha de Sergio Massa por los desplantes que recibió de Mauricio Macri durante la campaña. El crecimiento de Massa fue, sobre todo, a costa de Macri y le achicó aún más al jefe de Gobierno porteño las perspectivas de sumar intendencias y aumentar sus bloques legislativos. Ambos disputan el segundo lugar en la primera vuelta.

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Sin desmerecer a Julián Domínguez, su oponente en la interna, la alta votación que lograron Aníbal Fernández y Martín Sabbatella en la provincia de Buenos Aires tiene una consecuencia positiva para el periodismo. Porque es un triunfo contra las operaciones mediáticas. Aníbal Fernández hizo su campaña con toda la corporación mediática en su contra. Quedó demostrado que ni él ni su compañero de fórmula y titular del Afsca tienen la simpatía de Clarín, que orquestó una operación salvaje contra sus candidaturas. Fue una campaña con todos los medios opositores en su contra y el resultado demostró que ese poder es relativo cuando se manipula la información a un punto tan burdo que se pone en evidencia. Los que creyeron en las acusaciones de Clarín y Elisa Carrió estarán viviendo una pesadilla y tendrán que aprender a digerir la información con una mirada más crítica y sin dejarse llevar por sus prejuicios. En ese contexto, la votación bonaerense y en especial cada voto que recibieron Fernández y Sabbatella implicó un castigo a los profesionales que se prestan a este tipo de operaciones que han sido las grandes derrotadas.

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Todos los candidatos agradecieron, todos se dieron por ganadores. Nadie reconoció lo que consiguieron sus contrarios. Pero así es la genética de las PASO, donde la competencia entre fuerzas de diferente signo está disimulada en elecciones internas. Agradeció Scioli, que como era el único candidato del Frente para la Victoria le sacó una diferencia importante a Macri en los resultados individuales. Agradecieron los candidatos del PRO. Y Macri, el ganador de esa interna, leyó su discurso en la pantalla de un telepronter como si en otras oportunidades se le hubieran volado algunos pájaros indiscretos. Esta vez prefirió leer para evitar confusiones. Massa, que le disputa parte del electorado opositor y derechista a Mauricio Macri, también agradeció desde Tigre y se puso a la derecha del PRO. En función de esa disputa, prometió orden y progreso, una consigna con ciertas reminiscencias a dictadura latinoamericana, y machacó con que dará el 82 por ciento móvil a los jubilados, una consigna que queda en demagogia si no explica cómo la concretará, y más demagógica si además la completa con el engaño de que en Argentina gana más un preso que un jubilado.

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Margarita Stolbizer asumió con hidalguía un resultado que no la favoreció. Y fue clara en su discurso al dar a entender que muchos de sus electores, sobre todo los radicales, habían preferido intervenir en la interna de la Alianza Cambiemos, presumiblemente para darle su voto a Ernesto Sanz. Su marca estuvo por lo menos dos puntos por debajo de lo que medía en las encuestas. Son votos que fueron a Cambiemos y Stolbizer expresó su convencimiento de que regresarán en las elecciones de octubre. Serán parte de las pequeñas migraciones que se pueden producir en la primera vuelta.

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Imagen: Pablo Piovano
 
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