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Esvásticas y amenazas sin firma para un camarista

El juez Bonadío investiga las presiones sobre el camarista Barbarosch, al que le dibujaron una esvástica en el parabrisas y le hicieron “travesuras” informáticas y por el celular.

 Por Susana Viau

El juzgado federal de Claudio Bonadío investiga una denuncia formulada por el integrante de la Cámara del Crimen Alfredo Barbarosch. El camarista informó que una cruz svástica fue grabada en el automóvil que suele utilizar y se realizaron extrañas llamadas e interferencias telefónicas en su celular, en los de personas de su entorno, así como la aparición de leyendas amenazantes en la computadora de un empleado que se encontraba realizando trabajos a su pedido. Tiempo antes, Barbarosch había denunciado por intento de extorsión a un periodista de la revista El Guardián, quien le había hecho llegar un cuestionario de tono inusualmente imperativo.
Según trascendió de fuentes de Comodoro Py, la denuncia del camarista fue presentada a mediados del mes de septiembre, 24 horas después de que Barbarosch descubriera dibujada en el parabrisas del automóvil y del lado del acompañante, que es el que él suele ocupar, una cruz esvástica. El vehículo se encontraba estacionado en la calle Bulnes y en el lugar existía una consigna policial. El hecho excedía los marcos de la casualidad porque el juez Barbarosch es de origen judío. Unos días más tarde, su compañera recibió en su teléfono móvil una llamada con identificación reservada. Quien la realizaba se presentó como perteneciente a la empresa Movicom y dijo tener como propósito advertirle que quedaría incomunicada por problemas técnicos durante un lapso de dos horas. Además, le solicitó su dirección y el número de su teléfono fijo, dos datos que la pareja del magistrado se negó a suministrar. Luego, la mujer se comunicó con Movicom para pedir explicaciones y allí se le contestó que no existían tales problemas técnicos ni se estaba practicando ese tipo de avisos.
Con posterioridad le efectuaron una segunda llamada de similares características proveniente de un individuo que se identificó como el “operador 04521” informándole que si tenía dificultades con su celular discase “* 611”. La pareja del juez volvió a comunicarse con la empresa, que le aclaró que el número no pertenecía a ninguno de sus operadores. Pese a ello atiende una nueva comunicación, esta vez explicándole que le hablaban del “estudio de González Muy o Mui” y deseaban contactarse con el doctor Barbarosch. Al preguntarles más datos acerca del supuesto estudio, agregan que se encuentra ubicado “en el microcentro”. Ante un reclamo de mayores precisiones aclaran que la zona es la de Puerto Madero, en la calle Alicia Moreau de Justo.
Dos horas más tarde, la amiga de una empleada de la Cámara con la que Barbarosch había mantenido una entrevista laboral se convierte en blanco de los curiosos mensajes. Una voz femenina que se anuncia como Laura Martínez dice hablar desde “el estudio del doctor Barbarosch, pero no sé bien para qué tengo que llamarte”. Lo sorprendente es que Barbarosch no tiene estudio ni puede tenerlo, dado que los jueces no están autorizados a ejercer en privado su profesión. Otra elegida para las extrañas comunicaciones fue la relatora del juez, que el 2 de octubre también resultó seleccionada por los falsos trabajadores de Movicom para hacerla partícipe de una campaña promocional de descuentos para su móvil. A los cinco minutos suena de nuevo el celular de la relatora y quien aparece al otro lado de la línea es un hombre que se atribuye la presidencia de USA & Company Group. El presunto ejecutivo le comenta que había encontrado las señas de la relatora en el celular. La funcionaria de la Cámara asegura que no ha hecho ninguna comunicación a esa empresa. El hombre le informa que la sociedad tiene oficinas en Nueva York. Trascartón, atiende una comunicación de la tal Laura Martínez (la misma que había hablado con su amiga), quien reiteró su vinculación con “el estudio del doctor Barbarosch” y refirió, además, que “el estudio” mantiene relaciones con USA & Company.
De la persecución no se salvó tampoco el secretario de jurisprudencia de la Cámara que por esos días recibió un “aviso” de ajustes realizados por la empresa de telefonía. Cuando el secretario se negó a suministrar el número de su aparato fijo y su nombre, el “técnico” cerró la conversación aconsejándole que frente a cualquier problema discara “* 611”. Una auténtica novedad para el abonado, puesto que su Unifon funciona con “* 111”. Pero lo peor sucedió el 19 de septiembre de este año, tras una reunión con Barbarosch, quien le había requerido bibliografía y jurisprudencia para un dictamen. Al regresar a la oficina, el secretario observó en la pantalla de su computadora que su nombre de usuario había sido sustituido por “Vasamorir”. La delicadeza que se repitió a los pocos días. Para completar el cuadro, a principios de octubre Barbarosch y su compañera notaron que no podían hablarse por celular y al intentarlo no respondía el contestador sino el tono de ocupado. La compañera del magistrado se dirigió a la empresa que le brinda el servicio, donde le admitieron que se trataba de un fallo en la red de enlace. Sin embargo, tuvieron el detalle de hacerle saber que el fallo no era habitual y tampoco se había producido con otros clientes.
Barbarosch, que ya había demostrado pocas pulgas frente a un periodista de El Guardián que le hizo llegar un cuestionario de matices prepotentes, cortó por lo sano y puso el tema en manos de Claudio Bonadío, quien investiga ahora el origen de los intentos de intimidación.

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El juez federal Bonadío investiga la denuncia del camarista del crimen Alfredo Barbarosch.
El camarista fue quien denunció a un periodista de “El Guardián” por un intento de extorsión.
 
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