Dos semanas antes de las elecciones que dieron ganador a Donald Trump en Estados Unidos, una empresa de Internet que se dedica a la inteligencia artificial publicó un informe diciendo que el magnate republicano iba a ganar las elecciones. El sistema ya había predicho correctamente las últimas tres elecciones presidenciales de Estados Unidos, y aunque la noticia fue levantada por la mayoría de las plataformas digitales, nadie puso las manos en el fuego por ella. Nadie quería aceptar la realidad: el sistema MogIA de Sanjiv Rai tomó en cuenta 20 millones de datos sistemáticos extraídos de Google, Facebook, Twitter y YouTube, y acertó. En este caso, básicamente, la inteligencia artificial hizo predicciones de resultados en base a comentarios, expresiones de valor, cantidad de menciones, etcétera.
¿Cuál va a ser la nota más leída de mañana? Seguramente los algoritmos ya lo saben, e incluso las máquinas pueden escribir esas historias sin necesidades de la intervención humana. Associated Press, por ejemplo, puede generar hasta 2000 artículos por segundo de decente lectura a través de su proyecto Automated Insights que toma reportes de la bolsa, y resultados deportivos y los convierte en artículos dignamente legibles. En Argentina hay también algunos experimentos.
Y vamos a tener que acostumbrarnos. El periodismo está reconstruyendo sus reglas, mientras la industria de Internet le come los talones. En las redacciones más innovadoras se usa la tecnología para la cobertura: las elecciones ya no sólo se realizan sólo con periodistas en los búnkers y encuestadores profesionales, sino también con equipos interactivos que visualizan datos en tiempo real. Las encuestadoras ya no son telefónicas sino que se trackean las redes sociales con cientistas de datos, generalmente matemáticos o físicos, y los editores tienen que romper las burbujas que crean las redes sociales (uno lee lo que quiere leer, lo que leyó antes y lo que las redes sociales piensan que es importante para uno, dicen Google y Facebook). Los editores “humanos” están dando esa pelea entre lo que se debe saber y lo que se quiere saber.
Los medios están desesperados por recuperar el negocio de la atención y administrar la distribución. En las redacciones más avanzadas se habla de recuperar el análisis de audiencias para no delegar el análisis demográfico a las redes sociales, de tener modelos estadísticos para detectar nuevas temáticas. Se juega con testeo de títulos para captar más audiencias, se invierte en realidad virtual, en realidad aumentada, se arman equipos interactivos, se trabaja en mejorar la experiencia de los usuarios.
Las redes sociales, los sitios de ventas de autos, los sistemas de recomendaciones, cambiaron las reglas del juego. El lugar de los medios con la irrupción de Internet se modificó con una velocidad inusitada como no había ocurrido desde las primeras versiones de diarios hace 300 años. Nunca antes tantos actores agresivos se habían metido en negocios que fueron monopolio de los medios.
Finalmente, los medios se concentran en lo que mejor saben hacer: administración de reputación, generación de valor agregado, atención de sus lectores y comunidades. En la industria se habla hace un tiempo del efecto Jeff Bezos. El exitoso dueño de Amazon compró el histórico Washington Post, y aunque muchos lo vieron como una amenaza para la independencia editorial, vale la pena estudiar el impacto del cruce de culturas (el de Internet, con el de la prensa tradicional). Una de las primeras decisiones de la nueva administración fue la de tratar a la redacción como una empresa de tecnología. En el primer año el área editorial pasó de tener 3 programadores de software a más de cien. No entraron a administrar la web, ni a configurar servidores, sino a hacer contenido. Y tuvo su resultado: según comScore, el Post desplazó al New York Times en tráfico en octubre de 2015, y no ha parado de crecer.
¿El secreto? No hay secreto, sino ejecución. Ya lo había descubierto Buzzfeed: cada artículo periodístico es una pequeña empresa que tiene su vida propia, sus canales de distribución, su experiencia de usuario, y equipos pensando en cómo hacer que los lectores permanezcan más tiempo, interactúen mejor, y les dejen más datos que puedan ser monetizados. Por cierto, al New York Times ya lo había pasado Buzzfeed que entendió todo de Internet y lo supo aprovechar. Al fin y al cabo, a quién no le gusta compartir fotos de gatitos.
 
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