EL PAíS › OPINION

Las urnas como contexto

 Por Mario Wainfeld

“Cristina va a ser candidata en provincia. Alberto Fernández quiere llevarla a la Capital. Pero, malas noticias para él, Cristina es bonaerense. Como Perón, como Evita, como Rozas, como Cámpora”, se entusiasma, dando rienda suelta a su estirpe política y a su idiosincrasia un morador de la Casa Rosada y también operador del desembarco kirchnerista en la provincia de Buenos Aires. “La batalla será en 2005, por varias razones. Primero porque, aunque no lo diga, ella lo quiere. La segunda es que es imprescindible para disciplinar al duhaldismo. Pero además (y ésta es la tercera) porque es muy improbable que Cristina pueda ser candidata a gobernadora en 2007. Que una pareja matrimonial aspirara a la Presidencia y la gobernación bonaerense sería demasiado para la sociedad argentina. Tenemos un as de espadas, vamos a ganar la primera, que vale dos”, metaforiza, truquero, el hombre.
Las encuestas que manejan el duhaldismo y el kirchnerismo no difieren. La candidatura de la primera ciudadana es arrasadora. El kirchnerismo quiere bajarle el copete al duhaldismo para discutir desde el éxito el candidato a gobernador en 2007. Ahí se bifurcan sus caminos interiores. Para algunos pingüinos Aníbal Fernández encarnará esa alternativa y sus permanentes desafíos en la provincia tienen un aval de Kirchner. Para otros, el ministro del Interior “juega para sí mismo” y no genera las debidas confianzas. Siendo que de peronistas se trata, es bien posible que ninguna de estas posturas sea definitiva y esté sujeta a revisiones empíricas, más adelante.
Claro que hay otra hipótesis, virtual pero no imposible, en la que la senadora Fernández podría aspirar a la gobernación sin causar escozores antinepotistas. Sería si Néstor Kirchner rehusara ir por la reelección. Una circunstancia que aparece asombrosa pero que, tal como adelantó varias veces Página/12, tiene un expositor calificado, el propio Presidente. Sin decirlo como algo definitivo, Kirchner desliza ante oídos amigables que quizá no vaya por un segundo mandato. “Cuatro años y medio acá son como diez”, explica. No cierra todas las puertas pero las entorna más de lo usual.
Los escenarios electorales (de los que es piantavotos hablar en público) subyacen en toda la discusión política sobre la relación entre el gobierno nacional y los bonaerenses, abarcando a Duhalde y al gobernador Felipe Solá. Varios intendentes del conurbano, silentes pero tenaces, se van alejando del fogón duhaldista y conversan con frecuencia con inquilinos de Balcarce 50: Hugo Curto de Tres de Febrero, Alberto Descalzo de Ituzaingó, Julio Pereyra de Florencio Varela, entre ellos. “Felipe –se quejan cuasi psicoanalíticos– no los contiene” y se acercan adonde calienta el fuego.
El cuadro es fascinante y se sobreimprime a la pelea institucional y económica. Una candidata imbatible, sin aparato, en un rincón. En el otro, un aparato formidable aquejado por una proverbial incapacidad para generar candidatos potables, lo que obligó a echar mano a forasteros de variado pelaje (Carlos Ruckauf y Felipe Solá, sin ir más lejos).
La debilidad del armado político de Solá, su carencia de candidatos que puedan contender con Chiche o Cristina es otro dato que complejiza la situación y que quizá ayude a explicar, si no todas sus movidas, la sensación de ahogo que trasuntan todos sus gestos.

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