ESPECTáCULOS › REUNION EN EL INCAA ENTRE PRODUCTORES, DIRECTORES Y EXHIBIDORES

Un acuerdo muy difícil de consensuar

Los principales productores locales no salieron satisfechos del diálogo con los exhibidores. Y Hollywood faltó a la cita.

 Por Mariano Blejman

David tiró su primera piedra y Goliat contestó con fuerza, con la diplomacia de un inglés acostumbrado a la elegancia. Eso puede deducirse de la reunión que se mantuvo en el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) entre productores, realizadores y exhibidores, aunque faltaron a la cita los representantes de las grandes compañías de distribución estadounidenses. La intención era llegar a un acuerdo sobre los graves problemas de exhibición de películas argentinas con buen poder de convocatoria, como Luna de Avellaneda, de Juan José Campanella, El abrazo partido, de Daniel Burman, o Los guantes mágicos, de Martín Rejtman. Sobre todo porque comparten pantallas con las 140 copias en el país de Harry Potter, junto a otras inminentes 140 de Shrek 2, que dentro de dos semanas amenaza con dejar sin aire a la producción local. Este jueves saldrá Ay, Juancito, de Héctor Olivera, y se preparan Erreway y Patoruzito, para el invierno. Podrían tener buena convocatoria, de no ser porque Potter, Shrek, El día después de mañana y Troya, entre otros tanques, intentarán estirar su presencia hasta el verano nórdico de julio.
Se buscó consenso, pero no hubo acuerdo. Se reunieron Jorge Coscia y Jorge Alvarez por el Incaa, Héctor Olivera por Ay, Juancito, Lita Stantic por La niña santa, Pablo Bossi de Patagonik, Pablo Rovito de la productora El puente; Juan Vera, productor de Luna de Avellaneda, Alejandro Casetta, Pablo Sofovich, Chino Fernández y Alejandro Malowicki, entre otros. También estuvieron los integrantes de la Cámara Argentina de Exhibidores Multimedia (CAEM), encabezados por su secretario, Leonardo Racauchi. Por la cadena Hoyts fue Delfín Fernández, de Cinemark Martín Alvarez Morales y del Village Pablo Borelo. No participaron los representantes de Showcase, que no integra la CAEM.
La gravedad de la situación fue informada por Coscia después de la extensa reunión (que duró desde las 17 hasta las 19.30 en el microcine del Instituto, aunque faltó pochoclo). Apenas salió, Héctor Olivera ironizó: “Se suspende el estreno de Shrek”. Coscia adelantó que la crisis se resolverá “o bien por el consenso o por una regulación unilateral del Estado”, que podría votarse en el Congreso Federal del Incaa que se realizará el próximo mes en La Pampa. “No queremos que David gane, pero sí que sobreviva”, explicó Coscia.
Según la CAEM, Hoyts, Cinemark, Village y Showcase representan el 35 por ciento del total de los 1000 cines del país, pero más de un 65 por ciento del mercado total de público y casi un 70 por ciento de la facturación. En el 2003 vieron cine en los multicines unas 22 millones de personas (unos 120 millones de pesos), de los cuales el Incaa recibe el 10 por ciento. Sumados a los ingresos por los videos y por televisión, el Incaa maneja fondos de unos 60 millones de pesos. “Nuestros rivales son los distribuidores”, dejó en claro Coscia. A Racauchi, de la CAEM, le pareció “extraordinaria” la posibilidad de consensuar políticas, pero se opuso a cualquier tipo de regulación: “No sirve la cuota de pantalla, ni la media de público. Si el público decide no ver películas argentinas, no podemos hacer nada. Es el público el que decide ver”, dijo Racauchi ante la pregunta de Página/12. Es por eso que desde el Incaa se prevé que la negociación no será sencilla y probablemente termine con una decisión unilateral de reglamentación.
El productor Pablo Rovito se ha especializado en estudiar las legislaciones en países centrales y periféricos. “Existen distintos tipos: la más aceptada es la cuota de pantalla y la media de continuidad. La cuota asegura una cantidad de días de cine nacional, mientras que la media permite que una película que mantiene una cantidad de público considerable no sea levantada”, dice Rovito. Esas modalidades existen en Brasil, Corea, Francia y España, entre otros. En Francia, además, se está probando la modalidad de la cantidad de películas por sala. “Hay veces que en un mismo complejo de 14 salas, 9 están dedicadas a dos películas. La idea francesa es limitar copias por multicine”, dice Rovito. En Estados Unidos no existe regulación estatal, sino de mercado. “El mercado nunca es libre. El 90 por ciento de las producciones pertenece a ocho distribuidoras (Paramount, Metro Goldwin Meyer, Universal, Buena Vista, Fox, entre otras), que son socios directos de los exhibidores”, cuenta Rovito.
Los exhibidores aceptaron problemas puntuales con Luna de Avellaneda y también con El abrazo partido. Sobre el resto, se refirieron a una cuestión de mercado. Daniel Burman, consultado por este diario, opinó distinto: “El problema es la oferta desorbitada y excesiva de las películas norteamericanas que llegan sin dar respiro. La gente no puede elegir si no tiene dónde ver nuestro cine. La verdadera raíz de solución es regular la entrada de cine extranjero. Es el mismo libre comercio con el cual se arreglan Europa y Estados Unidos”.

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Las caras largas son una constante estos días en las huestes del cine argentino.
 
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