EL PAíS › OPINION

Nena, se murió la vieja

Por Manuel Justo Gaggero

¿Te acordás, hermana, cuando jugábamos con mamá siendo muy chicos? Se prestaba a todos nuestros juegos. Era madre y padre, ya que papá había muerto cuando vos tenías meses y yo tres años. Ella y la Nona nos enseñaron a leer y escribir antes de ingresar a la escuela primaria. Su vocación de maestra estaba siempre presente. Cuando llegamos a la adolescencia nos acompañaba a los bailes de 15. A mí me enseñó a bailar. Practicaba con ella antes de salir a la pista. Cuando empezamos a militar en política, se preocupó. Sostenía que era peligroso luchar por un mundo mejor y una sociedad solidaria. Sin embargo, y no sin reproches, nos apoyaba y defendía cuando alguien nos criticaba.
Cuando me fui a Cuba, acordate, me tuvo que firmar la autorización para viajar. Fue en 1962 y yo solo tenía 21 años. Vos la convenciste. Se bancó un año sin noticias mías. La crisis de octubre de ese año con la amenaza de Estados Unidos de invadir la tierra de la Libertad le quitó el sueño durante varias semanas.
En 1970, cuando fui detenido y puesto a disposición de la dictadura militar, viajó a Buenos Aires para entrevistarse con quien revistaba como jefe de la Policía Federal. Pensó, ingenuamente, que el hecho de que él había sido alumno de ella en la Escuela Sarmiento haría que la recibiera. No fue así. Esperó durante siete horas en la antesala del despacho represor. Después se sumó con pasión al movimiento que se generó en Paraná por mi libertad, y viajaba a Buenos Aires a visitarme padeciendo los abusos del Servicio Penitenciario Federal.
Cuando secuestraron a Luis Pujals el 17 de septiembre de 1971 se puso al lado tuyo y te acompañó todo el tiempo, mudándose a La Plata para vivir con vos y hacerse cargo de Enriquito. Allí conoció, entre otros, a Benito Urteaga y a Eduardo Merbilaha. Con este último tenía largas conversaciones sobre pintura, uno de sus temas preferidos.
Católica, no creía en la Iglesia-institución, y reivindicaba al Cristo revolucionario. Luego de la masacre de Trelew volvió a Paraná y se instaló en la ciudad, dándonos una mano con los chicos. Siempre dispuesta, luego del atentado con explosivos a mi domicilio pasó a tener un rol fundamental en la formación de nuestros hijos.
Cuando te asesinaron, el 29 de marzo de 1976, estuve un mes ocultándole tu muerte. Te amaba profundamente, y no pudo superar el dolor. Luego vino el exilio interior de ella y exterior nuestro; su viaje a Nicaragua y nuestro regreso en 1984 marcaron una nueva etapa, en la que siguió siendo la abuela que educaba a los nietos, con largas conversaciones sobre la historia argentina, las diferentes escuelas en la pintura y el Evangelio.
Comenzó a morir cuando te mataron, pero se sobrepuso porque sabía que sus nietos la necesitaban.
El 23 de septiembre de este año dijo basta. Si la llegás a encontrar por ahí decile que la queremos mucho.
Susana Emilia Pérez de Gaggero había nacido en Paraná el 17 de diciembre de 1916. Docente primaria y secundaria, falleció el 23 de septiembre de 2004 en el Hospital Pirovano de la Ciudad de Buenos Aires.

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