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Alberto Fernández fue al Senado a defender los “superpoderes”

El jefe de Gabinete repasó las medidas tomadas por el Gobierno para superar la crisis. Comparó sus futuras atribuciones con las que se otorgaron a Cavallo. Las críticas de la oposición.

 Por Eduardo Tagliaferro

“Pedimos que nos dejen hacer. Nada más que eso”, fue una de las frases más repetidas por el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, para defender la delegación de facultades que le permite reasignar partidas presupuestarias y que periodísticamente fue bautizada como “superpoderes”. En su habitual informe bimestral que brinda a las cámaras del Congreso, el funcionario repasó una por una las definiciones tomadas por el gobierno de Néstor Kirchner para superar el estallido de 2001. El recurso le permitió justificar la delegación de las atribuciones como una herramienta para salir de la crisis. El ministro no dudó en señalar que esta atribución no era ni más ni menos que similar a las cedidas a los que lo precedieron en el puesto desde 1997 y que lejos estaban de ser “un arma para matar”, como las había definido Elisa Carrió, o de representar “la destrucción de la República”, como las calificó Ricardo López Murphy. Cierto tono proselitista y no rehuir el debate le permitieron sortear sin mayores sobresaltos su paso por el Senado.
“No venimos a pedir atribuciones para decidir la fusión o centralización de entes autárquicos. No venimos a pedir facultades para transformar entidades autárquicas o para sujetar al personal de los entes comprometidos, o para desregular y mejorar el funcionamiento y transparencia del mercado de capitales y seguros. No venimos a pedir facultades para derogar total o parcialmente aquellas normas específicas que afecten o regulen el funcionamiento operativo de organismos o entes de la administración descentralizada”, arrancó Fernández. La mención no era otra cosa que el repaso de las delegaciones que en el 2001 el Congreso había aceptado cederle a Domingo Cavallo en el gobierno de la Alianza. La cita fue larga, como a la distancia parecen enormes las facultades que el Parlamento cedió tratando de evitar el abismo.
“No estamos igual que en el 2001”, respondió a su turno el salteño Ricardo Gómez Diez. En los pasillos de la Cámara alta tan sólo recordar ese momento hacía transpirar a los senadores que hablaron con este diario. La mayoría de ellos admitía que en esa época “no querían sentirse responsables por el colapso que se avecinaba”.
El propio discurso de Fernández ponía el acento en las mejoras económicas que habían seguido a la crisis de 2001. Criticó a los analistas de la city que vaticinaron un desastre, a quienes luego se corrigieron diciendo que se estaba viviendo un veranito o a los que, para explicar la mejora de los números macroeconómicos, lo hicieron apelando al milagro de la soja. En su repaso de los principales cambios económicos, Fernández aventuró incluso que “nunca el sistema de ingresos fiscales fue tan equilibrado como ahora en el que un tercio proviene de las retenciones a aquellos que producen en pesos y venden en dólares al exterior, otro tercio de ganancias y el último tercio del consumo”. Porcentaje más, porcentaje menos, el ministro estaba en la tribuna y se trataba de apabullar con discurso y con las mayorías propias a una oposición que había hecho de la crítica a la delegación de facultades su principal bandera.
La oposición estuvo en manos de los radicales. Ernesto Sanz comenzó señalando que el informe del jefe de Gabinete había “rozado el agravio”. Hablando de los superpoderes, dijo que el Gobierno tenía una herramienta que no había tenido ningún otro. Puso el acento en que las reasignaciones de partidas presupuestarias las puede hacer “sin sujeción a Ley de la Administración Financiera y a la Ley de Responsabilidad Fiscal”. También hablando del Presupuesto 2005 dijo que se premiaba a los ministerios más ineficientes y citó al de Planificación y al de Desarrollo Social.
“No fue un informe de gestión sino un alegato político”, arrancó el radical independiente Rodolfo Terragno. Fernández había sido muy duro con Terragno cuando éste señaló que “los decretos de necesidad y urgencia sonleyes sancionadas por la Casa de Gobierno como en los tiempos de la dictadura”. Sobre el final, Fernández tuvo una gentileza a las críticas del socialista Rubén Giustiniani, sobre quien dijo: “No pensamos muy distinto”. Hasta hubo saludos cordiales para el jefe de Gabinete, a pesar de que el partido de la Selección Argentina ya llevaba unos cuantos minutos de comenzado.

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“Pedimos que nos dejen hacer. Nada más que eso”, repitió ayer varias veces Alberto Fernández.
 
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