EL PAíS › DETRAS DE LAS VALIJAS
LOS ESPAÑOLES PRESOS

Toda una vida en la Argentina

 Por Andrés Osojnik

Se los llamó “la conexión española”. Son un matrimonio a punto de entrar en lo que la jerga policial llama sexagenarios: él está por cumplir los 60, a ella le falta uno. Dos jubilados que viajaban con insólita frecuencia a la Argentina; según explicaban entonces, para pasear, porque les gustaba mucho el país. Y por razones de salud: él por su cáncer de próstata, ella por su dentadura. Desde que las narcovalijas de Southern Winds se hicieron públicas, sus nombres también saltaron a la fama. Según las sospechas, son los fallidos destinatarios de las maletas que quedaron girando en la cinta transportadora de Barajas. Aquí, Página/12 revela cómo era su vida durante las estadías en Buenos Aires. Sus costumbres, sus debilidades, sus escapadas al interior, sus visitas, su particular desayuno. Tuvieron bastante tiempo para hacerse conocer: según la información que maneja el juez, sus llegadas a la Argentina se remontan a 1993. Hasta que quedaron presos en Cádiz en diciembre pasado, fueron 26 ingresos al país. Bastante tiempo para hacerse de amigos y conocidos que ahora, sorprendidos, cuentan su historia.
La causa, en realidad, guarda otra sorpresa no conocida públicamente hasta ahora: de esos 26 viajes, sólo los que corresponden al último año los hicieron por Southern Winds. Y como turistas. Desde 1993 hasta 2003, el matrimonio volaba –en la tarjeta de Migraciones no anotaron motivo de ingreso– por otras empresas, Iberia y Aerolíneas Argentinas. Ese dato abre un signo de pregunta en torno al status de “pasajeros frecuentes” que ostentaban en SW según informó a la Justicia la propia empresa.
Walter Beltrame, el hijo del desplazado jefe de Ezeiza, era el encargado de Pasajeros Frecuentes de SW. Según la sospecha del juez, fue quien ordenó desde Madrid el embarque de las cuatro valijas. En su descargo, Wally adujo que lo hizo a pedido de dos pasajeros frecuentes de la empresa que estaban en España y que necesitaban un equipaje dejado en Buenos Aires. Los pasajeros eran María Elena Toimil Batán y José Ramón González Villar. Según dice que le dijeron, en las maletas había mantas y vajilla. Cuando el equipaje quedó dando vueltas en Barajas, las mantas y vajillas se habían convertido en cuatro consolas de audio repletas de cocaína. Ese mismo día, el 17 de septiembre, Walter volvió a Buenos Aires. María Elena y José Ramón lo hicieron el 27 de noviembre. Y permanecieron en el país hasta el 5 de diciembre. Días después, fueron detenidos en Cádiz, bajo la acusación de transportar 16 kilos de cocaína.
Si Walter es inocente, como sostiene, puede argumentar que trabó confianza en la pareja por su particular trato amable hacia la gente, en especial con los empleados de las empresas con las que trababan relación.
Así lo atestiguan quienes los conocieron en sus vastas excursiones en el país. Uno de los lugares que frecuentaron en los últimos años es un hotel céntrico de Buenos Aires, cercano al Obelisco. Allí se hospedaron con regularidad desde 2001. Al hotel llegaron recomendados por otro huésped, también español. Y desde entonces se alojaron dos o tres veces por año, con estadías que iban desde una o dos semanas hasta dos o tres meses. La habitación que arrendaban tenía un costo de 30 dólares diarios.
–¿Qué decían sobre el motivo de sus viajes? –preguntó este diario al responsable del hotel.
–Que eran jubilados y como cobraban muy bien venían acá porque les gustaba mucho la Argentina y la pasaban muy bien. También se hacían atender por varias dolencias que tenían. Ella me dijo que su marido tenía cáncer de próstata. Y ella misma también se operó acá alguna vez, según contó. También decía que se arreglaba los dientes.
En el hotel recuerdan más de una visita de algún médico y hasta un dentista a la propia habitación. Otros conocidos de la pareja coinciden en la obsesiva inclinación por las cuestiones médicas.
–Siempre sacaban el tema. Que me operé de tal cosa, que tengo que hacerme tal otra. Una vez Elena contó que se hizo implantar cinco dientes y que después se fue a Mar del Plata. Ahí una ola la hizo tropezar con una piedra, se cayó de bruces y se rompió los cinco dientes. Y tuvo que hacerse todo de nuevo. Pero la verdad es que no se la veía tan mal, no se le notaba mucho. Otras veces decía que se había operado, pero se la veía muy saludable –confió una persona que los conoció.
En el año 2002, la visita de María Elena al medio fue pública: había ido al banco a sacar dinero, luego pasó por el hotel y se fue al dentista con dos mil euros. Pero en el camino la asaltaron: le robaron el dinero y le golpearon duramente la cara. En otra oportunidad, invitaron al odontólogo a comer al hotel: al almuerzo llegó con su madre, su esposa y sus hijos.
Una vez caídos en desgracia, el abogado de María Elena y José Ramón aseguró que sus prolongadas estadías en la Argentina obedecían precisamente a esas cuestiones médicas. Quienes los conocieron reconocen su inclinación por la vida sana. Su desayuno preferido en el hotel era un café con leche y tostadas, más un licuado de fibra, yogurt, perejil, zanahoria y manzana. El resto del día pedían también licuados, pero de rabanitos y agua. Por las mañanas acostumbraban salir a correr por la ciudad, con un acorde equipo de jogging.
–Lo más insólito que les he visto es ese desayuno –contó el encargado del hotel–. Porque sus costumbres no llamaban la atención. Eran muy simpáticos, muy entradores, sobre todo con el personal. Acá todos los conocían, tenían mucho trato con ellos. Mi labor en el hotel es detectar gente que pueda traer problemas, pero no era el caso.
–¿Nunca sospecharon de nada?
–Por los movimientos que hacían y las cosas que decían yo pensé en algún momento, por pensar mal nomás, que se dedicaban al tráfico de influencias.
Algún empleado recuerda que alguna vez el matrimonio recibió, además de médicos y dentista, a un político y un cónsul. “Ellos siempre se jactaban de que tenían buenos contactos”, contó.
Lo que llamaba la atención de quienes los frecuentaban era su conocimiento de la Argentina. “Era como si hubieran nacido acá”, dicen. Algo de eso también le sonó al juez, que pidió informes a la Justicia Electoral. La respuesta fue sorprendente: ambos figuran en el padrón, la mujer con DNI argentino y el hombre con número de extranjero. Ambos, con domicilio en la Capital. Ahora se investiga si se trata de homónimos.
“Ellos decían que les gustaba mucho el país, que cobraban entre los dos unos 9 mil euros de jubilación porque se habían dedicado a la importación y exportación de cuero y vinos argentinos. Tenían debilidad por los vinos caros. El que más les gustaba era el Q de Zuccardi, el tempranillo”, relató un hombre que los conoció muy bien.
Había una cierta contradicción en su manejo económico. El Q es un vino de 72 pesos en supermercado. Compraban tapados de pieles y vestían muy bien. Y alguna vez dieron una propina de 20 euros. Pero eran puntillosos a la hora de las cuentas. Vigilaban cada gasto, controlaban las cuentas. Hacían pocos gastos extras, usaban poco teléfono. Y no despilfarraban, según recuerdan en el hotel.
El matrimonio González-Toimil posee una casa en Asturias (donde nació González Villar) y un departamento en Madrid. Tiene dos hijas. Una de ellas es propietaria de un restaurante en Palma de Mallorca.
En las estadías en Buenos Aires solían viajar al interior. Una vez fueron –según dijeron– a Mendoza y San Luis por unos días. Y volvieron casi un mes después. También viajaban con frecuencia a Mar del Plata. En oportunidades, dejaban la habitación ocupada con sus pertenencias. Y una vez se quejaron porque al regreso les pretendieron cobrar el ciento por ciento de la tarifa.
–Por el perfil, ¿eran mulas o parte de la banda? –preguntó Página/12 en el hotel.
–Jefes no eran, pero tampoco mulas.
Un especialista en temas de narcotráfico coincidió con esa apreciación. “No existen mulas ilustradas –explicó–. Las únicas mulas ilustradas son argentinos, maestras jubiladas o empleados públicos que están en la mala. Las mulas son siempre gente humilde. Y nunca los tienen más de una semana en un mismo lugar. Da toda la impresión de que eran algo más. Que pasaron de ser mula a una pyme.”
–¿Pyme?
–Sí, cuentrapropistas. Viven en un estadio superior, pero siguen corriendo riesgos. En el narcotráfico, el 98 por ciento del riesgo lo corre el que transporta. Y ellos transportaban, pero al parecer para sí. Por ejemplo, comprando a un dealer y vendiendo a clientes propios. Hasta es posible que ellos utilizaran una mula en casos delicados.
O, tal vez, valijas voladoras.
Colaboraron: Adriana Meyer y Raúl Kollmann.

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